Por Felipe Etkin

Desde hace años, en las aulas de las universidades y escuelas, los docentes de comunicación se extasían con recurrir perpetuamente a un ejemplo invariable al momento de introducir la temática de los efectos de los medios masivos.

El domingo 30 de octubre de 1938 el reloj apuntó las 20 cuando la radio norteamericana Columbia Broadcasting Building transmitía una interpretación dramática de “La Guerra de los Mundos” en la voz de Orson Welles. El episodio de radioteatro relataba una espectacular invasión alienígena que los primeros oyentes de este nuevo medio de comunicación creyeron real; tras lo cual se desató una gran confusión ciudadana, histeria colectiva y hasta algunos altercados. A partir de ese punto, cada docente al comentar la anécdota, se permite sus propios agregados para exagerar el hecho e impresionar a la tribuna atenta y sedienta de sensacionalismo.

El ejemplo se volvió recurrente porque funciona en gran medida para ilustrar, por un lado, cómo el discurso produce hechos colectivos; y por otro, que la ficción y la puesta en escena acompañan a los medios y las audiencias desde larga data.

En los últimos años, diferentes sucesos del mundo digital han revitalizado la necesidad de explicar cómo comunicamos y qué efectos produce esa comunicación, poniendo en el centro de la agenda la cuestión respecto la veracidad de las cosas que leemos, escuchamos, compartimos y viralizamos.

Si bien la posibilidad de falsedad y mentira y el debate en torno a qué es la verdad recorre gran parte de la historia de la humanidad (más allá de los medios), una de las novedades es que en la sociedad de la información este fenómeno complejo se transmite a velocidades inéditas, no siempre bajo el control de los dueños de los medios y con nuevos actores que emergen difusos desde el lenguaje informático. Un entramado multilateral en el que colisionan los intereses de los oligopolios digitales, los derechos de los usuarios, el poder político y el capital financiero.

 

Fakes and trolls

El pasado 21 de noviembre, el portal digital de la ONG “Chequeado” anunciaba que los medios Infobae y TN fueron condenados por la justicia nacional a causa de haber publicado noticias falsas. El caso comenzó hace dos años con la demanda presentada por Ivana Burgos, una mujer que ambos medios vincularon erróneamente a una manifestación en Mar del Plata durante 2016 en la que Mauricio Macri y María Eugenia Vidal fueron agredidos. La resolución judicial publicada indica que ambos medios deberán abonar una multa de $150 mil, además de publicar durante cuatro días en sus portales una noticia con la foto de Burgos y el siguiente título: “Condenan a Infobae y a TN por difundir una noticia falsa”.

A su vez, decenas de miles de cuentas ficticias de Facebook, Instagram y Twitter de usuarios inexistentes radicados en Pakistán, Vietnam y otros países del mundo reaccionan positivamente y de manera compulsiva a las publicaciones de algún funcionario de Buenos Aires.

Conjuntamente, decenas de páginas web y portales que se presentan como medios de comunicación escriben falsedades con intenciones políticas y electorales que a su vez son compartidas por lectores reales.

Medios tradicionales, noticias falsas, trolls, bots y medios ficticios; se trata de la nueva fauna protagonista de la producción y circulación de información digital. ¿Cuáles son sus efectos? ¿Afectan nuestra percepción de la realidad? ¿Son un peligro para la democracia?

Pocos días antes de la resolución judicial que condenó la información falsa, Amnistía Internacional Argentina realizaba una charla-debate en la Universidad de Buenos Aires sobre “trolling, fake news y violencia online”.

Desde la organización consideraron que los ataques y agresiones online “constituyen una de las formas de persecución, estigmatización y amenaza a diversas personas”.

En este sentido, Amnistía señaló que las intimidaciones y hostigamientos de la era digital tienen un efecto paralizador que muchas veces impactan en el debate público.

En este marco, la organización publicó en marzo de este año un extenso informe en el que advierten que en la Argentina la información crítica y la defensa de derechos humanos en la web están expuestos a “ataques en redes sociales digitales que en muchos casos son coordinados y buscan inhibir la expresión de perspectivas plurales y limitar la circulación de opiniones diversas sobre temas cardinales del espacio público”.

En tal sentido, el relevamiento de Amnistía describe cómo en nuestro país el método consiste en agresiones concertadas mediante cuentas en redes sociales de referentes políticos junto con trolls (cuentas cuyo registro violento bloquea el debate y desvía la conversación), bots (cuentas parcial o totalmente automatizadas en sus interacciones) y seguidores regulares.

Luego del análisis mediante diferentes variables y sobre un conjunto de datos mayor a 300 mil tweets, las conclusiones indicaron que se detectó una alta actividad de “cibertropas vinculadas discursivamente al gobierno nacional” que tenían por objetivo atacar o deslegitimar el discurso de periodistas o referentes de organizaciones de Derechos Humanos.

La investigación finaliza con una serie de recomendaciones para evitar las estrategias de manipulación o de cercenamiento de derechos vía ataques de cibertropas; dentro de ellas resaltan: “Tanto el Estado como las empresas de redes sociales digitales deberían fortalecer y simplificar las herramientas de denuncia, dar respuesta a denuncias de los usuarios frente a comportamientos abusivos, generar normas de uso claras y transparentes con la participación de las comunidades de usuarios (…) El gobierno y el resto de las formaciones políticas deben evitar la participación de sus representantes en la reproducción de noticias falsas”.

