“Don Rafael” (Villa Benegas – Sierras de Córdoba – Otoño de 2018 – Camino del Peregrino)

A la mitad del Camino del Peregrino, cruzamos irreverentemente un pueblito detenido en los tiempos serranos: Villa Benegas.

Cuenta la historia, de boca en boca, que Ubaldino Benegas y Clotilde López llegaron subiendo desde el Valle de Traslasierra a fines del siglo 19 y se afincaron en esta quebradita junto a un arroyo, en plena huella. El hijo de ambos, Rafael, ya casado con Hermelinda Bazán, construyó su casa amplia con piedra de la zona y techo de chapa, con dos aguas bien pronunciadas para que resbalaran las ocasionales nieves… “no sea cosa que el peso lo derrumbe, vistes”?!?

Al tiempo vino la necesidad de educar a sus 11 hijos, caso parecido a lo que, de este otro lado, le pasaría a Don Carlos Nicandro Paz, y en un par de piezas de esa misma casa, se dio clases durante 43 años. Educación pa’ los hijos, luego pa’ los nietos y siempre pa’ los criollitos de la zona.

Las empresas de colectivos EPA y El Petizo comenzaron a frenar en su casa, ya convertida en refugio y parador.

Había nacido “Villa Rafael Benegas”, como reza ahora el cartel de entrada… y como figuraba en los boletos de esos bondis que hicieron historia, pasando también por Carlos Paz y Copina.

Rafael plantó frutales, gestionó la estafeta y la capilla, donde en 1960 dio la primera misa el cura Julio Triviño.

La Capilla hoy luce remozada, ya que fue parte de este rescate patrimonial de la provincia, junto al camino… y al lado de otro hito brocheriano.

Esta auténtica aldea serrana ofrece al turista su tranquilidad, sus paisajes y sus productos verdaderamente naturales. No tiene señal de celular ni internet, lo que para muchos es una ventaja… al momento de escaparse del quilombo citadino.

Los apellidos no son muy diferentes de los de este lado del macizo: están los Pedernera, los Aguirre, los Cuello… familias Allende, Ponce… y por supuesto los López.

Cada familia tiene una especialidad artesanal… y estas se ofrecen a la vera del camino. Hay artesanías salidas del esfuerzo de manos moldeando tierra, hay hilados, tejidos, cueros y alimentos.

– Acá confiamos en los que vienen, el que llega no tiene maldad, el que anda con maldad va donde hay más. -Sostiene Pedro “Tata” Benegas, explicando por qué los escaparates con artesanías quedan solos junto al camino sin nadie que los cuide. El viajero debe llamar y esperar. En este lugar hay tiempo. Sobra el tiempo.

Los dulces y licores de Dora Benegas, el pan casero de Silvana Cuello o el asado que José López sirve de su parrilla familiar a un precio amistoso. Inés de Ponce da alojamiento. Si hace calor, las siete cascadas ofrecen su belleza, pero hay dos balnearios organizados con agua de vertiente y comodidades.

Villa Rafael Benegas invita a quedarse…

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Nota correspondiente a la edición n° 524 del semanario La Jornada, del 23 de julio de 2018.

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