Los hilos de la historia: relatos de vida de la ex-Fábrica Textil

Por Evelina Ramírez

(Primera parte de un trabajo de recuperación histórica)

Tapa_396_la_jornada_06-12-15Quizás, para muchos habitantes de Villa Carlos Paz, hablar de la ex–fábrica textil inmediatamente trae a su mente la imagen de un edificio en ruinas, ubicado en la esquina de Uspallata y Brasil, en el corazón de barrio Miguel Muñoz “B”. O en la zona industrial, como se le denominó alguna vez.

Hoy, el municipio se propone remodelar una parte de esa inmensa infraestructura. Lo cierto es que esa mole de hormigón albergó cientos de historias de vida de trabajadoras y trabajadores. Y no es exageración, porque las fuentes consultadas para el presente informe de La Jornada hablan de que en el máximo de su esplendor, la fábrica albergó hasta 300 personas que cumplían sus funciones en tres turnos.

En la crónica que hizo para el periódico de la CGT de los Argentinos referida al Cordobazo, Rodolfo Walsh escribió: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas”.

La historiografía local tiene esa materia pendiente: recuperar la historia de las clases trabajadoras de Villa Carlos Paz.

Esa labor, quizás, nos corresponderá a nosotros mismos: los trabajadores y trabajadoras que queremos mantener viva las historias que nos identifican y nos definen.

 

Los comienzos

Salvo menciones esporádicas -las cuales hacen referencia a coloridas descripciones de establecimientos fabriles, talleres manufactureros y artesanales, y diversas personalidades relacionadas con algún tipo de actividad industrial, y sin que estos hechos estén debidamente analizados bajo un contexto explicativo de su surgimiento y evolución-, la industria no ha ocupado un lugar trascendental en los trabajos de los historiadores locales.

En los mismos, podemos encontrar un eje común de explicación sobre el crecimiento poblacional y edilicio de Villa Carlos Paz: de aquellas estancias modernas de principios de siglo (léase Santa Leocadia y La Quinta, por ejemplo), la confluencia de factores relacionados con el “progreso” de aquellos tiempos –inauguración de caminos, puentes, obras hidráulicas, la llegada de un turismo selectivo, etc.- fue abriendo paso lentamente a una incipiente urbanización del lugar, la cual adquirió finalmente un decidido e inevitable impulso como consecuencia tanto de la decadencia de las actividades rurales, como de la influencia hacia mediados del siglo XX de un nuevo fenómeno socioeconómico: el turismo masivo.

En un trabajo inédito, el historiador José Antonio Casas señala que durante los años 1950 y 1970 surgieron ciertas condiciones favorables para consolidar en Villa Carlos Paz un modelo productivo centralizado en las actividades manufactureras, y con éste la posibilidad de formación de una burguesía industrial sólidamente asentada y cohesionada tras grandes metas comunes.

Valiéndose de los aportes del historiador Waldo Ansaldi vertidos en su libro “Una industrialización fallida: Córdoba, 1880-1914”, Casas afirma que la emergencia y desarrollo del proceso de industrialización en Villa Carlos Paz durante las décadas del 50, 60 y 70 años estuvo ligado a la confluencia de una serie de factores.

Uno de ellos fue la decisión política de los gobiernos (provincial y municipal), que resultaron fundamentales para favorecer el establecimiento y desarrollo de las actividades industriales.

“Villa Carlos Paz se vio beneficiada en su desarrollo manufacturero por los efectos que causó la política económica del gobierno provincial durante este período, que convirtió a Córdoba en una de las economías industriales más importantes del país. Su cercanía al gran mercado consumidor que representaba la ciudad capitalina, así como las posibilidades de radicación que brindaba nuestra localidad a través de su gobierno y de sus recursos humanos y materiales, contribuyó a receptar una parte que, aunque mínima comparada al ‘monstruo’ cordobés, fue de gran importancia para la economía local”.

