Trabajar en las apps: entre la autonomía y la precariedad

Por Felipe Etkin

En la última década, el fenómeno de las plataformas digitales modificó de plano las relaciones sociales, las transacciones económicas y el paisaje de las ciudades. Más allá de los evidentes beneficios que trae consigo la tecnología aplicada a nuestras necesidades de consumo diario; que fundamentalmente apuntan a agudizar la velocidad en los servicios y garantizarnos satisfacción desde el sedentarismo, un conjunto de problemáticas emergen en el mercado laboral.

Detrás de nuestros clics y los códigos informáticos se encuentran trabajadores que en un contexto de flexibilización laboral, creciente desempleo y pérdida del poder adquisitivo encuentran en los novedosos trabajos de las aplicaciones un medio para mantenerse económicamente y tener relativa independencia.

Por el otro lado, un conjunto pequeño de empresarios amparados en el vacío legal parece haber encontrado la respuesta a cómo garantizar un servicio de calidad con bajos salarios, disponibilidad de personal y sin responsabilidades patronales.

A mediados de este año el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) junto con el Banco Interamericano de Desarrollo y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicaron una investigación que ponía bajo la lupa el creciente mercado laboral de las aplicaciones digitales.

Hasta el momento, dicho trabajo constituye la primera iniciativa de clasificación, caracterización y análisis del trabajo de plataformas en Argentina. 

En términos económicos, se entiende a las aplicaciones o plataformas como espacios de intercambio de información que vinculan oferta y demanda que intermedian entre particulares y permiten contratar trabajadores para realizar tareas específicas por un plazo determinado; y que generan, muchas veces, relaciones laborales no tradicionales. Este último, siendo el eje más problemático y el que mayor resistencia encuentra actualmente en nuestro país.

Sucede que las plataformas digitales implican un desafío a los modelos de gestión de los recursos humanos, porque transformaron tanto los contratos de trabajo como la gestión de los recursos humanos y la asignación de tareas. En palabras del CIPPEC el crecimiento de la economía de plataformas “es un factor que favorece el aumento de las formas atípicas de empleo, en muchos casos, invisibilizadas estadísticamente a través del trabajo independiente”.

Según advirtió años atrás la OIT, el aumento de este tipo de formatos laborales atípicos conlleva nuevas problemáticas porque implican una mayor inseguridad para los trabajadores derivada de una menor calidad del empleo; a la vez que dificultan la acumulación de capacidades en las empresas, dada la escasa inversión en innovación y la desaceleración del crecimiento de la productividad, vinculados a la inestabilidad laboral; contribuye al aumento de la volatilidad de los mercados de trabajo y tiene el potencial de generar una estructura bipolar del mercado de trabajo entre altos empleados ultracalificados y una gran masa de población de cualificación intermedia y baja.

Este último punto que señala la OIT resulta interesante puesto que los empleos de las aplicaciones generalmente tienen salarios bajos para personas que tienen algún grado de formación o inversión en herramientas de trabajo; ya que a diferencia de un asalariado tradicional, el trabajador de plataforma es a su vez quien provee el capital necesario para el desempeño de su tarea.

Uno de los datos centrales del análisis publicado es que en aquellos sectores que estaban más regulados, donde prevalecían las relaciones de trabajo dependientes, donde existen sindicatos más activos, cámaras empresariales y las condiciones laborales de inicio eran mejores, el impacto de las plataformas se asoció con un aumento en la precariedad y la competencia desleal.

En este sentido la conflictividad de los últimos años en nuestro país surgió fundamentalmente con el transporte de pasajeros y la aparición de Uber, el sector hotelero frente aplicaciones como Airbnb y los servicios de mensajería y delivery.

Pedalear y pedalear

Si bien espectro de puestos laborales relacionados con aplicaciones y plataformas digitales es muy variado, el que quizás se note con mayor presencia en los últimos años es el del servicio de cadetería a domicilio.

Empresas como Rappi, Glovo, Pedidos Ya y Rapiboy, entre otras; funcionan como prestadores de delivery tercerizado para locales de comida o usuarios particulares. Jóvenes y no tan jóvenes a bordo de sus bicicletas o motos con grandes mochilas cuadradas con los logos de las apps ya son parte del paisaje de las urbes; apurados para entregar el pedido a tiempo, sin muchas garantías de protección personal y surcando el tráfico entre local y local.

Si bien estas experiencias, por el momento, solo se encuentran en las grandes ciudades del país, es esperable que continúe su expansión a causa del vacío legal en el que se mueven los empleadores y las necesidades laborales de la población.

La dinámica de estos empleos se sustenta en que cada trabajador accede a la aplicación con su teléfono celular para recibir las coordenadas del envío y la transacción a realizar.

En algunos casos por cada viaje abonan $40 mientras que en otros el salario es un monto fijo diario que varía entre $250 y $500; no obstante en ambos casos existe cierta flexibilidad respecto los días y horarios en los que cada trabajador tiene que estar activo.

