Por Evelina Ramírez

Nací en 1984, dos años después de que terminara la guerra. Aun así, no dejo de sentir una enorme tristeza por lo que significa cada 2 de abril en nuestro país. Malvinas duele, profundamente. Recorro las imágenes de los últimos días, de los familiares sentados en las tumbas, mirando fijamente la cruz blanca debajo de la cual ahora saben que están los restos de sus seres queridos.

En el cementerio de Darwin yacen unos 246 muertos en la guerra, 121 de los cuales permanecían sepultados con la designación “soldado argentino sólo conocido por Dios”. Tras un acuerdo entre los gobiernos, el Comité Internacional de la Cruz Roja realizó el año pasado, en conjunto con el Equipo Argentino de Antropología Forense, un trabajo de exhumación de las tumbas no identificadas y se recolectaron restos que fueron comparados con las muestras de ADN aportadas por 107 familias. Se lograron identificar un total de 90 cuerpos.

Me conmuevo… y desde ahí escribo este informe.

La guerra de Malvinas fue el último y desesperado intento de la Junta Militar por perpetuarse en el poder. Fue un resorte más del terrorismo de Estado implementado por una dictadura cívico-militar que secuestró y desapareció a personas, destruyó el aparato productivo nacional y se apropió de bebés y utilizó políticamente un reclamo legítimo como lo es la soberanía argentina sobre las islas.

El conflicto bélico dilapidó los avances diplomáticos que se veían alcanzando hasta el momento. En ese plano, el logro más importante hasta el momento fue la resolución 2065 de la Nacionales Unidas en el año 1965 donde se reconoce que hay una disputa de soberanía e insta a las partes a sentarse a dialogar.

Con el paso del tiempo, el 2 de abril se ha convertido en una fecha con una fuerte carga simbólica. En ese marco cobra una vital importancia, como reaseguro de legitimidad, la revalorización permanente del reclamo argentino no sólo a nivel exterior, sino también como voluntad expresa de la población local a no resignarse ante la dominación colonial sobre una parte de su territorio.

De forma irregular y no exenta de contradicciones, a partir de los primeros aniversarios sobre el conflicto bélico se fue consolidando a lo largo y ancho del país una política de reafirmación tanto del reclamo argentino por la soberanía de las islas, como así también de reconocimiento a los caídos y excombatientes, que se tradujo en diversos tipos de manifestaciones sobre el espacio público.

De esta manera, calles, escuelas, plazas, centros culturales, entre otros, comenzaron a llevar el nombre de lugares y protagonistas de aquellas jornadas de 1982, reforzándose así un sentimiento colectivo que no permite que el tema de Malvinas sea cubierto por un manto de olvido.

“El fenómeno de nombrar y renombrar espacios públicos con nombres de víctimas o catástrofes plantea una profunda ligazón con la necesidad de construir la historia reciente de nuestro país, atravesada por diferentes violencias. Al consagrar estos hechos, también los tornamos recordables para todos”, expresa al diario La Nación el licenciado Pedro Damián Orden, secretario General de la Asociación de Sociólogos de la República Argentina.

La denominación de los espacios públicos en nuestro país está muy asociada a la capacidad de los argentinos de construir una historia colectiva en la que las atrocidades no pasen inadvertidas.

En Villa Carlos Paz, por ejemplo, hay varios espacios públicos que refieren a la guerra. Por empezar, en el edificio municipal existe un friso que por la leyenda que figura en él fue colocado en abril de 1983, al cumplirse un año del inicio de la guerra. La imagen muestra a una mujer que abraza a las islas y se lee “I año de la gesta heroica”. Una posible interpretación es la de la madre patria que abraza a la “hermanita perdida”, tal como denominó Atahualpa Yupanqui a las Islas Malvinas. 

Tenemos un barrio que lleva el nombre de “Las Malvinas”. Según señala Edgardo Tántera en su libro “Historia de los barrios de Villa Carlos Paz”, el sector formaba parte del loteo de José Muñoz “pero el vecindario comenzó a llamarlo Las Malvinas por una de sus calles y actualmente ostenta ese nombre con orgullo por su gran significación y cuenta con el centro vecinal que tiene su sede propia (…)”.