En este punto, bien vale mencionar que en junio de 1958 el municipio de Villa Carlos Paz, bajo la intendencia del socialista Juan García, estableció a través de la ordenanza 134 la eximición impositiva “de todas las tasas municipales, con excepción de los servicios a la propiedad, por el término de 10 años, a toda nueva industria que cumpliendo con los convenios y legislación laboral en vigencia, se establezca en el radio municipal”.

Esta fue la decisión que habilitó la radicación de industrias en Villa Carlos Paz.

Ese fue el origen de la Fábrica Textil. Y fue también su ocaso. Porque cuando terminó el periodo de eximición (y la política de promoción industrial no fue continuada), comenzó el proceso de emigración y cierre de las industrias. Así lo explica Manuel “Gallego” García, uno de los trabajadores que más tiempo estuvo en la textil.

“Era una maniobra que siempre hacen las empresas: a los 10 años se acababa el plazo que le habían dado de no pagar impuestos y amenazaron que se iban a ir. ¿Para qué? Para que la municipalidad le diera más años y así seguir. Le dieron 5 años más. Y en esos 5 años fue mermando, y a los 2 o 3 años  sacaron otro turno [de trabajo], quedando un solo turno. Fueron despidiendo gente, pero indemnizándola. Y así quedó un solo turno, que se lo fue manejando hasta que a los 15 años, más o menos, ya quedaba menos de un turno; si había 10 o 15 máquinas de una sección, trabajaban 5 o 6. Y así fuimos tirando hasta el 30 de abril de 1980, cuando cierra definitivamente. Habíamos quedado 40 y pico, nos indemnizaron a todos y listo”.

Otro de los factores que menciona Casas es la existencia confluencia de oficios artesanales (pequeños talleres de herrería, metalmecánica, carpintería) que permitían la generación de una mano de obra capaz de ser integrada en procesos fabriles más grandes. En este sentido, explica que “todo proceso de industrialización se nutre de la confluencia de distintas formas de producción (artesanado, sistema de trabajo a domicilio, taller manufacturero y la gran fábrica)”.

“En el caso concreto de nuestra localidad, el surgimiento de algunos emprendimientos fabriles en este sentido -como la fábrica de máquinas-herramientas WEKA y la fábrica de relojes Cu-Cú IRAC- contribuyeron a forjar dicha posibilidad, la cual, sin embargo, no alcanzará por diversas razones a tener el empuje transformador necesario que requería un sólido y firme proceso de industrialización”.

Textil Punilla y Textil Sierras de Córdoba

¿Cómo se llamaba la fábrica?, ¿qué se hacía ahí?, ¿cuánta gente trabajaba?, ¿quiénes eran los dueños?, ¿cuándo empezó a funcionar y cuándo cerró? Son las primeras preguntas que se disparan  a la hora de saber sobre el pasado de la ex –fábrica textil.

De los testimonios recopilados para este informe concluimos que la fábrica textil comenzó a funcionar en el año 1964. Manuel ingresó en el año 1965 y trabajó hasta el cierre definitivo de la fábrica, el 30 de abril de 1980. Fecha que tiene grabada en su memoria. Su esposa, Nelly, ingresó antes, cuando la fábrica recién abría. Tenía apenas 14 años.

“Empecé a trabajar cuando la fábrica no tenía ninguna máquina. Estaban los italianos armándolas. Era yo y otra empleada nada más. Éramos nosotras dos las primeras que entramos. Nos habían armado un pedacito así para que aprendiéramos a manejarlas, y después nosotras les enseñábamos a las que iban entrando. Y los italianos iban armando el resto de las máquinas; estuvieron meses, años”, recuerda Nelly, quien trabajó cinco años. Luego dejó su empleo por razones de maternidad.

El edificio fue armado específicamente para el funcionamiento de una fábrica textil. A medida que la producción fue creciendo, se ampliaron las instalaciones. El ingreso principal se hacía por calle Brasil, mientras que la entada por calle Uspallata, era la parte de atrás, por donde se ingresaba la lana para comenzar con la producción.

