Iosa: “Empantanados en nuestros pantanillos”

Por Emilio Iosa


Hace poco tiempo tuvimos una situación de definición de uso de suelo en nuestra ciudad que implicaba un nuevo impacto, al mil veces impactado humedal “El Pantanillo”. La inminencia de ese impacto, nos obligó a plantearnos un debate profundo sobre la función de la política y sus posibles alcances reales. Sobre todo, a la hora de mitigar errores pasados u obtener un grado de protección menor que el ideal deseado.

No sólo estoy convencido de que el cambio climático es el desafío más complejo que enfrentamos como humanidad, sino que demás, estoy seguro de que es una situación acelerada por las actividades humanas contaminantes. En este sentido el ambientalismo ha sido una de las voces más claras en la tarea colectiva por abordarlo. Me siento parte de esa tarea colectiva que implicó un trabajo de investigación y denuncia en los últimas dos décadas.

Sin embargo, en los últimos años, hemos visto emerger un fenómeno preocupante desde lo político: un ambientalismo dogmático que, lejos de ofrecer soluciones reales, se ha convertido en una suerte de militancia ambigua, que disfruta de todos los beneficios del progreso (celulares, rutas, automóviles, internet, aire acondicionados, lavarropas y vivienda en los lugares más prístinos) pero que ideológicamente se niega a discutir sin tapujos las consecuencias de abandonar o profundizar este modelo de progreso.

Algo tan simple como… ¿seguimos o doblamos? ¿qué pasa si seguimos? ¿cuáles son las consecuencias de doblar y modificar el rumbo civilizatorio? Este tipo de ambientalismo ligado en general al territorio de la virtualidad, se caracteriza por la oposición sistemática a cualquier propuesta, que no sea el “todo o nada”. Desde lo político, el riesgo es confundir posiciones fuertes, con discursos que rozan lo totalitario. Lo totalitario y lo reaccionario, aunque en la superficie suene progresista.

El ambientalismo que me parece inteligente y democrático, es aquel que dialoga, escucha y recibe sugerencias. El problema radica en que el enfoque dogmático, no sólo desacredita al movimiento ambientalista en su conjunto (que cuenta con colectivos y exponentes individuales que han logrado enormes progresos) sino que también abre la puerta a liderazgos que se alimentan del rechazo visceral, sin aportar alternativas viables. ¿Cuántas veces hemos visto a líderes autoproclamados guardianes de la naturaleza cuya única propuesta es “que no se haga nada”?

Pienso que es crucial que pensemos en un “tal vez” que ofrezca caminos concretos para avanzar en alternativas y enfrentar la crisis climática en una relación fluida y constructiva con el estado y los actores del sector privado. Otra de las cuestiones más contradictorias que debemos modificar, es la comodidad de exigirle soluciones y cambios a quienes están en el poder, pero jamás intentar disputarlo y mucho menos ejercerlo. Demandar, pero no mandar. Señalar, pero no colaborar.

El purismo que ignora la complejidad del mundo real es nuestro propio pantano. Pretender que podemos revertir el daño ambiental sin concesiones, sin diálogo, y sin adaptarnos a las necesidades humanas y económicas es tan ingenuo como contraproducente. Peor aún, fomenta un cinismo colectivo: quienes realmente buscan soluciones integrales son acusados de traición o de connivencia con “el sistema”. Los ensobrados del ambiente. Los expulsados de los círculos de elite verde.

Pienso que las consecuencias del cambio climático no se resuelven desde trincheras ideológicas, sino desde puentes que unan sectores, intereses y disciplinas. La verdadera sostenibilidad requiere compromisos incómodos, debates abiertos y un liderazgo que valore la ciencia y la acción por encima del discurso vacío. Es momento de salir del pantano del dogmatismo y avanzar hacia un ambientalismo regenerativo, colaborativo y efectivo. Un ambientalismo en constante diálogo con el sector público y privado. En constante diálogo con el poder real.

Necesitamos líderes que no solo señalen problemas, sino que trabajen incansablemente en soluciones; que entiendan que la oposición sin propuesta es un callejón sin salida. Porque si seguimos empantanados en nuestros pantanillos, el cambio climático no esperará por nosotros. No salvaremos ni los humedales, ni los lagos, ni los osos polares, ni los colibríes escarlata.

Si no reconsideramos nuestra posición de rigidez y salimos del dogma, la adaptación mayúscula que necesitamos como sociedad para enfrentar la emergencia climática será sólo una estampida de lamentos.

2 COMMENTS

  1. Como escuchar a los traidores a sus principios que, por un puestito y un sueldo abandonan la lucha ambiental poniendo imbéciles excusas , no hay mejor defensa que un buen ataque, pues tu ataque es como el de un pobre y mediocre pusilanime que siquiera se respeta a si mismo , como esperar que nos respete

  2. “En el punto de desagüe con el arroyo los Chorrillos ante eventos de magnitud el ingreso de agua a las viviendas supera los 2m, por lo cual sus habitantes corren peligro de muerte por la magnitud de la afectación.” (Del estudio geomorfológico del INA-CIRSA, página 86)
    Es la ciencia, y no un dogma, lo que recomienda que se proteja El Pantanillo. Lo recomienda tanto el informe hidrológico del 2015 como el estudio geomorfológico del 2020: dos trabajos científicos que el mismo gobierno municipal encargó y pagó. Estudios que ni Iosa ni los concejales suyos que votaron a favor mencionan.
    Ya actualmente, existiendo el humedal El Pantanillo, han habido inundaciones. Sin el humedal, las inundaciones serán peores todavía. Por lo tanto, para mitigar el riesgo de inundaciones no solo hay que proteger sino restaurar el humedal (ya impactado por desmontes y rellenos). Además hay que hacer las obras complementarias que se indicaron en el informe hidrológico.
    Iosa habla de totalitarismos y nos acusa a los ciudadanos movilizados. Pero Iosa dedica todo el artículo a hacer algo que los totalitarismos siempre hicieron: crear chivos expiatorios. El término “ambientalismo dogmático” es parte de esa estrategia. Es crear un Cuco al que se le pueda echar la culpa de todo (“están contra el progreso”, “están contra los vecinos”, “están contra el empleo”). Es Iosa el que está procediendo como un totalitario. Él pretende que los gobiernos puedan hacer lo que quieran con los territorios y que la ciudadanía que vive en ellos, y siempre paga las consecuencias de lo que se hace mal, lo acepte callada la boca. Sos vos el totalitario, Iosa.
    La estrategia de quienes defienden los intereses de minorías privilegiadas es fragmentar a la comunidad. Porque una comunidad que está unida y es consciente de sus intereses a corto y largo plazo, se va a defender de los ataques. Las familias del oeste de Villa Carlos Paz no quieren ser víctimas de inundaciones que pueden destruir sus casas e incluso significar la muerte de seres queridos, ¿entendés, Iosa? No es dogmatismo eso. Es inteligencia.
    Disculpanos si salimos a defender el derecho de los vecinos a no ser inundados en vez de defender a Quattro Pilares como hacés vos. Es que somos ciudadanos.

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