Precisamente, la primera comisión directiva del Centro Vecinal data de 1987, una fecha próxima a la guerra. Hoy, la sede vecinal tiene en su nombre la imagen de las islas, pintadas con los colores celeste y blanco.

La mayoría de la toponimia urbana recuerda a los caídos en acción bélica. Una calle de la ciudad, en barrio Sol y Lago, lleva el nombre de Suboficial Ayudante Francisco Tomás Luna, un carlospacense que formaba parte del escuadrón Fénix de la Fuerza Aérea Argentina que operó durante la contienda de Malvinas efectuando contramedidas electrónicas con aviones Lear Jet de uso civil.

El 7 de Junio de 1982, mientras volaba a 13 mil metros de altura, su aeronave fue impactada por un misil Sea-Dart lanzado por un destructor ubicado en aguas del estrecho de San Carlos. Las últimas palabras que se escucharon provinieron de su piloto, el vice comodoro De la Colina, quien alcanzó a decir: “Nos dieron, no hay nada que hacer”. Eran las 9:02 hs. cuando el aparato se estrelló en la isla Borbón, llevándose consigo la vida de los cinco tripulantes, entre ellos la del carlospacense Francisco Tomás Luna.

 

Malvinas en las plazas

El 3 de abril de 1998 el Club Argentino de Servicios (CAS) erigió su monumento homenaje a los caídos en las Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Sobre el espacio verde ubicado sobre avenida San Martín, Florida y Costanera se instaló un mástil con una base que tiene el contorno de las Islas Malvinas y se colocó un avión Mirage III. La plaza lleva el nombre del CAS, una institución que nació el 26 de julio de 1982 y cuyo origen está fuertemente marcado por la guerra de Malvinas.

En una revista publicada en 2012 al cumplirse 30 años del nacimiento de la entidad, relatan que el contorno de las islas alrededor del mástil busca representar “el concepto patriótico de que cada vez que izamos el pabellón nacional, sea poniendo pie en nuestro territorio”.

En cuanto al avión, relatan que la Fuerza Aérea proporcionó un avión Mirage III “que había cumplido su vida útil y se encontraba en buen estado”. El avión fue restaurado y colocado en la plaza. “Finalizada la obra, el avión fue identificado con la matricula I-019 en homenaje a un avión de similares características piloteado por el capital Gustavo Argentino García Cuerva, derribado el 1 de mayo de 1982 después de haber combatido contra dos aviones Sea Harrier británicos, cayendo a escasos cinco mil metros al sur de la pista de Puerto Argentino”.

Debido a la imponente presencia que le brinda este monumento, la plaza ha terminado por convertirse en punto de encuentros de diferentes convocatorias ciudadanas.

Nos trasladamos ahora al sur de la ciudad, más precisamente en Sol y Río. Allí, desde el año 2010 la plaza del barrio lleva el nombre de Julio Rotea, un radioaficionado (matrícula LU3 HBR) de nuestra ciudad que junto a otros 18 cordobeses se presentó voluntariamente y como civil para brindar servicios en el marco de la contienda bélica.

19 radioaficionados pertenecientes al Radio Club Córdoba fueron convocados como civiles el día 15 de abril de 1982 en virtud de los decretos del Poder Ejecutivo Nacional, sujetos a leyes y reglamentos aeronáuticos militares, al no pertenecer ninguno de ellos a los cuadros de la reserva ni poseer jerarquía militar. La misión que les asignaron no solo era la observación aérea, sino también brindar detalles sobre posibles movimientos navales y terrestres. La orden recibida fue muy concreta, cambios cortos e información precisa.

Ante los constantes bombardeos y la falta de protección jurídica de los radioaficionados por ser civiles y no estar protegidos por la Convención de Ginebra, a partir del 7 de mayo comenzaron a ser reemplazados por personal militar.

Rotea se negó a regresar. Decidió permanecer en las islas junto a los soldados. Esta decisión permitió no sólo seguir detectando desplazamientos de reactores y palas enemigos, sino también facilitar la evacuación del guardacostas de la Prefectura Naval atacado cerca de Fox Point. Recién avanzado mayo fue reemplazado por personal militar y evacuado a la Base Cóndor en Darwin, donde continuó codo a codo junto a la tropa, hasta el día de la rendición.