La empresa pertenecía a tres hermanos: Simón, Eduardo y León Ponieman, que vivían en Buenos Aires y tenían emprendimientos textiles en distintos puntos del país. “Tenían fábricas en Buenos Aires, en San Martín, en Olavarría, en Río Gallegos, en Trelew; tenían montones de fábricas. En el sur tenían estancias donde criaban las ovejas”, relató Manuel.

La maquinaria utilizada era importada y de funcionamiento casi automático. “La mayoría eran máquinas italianas. Los motores eran alemanes, eran los Siemmens. Después trajeron unas máquinas más modernas, que eran las acopladoras. Eran muy modernas, con luces, con todo. Se cortaba un hilo y ¡tac!, se prendía una luz y tenía como un robotito que ataba el hilo solo. Vos tocabas y listo”, describió Manuel.

En el lugar se producía material de hilandería que era enviado a la fábrica que los hermanos Ponienam tenían en Buenos Aires y que utilizaban en manufactura. Lisandro Quinteros, otro de los trabajadores que ingresó a trabajar en 1967 y permaneció durante 13 años, relató que cuál era el tratamiento que se le daba a la lana hasta ser convertida en bobinas de hilo.

“La lana venía en fardos que tenían como unos 50 kilos. Eran fardos grandes, rectangulares de unos 2 metros por 1. Venía la lana cruda y ahí entraba en una de las primeras máquinas que se llamaban las cardas. Esas cardas hacían el trabajo de hacer una bobina grande con una mecha de lana grande, con un espesor de unos 5 centímetros de diámetro. Ése era el primer paso. Se llamaba carda, porque la cardaba a la lana: la limpiaba, le sacaba algún palito y cosas que traía.

“De ahí ya pasaba a preparación. Era otra sección de maquinaria donde ya se iba afilando la lana. Empezaba con una mecha de 5 centímetros y que después se afinaba en diferentes máquinas y se le iba dando torsión. Se iba retorciendo la lana para hacer el hilo.

“Luego pasaba por 3 o 4 pasos antes de llegar hasta la máquina continua. Esta máquina ya hacía el hilado que salía de la fábrica. En esta máquina se mezclaba, por ejemplo, acá se ponían diferentes bobinas con acrílico, con diferentes mezclas que lleva la lana. Ese hilo salía mezclado con los productos que se agregaban a la lana pura. Este hilo luego iba a Buenos Aires al teñido”, describió.

Si uno recorre hoy las instalaciones de la ex–fábrica textil, se encuentra con un sector donde permanecen las ruinas de grandes calderas. Consultados sobre la función que cumplían estas máquinas, Manuel dijo que era para la emisión de vapor tendiente a aplacar el polvo y las pelusas que va dejando la lana a lo largo de su tratamiento. Además, se humedecía el ambiente para evitar que los hilos de lana se corten.

“Las calderas daban agua caliente y calefacción a toda la fábrica. La lana tenía que trabajarse a una temperatura no mayor a 24 grados. Si había mucho calor y humedad la lana se pegaba en las máquinas y se hacía un desastre”, describió.

Apenas se abrió la fábrica, la forma de humedecer la lana era mucho más precaria. “Al principio, cuando no había humedad, debajo de las máquinas tiraban agua. Nosotros andábamos arriba del agua atendiendo las máquinas para que hiciera vapor, porque si no era imposible que las máquinas anduvieran bien”, relató Nelly.

“Había por arriba todas estructuras de caños que tiraban el calor. Pasaron unos años y pusieron todo equipos de aire acondicionado y vos lo regulabas”, añadió Manuel.

En el predio de la textil también hay había seis chalets tipo dúplex (que hoy pertenecen a la base policial “El nido”). Allí vivían el administrador general, el capataz general y cuatro capataces más. “Esos no eran de acá; todos vinieron de Buenos Aires. El administrador y el capataz general son los primeros que vinieron. Después vinieron los otros”, recordó Manuel.