La fibra sensible se encuentra en el marco legal de este empleo. Si bien fácticamente existe una relación laboral de dependencia, las empresas generalmente no asumen este tipo de contratos y obligan a cada trabajador a constituirse como un monotributista que presta un servicio particular a una aplicación. La desventaja en términos de derechos y responsabilidades es, de manera inevitable, a favor de las empresas.

Lautaro, un joven de 21 años que trabaja en la ciudad de Córdoba para Rapiboy, señaló que las plataformas digitales utilizan categorías ficticias para encubrir a sus empleados por fuera de los derechos laborales: “En los dispositivos legales hay una serie de disposiciones que se cumplen, pero la patronal no lo reconoce. A ellos les conviene utilizar una categoría ficticia según la cual no sos un trabajador sino un ‘colaborador’; pero yo ofrezco mi fuerza de empleo a cambio de una remuneración; es decir, es innegable que hay una relación laboral. En este momento no está del todo regulada por el derecho, pero es una relación de trabajo que existe en la realidad”.

A su vez, indicó que un aspecto que deriva de lo anterior es que la empresa no provee ningún tipo de herramientas de trabajo ni se responsabiliza por accidentes laborales. “No nos proveen de ningún tipo de material de trabajo y todo corre por cuenta del trabajador. Lo que tenga que ver con la responsabilidad por un pedido mal enviado, un billete falso, roturas mecánicas y cualquier infinidad de problemas que puedan surgir en la calle corre a cuenta del trabajador”, subrayó el joven que trabaja desde hace más tres años en la aplicación.

Con respecto a sus compañeros de trabajo observó que muchos provienen de las clases media y baja con formación universitaria, un gran porcentaje son inmigrantes y existe un margen etario que se extiende entre los 18 y más de 50 años.

Mito de la independencia

Al momento de promocionar estos empleos, los emprendimientos digitales remarcan la flexibilidad en los horarios y la independencia como la mayor virtud y un potencial innovador. Si bien es cierto que el formato temporal difiere de lo que son las jornadas de trabajo clásicas, esto en la práctica da en términos parciales. “Se trata de una flexibilización ilusoria porque en las mismas aplicaciones que utilizamos los trabajadores tenemos un calendario restringido de días en los que no podés trabajar. Para desbloquear esos días lo que te pide la empresa es que trabajes el viernes, el sábado y el domingo.

De este modo, si no trabajas todos esos días por un lado te quedan las “reservas” (que son todos los pedidos que los otros trabajadores desechan); y por otro, no podés elegir cómodamente tus horarios porque tenés que estar a la expectativa de que alguna reserva se libere.

Desde el lugar de los empleadores se vende que esto te permite independencia pero en la práctica hay un conjunto de limitaciones que la propia empresa te impone que relativiza toda esa flexibilización. Ellos saben que los viernes, sábados y domingos son los días con mayor movimiento, por lo tanto desarrollaron esta herramienta coactiva para asegurarse una disponibilidad grande de trabajadores”, explicó Lautaro.

Por su parte Carlos, ‘colaborador’ de la empresa Rappi, consideró que se trata de un juego irregular en el que la empresa plantea un vínculo laboral perverso. “Tomando el discurso de que vos sos tu propio jefe te obligan a conseguir y garantizarte todas las herramientas de trabajo. Solamente les importa que andes en la bici o la moto, lleves el pedido y ellos te dan el porcentaje. Desde que comenzó la aplicación no nos aumentaron nada, hay un hueco legal tan grande que no se puede hablar de paritarias, aguinaldo ni ningún beneficio para los trabajadores”, observó.

Si bien la independencia constituye el eje del discurso de los dueños de las plataformas, no sucede lo mismo cuando una misma persona elige trabajar para más de una. Es que muchas veces permite ahorrar tiempo y tener mejores posibilidades al ser colaborador de más de una de las aplicaciones; situación frente a la cual las empresas presionan a los trabajadores para que se dediquen solamente a una. “Te dicen que sos autónomo, te obligan a ser monotributista pero te presionan para que solo trabajes para ellos y no con las otras empresas; es un juego irregular muy perverso. Por lo tanto, hay una flexibilidad posible pero es más un mito que otra cosa”, indicó Carlos.

Una de las últimas novedades respecto la precarización laboral en este sector fue que el pasado julio la Cámara de Apelaciones de la ciudad de Buenos Aires dio lugar a una demanda elaborada por un grupo de empresas de servicios de mensajería que acusaba a las aplicaciones de “competencia desleal” por encubrir las relaciones laborales.

Si bien la decisión de la justicia porteña no implica un reconocimiento formal del empleo, sí obliga a las plataformas Rappi, Glovo y Pedidos Ya a inscribir a sus colaboradores en un registro específico.

En este marco, de acuerdo con CIPPEC a principios de 2016 operaban en el país cinco plataformas, todas de capitales nacionales y que ofrecían diferentes servicios. “A partir de ese año, principalmente producto de la flexibilización del sistema de pagos al exterior y otros factores, se aceleró el ingreso de nuevas plataformas y filiales de empresas extranjeras al mercado argentino, lo que favoreció a su vez un flujo de nuevas inversiones dirigidas a las plataformas de origen local que ya estaban instaladas”, señalan en el documento.