En barrio Playas de Oro varias calles recuerdan a las islas Malvinas e Islas del Atlántico Sur (Puerto Argentino, Gran Malvina, Isla Soledad entre otras). En el corazón del barrio se encuentra la plaza Pucará. En el medio de la plaza está emplazada una pala de hélice que equipa al avión IA 58 Pucará. Según consigna la web especializada Mundo Sputnik, el Pucará (que en quechua significa fortaleza), realizó su primer vuelo el 20 de agosto de 1969. La aeronave fue diseñada por el ingeniero aeronáutico Aníbal Dreidemie, a pedido del Comando Aéreo Argentino.

“El Pucará tuvo un papel importante en la Guerra de las Malvinas de 1982, tanto en el asalto a los campamentos ingleses, como en la destrucción de helicópteros. Un helicóptero Westland Scout, del Ejército británico, fue derribado por un IA-58 Pucará durante el conflicto. También se destacó en la Batalla de Pradera del Ganso”, detalla la página.

Desde el 2015 en la plaza figura también la nómina de los integrantes del Escuadrón Aeromóvil IA-58 Pucará desplegados en las Islas Malvinas. Aparecen los nombres tanto de los pilotos e ingenieros aeronáuticos como de los mecánicos y responsables del sistema de armas.

La placa está acompañada por una imagen en mosaiquismo, desarrollada por Agustina Campilla y Mónica Boglione, con la cual se homenajea “a los pueblos originarios y a los héroes de Malvinas”. En la imagen aparece el rostro de un originario y la imagen de las islas, donde se ven soldados y niños alrededor. “Todos los días son Malvinas” se lee en una de las frases y agrega: “En honor a los 649 héroes”.

 

El recuerdo de Fernando Casado

Tenía 37 años y falleció el 13 de junio de 1982. Es decir, un día antes de que termine la guerra. Fue el último de los 55 pilotos que murió en la guerra. Al parecer, no pudo eyectarse del avión Canberra MK-62 en el que viajaba como copiloto junto a su compañero Roberto Pastrán, que sí pudo eyectarse. Fue derribado por un misil lanzado por las fuerzas de Gran Bretaña la noche del 13 de junio de 1982, a pocas horas de la rendición argentina.

En el cementerio de nuestra ciudad se emplaza un monumento funerario donde hay una placa colocada el 13 de junio de 1984 que dice: “En memoria del Mayor Fernando Juan Casado, quien amó esta ciudad deseando que sus restos descansaran en este cementerio. Entregó heroicamente su vida en pos de la recuperación de las Islas del Atlántico Sur. Murió en la gracia de Dios la noche del 13 de junio de 1982 cuando su avión fue derribado por el enemigo. Su cuerpo yace en el mar junto a las Malvinas, como el de muchos otros valientes, esperando la resurrección para que las generaciones venideras intenten la misma epopeya para gloria y grandeza de nuestra amada Patria”.  

En el año 2008, los restos óseos del oficial argentino fueron restituidos a su familia. Habían sido hallados en Puerto Enriqueta, una playa de Isla Soledad, en 1986, y permanecieron durante más de 20 años en la Central de Policía de las Islas Malvinas, según informó la Fuerza Aérea Argentina (FAA) en un comunicado.

El Banco Nacional Genético del Servicio de Inmunología del Hospital Durand, de la Capital Federal, confirmó que los restos óseos que enviaron las autoridades de las Islas Malvinas a Buenos Aires correspondían a Casado. Hoy, una plaza de Villa Carlos Paz lleva su nombre.

 

Memoria, verdad, justicia y soberanía

El historiador Alejandro Cattaruzza afirmó que en cada época de la historia “se realizan esfuerzos por ofrecer interpretaciones de algún segmento particularmente significativo del pasado”. Y en ese esfuerzo no sólo caben únicamente los libros y artículos de historia con pretensiones de cientificidad, sino también los ritos escolares, definición de los feriados y, por supuesto, la toponimia urbana.