En el máximo apogeo de la producción (a fines de los ‘60 y comienzo de los ‘70), la empresa llegó a producir en tres turnos. “Había dos turnos de día y uno de noche. En el día, la mayoría eran mujeres, y a la noche hombres solos, cerca de 40. La diferencia era que los que trabajaban de noche ganaban un 30 por ciento más”, recordó Héctor “Chueco” Salgado, que ingresó a trabajar con 16 años y fue empleado de la textil durante 11 años.

Hay quienes estiman que en este tiempo de crecimiento productivo hubo unas 240 personas trabajando en la textil. Otros sugieren que eran 300.

El censo municipal del año 1964 da cuenta de una población de 11.074 personas; y el de 1970, de 19.266. En este punto, bien vale citar de nuevo el trabajo del historiador Casas, quien afirma que el desarrollo de esta incipiente industria también implica un aporte en los procesos de urbanización de Villa Carlos Paz, aunque reconociendo que fue menor a la contribución que tuvo en sí el turismo.

“Sin entrar en el interminable debate sobre el nivel de influencia que tienen entre sí la urbanización y la industrialización, creemos que la interdependencia entre estos factores hace posible que los mismos, al estimularse continuamente, contribuyan notablemente a su propia reproducción (…). En el caso específico de Villa Carlos Paz, podremos constatar que si bien la industrialización emergente durante este período contribuyó de manera importante al proceso de urbanización de la localidad –al mismo tiempo que se servía de ella (mano de obra, servicios de energía eléctrica y agua, entre otros) para asegurar su propia existencia-, ésta no dependió de este desarrollo productivo en igual medida que influyó sobre la misma, y de manera mucho más trascendental, las actividades relacionadas directa e indirectamente con el turismo masivo”, escribe.

Otra de las cuestiones valoradas por los trabajadores y trabajadoras es que el salario era bueno. “Como fuente de trabajo –contó Manuel- a nosotros nos favoreció un montón, en todo sentido. No te voy a decir que sobraba plata, pero no nos faltó. Ni para nosotros ni para los chicos. Inclusive para hacer la casa, y laburando mucho. Si hubiera hecho sólo las 8 horas quizás no hubiera hecho la casa, pero no hubiéramos vivido mal tampoco porque era bueno el sueldo en comparación a otras cosas”.

Por su parte, Lisandro comentó que su primo Obdulio “Lulo” Llanos trabajaba en la empresa Fiat y recibían pagas similares. “Siempre veíamos los recibos y ganábamos más o menos lo mismo nosotros que lo que ganaba él, que era especializado en afilados en la Fiat. O sea, teníamos un sueldo bastante bueno”, valoró.

 

El neoliberalismo y la resistencia obrera

El valioso aporte de las políticas estatales estuvo limitado, en el caso carlospacense, no sólo por los obstáculos propios de diverso tipo que cercenaban las posibilidades de crecimiento de la actividad industrial, sino también por los condicionantes externos, sobre todo en el plano nacional.

Como sostiene el economista Aldo Ferrer, el fracaso de alcanzar un desarrollo industrial integrado, contribuyó gradual e inexorablemente a impedir que el país consolidara el modelo de industrialización surgido a mediados del siglo XX. Ello fue provocando un lento, pero inexorable, proceso de desindustrialización que fue quitando progresivamente todo tipo de incentivos para invertir en este campo productivo.

“Las mejores condiciones estructurales y coyunturales que favorecían la actividad turística interna fortalecieron la posición socioeconómica y, por ende, política de los sectores de la burguesía vinculados con la misma (comerciantes, hoteleros, gastronómicos, inmobiliarios, etc.), los cuales al construir sólidos y cohesionados vínculos institucionales lograron adquirir cada vez más posiciones de decisión políticas, a partir de las cuales fueron imponiendo un modelo de ciudad favorable, sobre todo, a sus intereses”, expresa Casas en su escrito.