Asimismo, en los dos años inmediatos al triunfo de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales, siete nuevas empresas de este sector y de capital internacional desembarcaron en la Argentina.

La principal conclusión que salta a la vista en el estudio es que aunque la economía de plataformas ofrece nuevas oportunidades para generar ingresos –y cumple un rol de contención social frente al desempleo y la subocupación–, “genera retos desde el punto de vista regulatorio y desafía el alcance de las normas laborales, fiscales y de protección a los trabajadores que fueron pensados para la economía tradicional”.

Al contar con modelos de negocio innovadores que se basan en la incorporación de tecnología aplicada al mejoramiento de la productividad, estas empresas desafían al marco regulatorio del país, tanto laboral como impositivo y previsional. En este sentido la investigación arrojó el resultado de que el 87% de los trabajadores que realiza aportes jubilatorios los efectúa mediante monotributo; pero teniendo en cuenta que solamente el 45,5% de los trabajadores realiza este tipo de aportes.

Sindicalización

En octubre del 2018 un conjunto de trabajadores de aplicaciones acudió a la secretaría de Trabajo de la nación para inscribir la Asociación de Personal de Plafatormas (APP). Esta primera experiencia gremial comenzó a principios del año pasado en Ciudad Autónoma de Buenos Aires cuando los empleados comenzaron a organizarse para demandar mejores condiciones y derechos básicos.

En Córdoba la organización sindical todavía no pudo concretarse. Cuatro meses duró la única experiencia hasta el momento. Eran cerca de 30 personas asociados de manera “democrática y descentralizada” para debatir y exigir el cumplimiento de sus derechos; aunque finalmente la iniciativa se disipó por falencias internas y fuertes presiones de las empresas.

“Nuestro objetivo central era lograr una regulación ya que dentro de la ley nuestro trabajo se enmarca en el espacio de las nuevas tecnologías en general. Consideramos importante poder avanzar en una normativa específica para la rama del trabajo por aplicaciones para regular cláusulas referidas al pago, los insumos, los viáticos, la salud, la prevención de riesgos y el seguro laboral. En suma, se trata de avanzar en el reconocimiento de derechos que garanticen la integridad del trabajador y contemplar elementos externos que pueden significar un perjuicio para la actividad”, remarcó Lautaro.

En este sentido, evaluó que existe un clima general que desprecia la importancia del marco organizacional de los trabajadores en general: “Estamos en un momento donde mucha gente piensa la sindicalización como un sinónimo de corrupción; pero otro de los factores que imposibilitaron que la experiencia continúe fue la intromisión de diferentes partidos políticos que buscaron dirigir o boicotear la organización. Fueron elementos que caldearon los ánimos y las expectativas de los trabajadores”.

Por otra parte, recordó que la experiencia de la organización en Buenos Aires fue conflictiva porque  cuando los trabajadores visibilizaban algún reclamo las empresas tenían un procedimiento muy sencillo para “quitarse de encima a los revoltosos”. De acuerdo con Lautaro, bastaba con que aprieten un botón para bloquearles la aplicación sin tener que dar ningún tipo de causa porque ellos no asumen la existencia de una relación laboral; por lo que pueden revocarla en cualquier momento. “Con ese antecedente tuvimos que llevar a cabo nuestro marco organizacional con suma discreción, procurando evitar exponernos hasta no tener un capital humano consolidado para salir a la calle y expresar con contundencia nuestros reclamos y problemáticas”, precisó.

No obstante, el momento todavía no llegó y a pesar de que las demandas se mantienen presentes, la demanda colectiva todavía no pudo cristalizarse.

Por su parte, Carlos evaluó que existe “un terror” a la organización gremial por parte de sus compañeros. “Las empresas amenazan con suspensiones que ni siquiera tienen que justificar porque no tenés una supuesta relación laboral; de todas formas con un grupo de legisladores intentamos avanzar en un proyecto de ley que contemple exclusivamente a los trabajadores de aplicaciones porque tiene características distintas de lo que es un delivery convencional u otro rubros similares”.

El ciclista, que asegura trabajar entre cuatro y diez horas por día, remarcó que al estar en la calle los empleados están expuestos todo el tiempo a múltiples circunstancias conflictivas: “Hay choques, asaltos, locales que no te dan el pedido y vos estas completamente solo sin nadie que te respalde porque tus patrones se lavan totalmente las manos. Lo único que puedo rescatar es la solidaridad entre los compañeros de trabajo; afortunadamente frente a las falencias de la empresa los trabajadores siempre tienen mucha más solidaridad que las personas que efectivamente deberían hacerse cargo. Eso nos llena de orgullo”, concluyó.

Algunos números
– 20% de los trabajadores de aplicaciones digitales son inmigrantes (cuando la porción inmigrante de la población argentina es del 4,6%
– 38 años es el promedio de edad de los trabajadores de plataformas
– 4 de cada 5 trabajadores son varones
– 37% afirma haber terminado estudios superiores
– 45,5% no paga aportes jubilatorios
– El 87% que sí paga lo hace mediante monotributo.

Nota correspondiente a la edición n° 543 del periódico La Jornada, del 31 de julio de 2019.

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