“La instalación de un monumento o la imposición de un feriado, la movilización de un partido para homenajear a sus héroes, la exposición de argumentos más formalizados y eruditos de un historiador, y también de las discusiones que se suscitan alrededor de estas acciones, pueden ser concebidos como los puntos de condensación de un proceso de construcción de interpretaciones del pasado”, añade Cataruzza.

De eso se trata. A 36 años del inicio de la guerra de Malvinas, aún quedan muchas asignaturas pendientes en la búsqueda de la verdad, la memoria, la justicia y la soberanía.

 

Nuevo monumento, a los mártires

Enorme y dorado. Me quedo mirando con detenimiento y pienso. Es la primera vez que en un monumento para recordar lo que sucedió en Malvinas aparece una figura humana. Celebro la decisión. “Yo le llamo los mártires de Malvinas”, expresa con claridad Chiche López, el artista plástico autor de la obra que quedará inaugurada este 2 de abril en la plaza Casado.

“Siempre que puedo digo y repito que la guerra de Malvinas fue el manotazo de ahogado de un grupo de criminales que lo que quisieron fue persistir en el gobierno. Además, conducidos por un asesino y borracho como (Leopoldo Fortunato) Galtieri. Acá no me pueden hablar de soldados y de ejército. Aparte, detesto la guerra en todas sus formas.

“Yo viví muy bien esa época. Ya era adulto. Y siempre hablo de los mártires, porque eran un montón de chicos enviados a la carnicería que fue Malvinas, impiadosamente. Con enemigos peores desde adentro que desde afuera. Eran más enemigos los militares argentinos que los mandaron allá. Como me dijo un veterano los otros días: ‘esos señores que ni escucharon el ruido que hace una bala’. Sentados en sus escritorios, dirigían movimientos sin tener idea de lo que estaba pasando”, dijo.

Y remarcó: “No soporto hablar de otra cosa, porque fueron sacrificados. No niego que sean héroes, porque muchos tuvieron actos de arrojo y heroísmo. Pero a ninguno les preguntaron si quería ser un héroe. Fueron mártires, porque los llevaron a ser martirizados”.

El monumento fue promovido por el Centro de Veteranos de Malvinas Punilla Sur y el centro vecinal de barrio El Cu-Cú. “Este es un reconocimiento que le hacemos a los 649 soldados que quedaron en Malvinas”, resume Roberto Zárate integrante del Centro de Veteranos.

Los veteranos estuvieron 100% involucrados en conseguir los materiales y hacer posible este monumento. “Una de las cosas que hay que destacar es la participación de los hijos de los veteranos Ricardo Vélez y Lorenzo Gigena, porque se movilizaron mucho para traer y llevar todos los materiales”, destacó Francisco Cabrera, otro de los excombatientes.

A la hora de describir su trabajo, López reconoce que en sus obras siempre le interesa la visión del mundo a partir del ser humano. En el monumento a los mártires de Malvinas aparece un obelisco cuya forma está emparentada a las culturas originarias americanas. “Me inspiré en un obelisco de la cultura peruana, porque es nuestra Patria Grande”, describió el artista.

Las figuras de las islas aparecen en el obelisco y dentro de la estructura habrá tierra traída de las islas por un excombatiente.   

La figura humana, en tanto, se encuentra desnuda, despojada de uniformes. “Lo que busco en la desnudez es hablar del ser humano en su esencia. En una mano porta la bandera y la otra está cerrada con un puño levantado en señal de rebeldía”.

 

Nota correspondiente a la edición n° 508 del semanario La Jornada, del 02 de abril de 2018.

1 COMMENT

  1. He leído con atención emocionada el artículo sobre Malvinas que firma Evelina Martínez. Es una nota en la que trata muy ilustrativamente lo referente a los diversos testimonios munumentalistas que aquí en la Villa recuerdan aquel negro pasaje de nuestra historia y de la que debo agradecer especialmente lo que alude a la producción del monumento de mi autoría inaugurado el pasado 2 de abril en esta ciudad.
    Sus referencias citando mis comentarios con precisión y mucho respeto, se corresponden con un profesionalismo que aplaudo sinceramente y se condice también con la calidad editorial de La Jornada.
    ENRIQUE LOPEZ D’FRANZA / ESCULTOR

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