En efecto, la no continuidad de las políticas de eximición impositiva para la actividad industrial trajo consecuencias. Como vimos, al comienzo se le otorgó a las nuevas industrias, una exención de las tasas municipales por 10 años. Una vez vencido el plazo, se solicitó la extensión de ese permiso. Así lo recuerda Manuel García: “Cuando se cumple el plazo iban a empezar a cobrarles, y es ahí cuando los patrones amenazan a la municipalidad con que iban a levantar la fábrica si el cobraban impuestos. Por eso la municipalidad le dio cinco años más”.

En esa extensión de la eximición se da también el cambio de nombre de la fábrica, que de llamarse “Textil Punilla” pasó a tener el nombre de “Textil Sierras de Córdoba”. El recibo de sueldo aportado por Lisandro Quinteros para esta nota tiene fecha de noviembre de 1979, y allí figura el nombre “Textil Sierras de Córdoba”.

Las fuentes consultadas para este informe coinciden en señalar que la no continuidad de la política de eximición impositiva para la industria fue la que generó el cierre de la fábrica textil. “Creo que le iban a empezar a cobrar los impuestos y parece que por ahí vino el problema”, responde dubitativo Héctor Salgado.

“Cerró porque se le terminaron los 10 o 15 años sin pagar impuestos para que se radiquen [las fábricas]. Eso es lo que argumentaron ellos [los dueños], que no les convenía. Y mirá que dejaron ese edificio, por lo que debía ser mucho lo que tenían que pagar en impuestos para que se vayan a otro lugar y tener que hacer otro edificio. Antes de pagar impuestos se van. Hay zonas industriales por todos lados. Se fueron a Trelew; debe ser que había un parque industrial ahí y que les daban tantos años sin pagar impuestos”, precisó con más detalle Lisandro Quinteros.

En efecto, según los consultados, la fábrica se trasladó a Trelew. Incluso, a algunos de los trabajadores se les ofreció empleo allí, en el sur del país. Pero fueron muy pocos los que accedieron. “A mí me ofrecieron ir, pero les dije que no; no soy de andar. Aparte habían ido unos de acá y habían comentado que era difícil vivir para uno que no está preparado para ese clima. Me habían ofrecido llevarme, ir con la familia; pero no ofrecieron llevar a todos”, dijo Manuel Quinteros.

A este panorama local se suma también la implementación de medidas neoliberales a partir de la instauración de la dictadura cívico-militar. Medidas basadas en la apertura de importaciones, la desregulación de la económica y la no protección de la industria nacional.

Así lo cuenta con claridad la propia Nelly, desde un relato vivencial y humano. “Vino Martínez de Hoz e hizo un desastre con las textiles. Acá eran casi 300 familias que vivían de eso”, cuenta.

Su marido Manuel completa: “En el tiempo de Martínez de Hoz, la fábrica fue decayendo y fueron despidiendo, más a los hombres porque se sacó el turno noche. Eso fue como a los 10 u 11 años de que estaba en la fábrica. Quedaron los dos turnos de día y algunos hombres pasaron a trabajar de día para ciertas cosas y a otros lo indemnizaron. Después siguió la fábrica, pero todos veíamos que no iba bien (…). Fueron despidiendo gente, pero indemnizándola. Y así quedó un solo turno, que se lo fue manejando hasta que a los 15 años, más o menos, ya quedaba menos de un turno; si había 10 o 15 máquinas de una sección, trabajaban 5 o 6. Y así fuimos tirando hasta el 30 de abril de 1980, cuando cierra definitivamente. Habíamos quedado 40 y pico, nos indemnizaron a todos y listo”.