 

Democracia 2.0

Ernesto Calvo, uno de los expositores del evento transcurrido y profesor de Ciencia Política en University of Maryland, Estados Unidos, comentó a La Jornada que en los últimos dos años las redes sociales pasaron a ser la principal fuente de acceso a información por parte de los votantes; lo que las ubica en un lugar sumamente principal para el desarrollo y la implementación de operaciones políticas.

“En un año va a haber elecciones en Argentina y en los procesos electorales que hemos presenciado en los últimos años podemos concluir que mientras más competitividad hay mayores son las operaciones políticas que se efectúan; lo que incluye un conjunto de prácticas como la utilización de trolls, bots e intervenciones en las redes. Frente a esto es fundamental que generemos una comunicación política con el objetivo de que la campaña sea lo más saludable posible. Esto requerirá un esfuerzo coordinado entre diferentes áreas desde las ciencias sociales, los partidos, las organizaciones y los medios, ya que las redes sociales son fenómenos muy complejos que atraviesan una gran cantidad de aristas”, explicó Calvo.

El especialista descartó que las operaciones políticas sean un fenómeno novedoso, sin embargo puntualizó que hay características específicas de la etapa actual que merecen la atención de los analistas y usuarios. “Las operaciones políticas existen desde que tenemos política. Napoleón solía mandar correos con cartas falsas para que fueran interceptadas por los ingleses y austríacos para cambiar el escenario de batalla; es decir, la desinformación no es nueva y la utilización estratégica de esas operaciones tampoco. La novedad es que bajaron los costos de la intervención política sumado a que las redes sociales permiten una velocidad de intervención política que no existía anteriormente”, observó.

Consultado sobre los efectos que esto produce en los ciudadanos, el investigador señaló el concepto de “Gaslighting”; que es la operación de enloquecer al otro modificando elementos de la realidad para generar dudas sobre qué cosas son ciertas y cuáles no. “Las operaciones políticas producen esto porque enlodecen el diálogo comunicacional tornando muy difícil distinguir los hechos validados y certificados de los que no lo están. No obstante, este tipo de operaciones no se pueden efectuar constantemente, tienen un costo de oportunidad que pone en juego la credibilidad y por lo tanto la operación misma”, sostuvo.

En el caso de los mensajes políticos Calvo indica que el Gaslighting funciona como sentidos que operan entre la mentira flagrante, la credulidad y el cambio político, lo que carcome las certezas de los votantes respecto de sus propias concepciones de democracia.

Por su parte, Pablo Boczkowski, especialista e investigador en medios, ciencia y tecnología de la Universidad de Northwestern en Chicago descartó que las fakes news sean la problemática central de la democracia actual, a la vez que señaló que los medios tradicionales de comunicación no tienen una influencia total y universalmente eficaz en las audiencias.

Al ser consultado por La Jornada, el académico consideró que las noticias falsas “existieron siempre” aunque, es elemental comprender que lo digital y las redes “se convirtieron en un aspecto central” de la práctica política.

“Las noticias falsas han existido durante tanto tiempo como las verdaderas. Un elemento que distingue el momento contemporáneo es la existencia de una infraestructura de información bastante novedosa con una escala, alcance y horizontalidad de los flujos de información, a diferencia de todo lo que habíamos visto antes. Facebook, por ejemplo, llega a más de mil millones de usuarios diariamente. Esta infraestructura permite a las personas crear contenido junto con las instituciones de medios establecidas, y no simplemente consumirlo. Esto, a su vez, ha permitido que se escuchen voces previamente silenciosas, no sólo en sus localidades sino en todo el mundo”, explica Boczkowski en un reciente artículo.

En tal sentido, el académico declaró que “ninguna herramienta está intrínsecamente atada y de manera exclusiva” a intereses particulares. “Las redes sociales colaboraron de manera contundente con la organización y visibilización de movimientos sociales; uno de los casos que merece ser reconocido es el de Ni Una Menos, en el que esta infraestructura sirve para articular y dinamizar las demandas”, puntualizó.

Boczkowski señaló que estamos frente a un proceso en el que tanto los medios tradicionales como la información científica se ven puestas en jaque por otros fenómenos culturales. El especialista ejemplificó la situación con la existencia de grupos de ciudadanos que impugnan la utilización de vacunas y medicamentos, muchas veces sin ningún tipo de certeza ni verdad contrastable y, también muchas veces, ayudados por la difusión de los medios. “Es un problema cuando los hechos se tornan en una cuestión de meras creencias. Otro caso muy importante es el del calentamiento global, que es una realidad perjudicial que no debería ser objeto de debate o creencias contrapuestas”, comentó y sugirió que esto genera redefiniciones y pujas respecto no sólo qué es el periodismo sino también la educación, la ciencia y la política entre otros aspectos.

En una coyuntura en la que Latinoamérica cierra un ciclo de gobiernos progresistas y comienza a surgir un nuevo reflujo neoliberal a nivel continental con fuerte incidencia en el terreno digital, el rol de las redes sociales y la información se impone como principal. La ambivalencia que caracteriza estas tecnologías -la más de las veces al servicio de enormes conglomerados, pero también siendo una herramienta de empoderamiento para la ciudadanía- es una de las contradicciones en las que viven nuestras democracias y que aún resta comprender; más aún, de acuerdo con los entrevistados, frente a una latente campaña electoral 2019 que poco a poco comienza a hervir las calles y las redes.

 

Nota correspondiente a la edición n° 535 del periódico La Jornada, del 28 de noviembre de 2018.

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