Pero el cierre de la textil no se dio sin resistencia. La fábrica fue tomada por sus trabajadores cuando empezó el  proceso de desguace. “Ya habían echado gente y no daba para más. Había desarmado un 30% de la fábrica, y se corría la bolilla de que la iban a cerrar, y fue ahí que tomamos la fábrica. Yo también era capataz, pero era mi trabajo. Así que tomamos la fábrica y estuvimos ahí una semana. No los dejábamos entrar. Sólo dejábamos entrar al capataz y al administrador y los controlábamos”, contó Manuel.

Sobre esos días, Lisandro recordó que estaba de vacaciones. “Cuando vine me enteré del quilombo que había en la fábrica. Habían tomado la fábrica los empleados y no dejaban entrar a los que querían venir a trabajar, porque habían traído gente de Buenos Aires. En Buenos Aires tenían 2 o 3 fábricas más, y trajeron gente de allá para desarmar las máquinas y acá no se les permitió. Y así estuvimos como una semana o poco más, haciendo guardia en la fábrica. Nosotros tomamos a la fábrica para que no desarmen las máquinas; no dejábamos entrar a la gente que ellos habían traído para eso. Después trajeron orden del juez y nos tuvimos que retirar. Vino la policía, fue un quilombo grande”.

En esos días, el rol activo que asumió la Asociación Obrera Textil, fue fundamental. “Era un gremio fuerte-recuerda Manuel-. Cada fábrica tenía sus delegados. La sede estaba en Córdoba capital. Y eran parte de la Asociación Obrera Textil, que era nacional. Tenía su secretario general en Buenos Aires, y los secretarios en cada provincia en que había textiles. Había muchas textiles en la parte de Corrientes, Entre Ríos”, describió.

Tras el episodio de la toma de la fábrica, los ánimos se calmaron, pero la decisión de cerrar la fábrica ya estaba tomada. La forma de tranquilizar a los trabajadores fue comprometiéndose a cumplir con las indemnizaciones, respetando los años de antigüedad trabajando, como corresponde.  “Ellos pagaron indemnización a todo el mundo. A nadie dejaron de pagarle. Vos tenías 8 años (de antigüedad) y te pagaban como correspondía”, dijo Manuel.

 

Continuará

 

Nota correspondiente a la edición n° 396 del semanario La Jornada, del 06 de diciembre de 2015.

4 COMMENTS

  1. Excelente nota!!! Yo no creo que fuese el cierre por tener que pagar impuestos, dado que vencía el tiempo de gracia, mas bien me inclino por la sustitución de importaciones, que devino en la no protección de la industria nacional. Tal y como preveo que sucederá pronto. Yo, como tantos otros, lo sufrí en menor medida, porque mi negocio era pequeño, pero también me mataron los chinos, hindúes y otros foráneos que entraron mercadería de calidad inferior y producidas por esclavos con las que no se podía competir. Me acuerdo de M de Hoz y vomito, aún hoy en día.

  2. Sucederá pronto? SUCEDE hoy! todo es Chino o brasilero! o se creyeron que en este pais se fabrican celulares, televisores, heladeras, etc, etc,etc? se arman, no se fabrica nada! algunos plasticos locos,el telgopor y la caja de embalaje. Las fabricas que mas mano de obra ocupaban que era la metalmecanica la mayoria cerraron y se fueron a Brasil, donde ademas de ser mas rentable tienen seguridad juridica. Ojala este nuevo gobierno sea serio y respete la constitucion.

    • Marìa: por empezar el hecho de que se armen productos industriales en nuestro país no significa que no ello no genere mano de obra; al contrario, se necesitan trabajadores para embalar las piezas que se fabrican afuera, lo cual da por tierra tu afirmación sobre el no valor laboral de existe tipo de emprendimientos. Tu propio argumento da también por inválido que hoy “todo es chino y brasilero”, pues si se arman estos productos acá hay que aceptar que por lo menos una parte de la ganancia se queda aquí, pues debe pagarse la mano de obra, el transporte y aquellos productos complementarios que se fabrican aquí y que en algunas ocasiones complementan la cadena de valor. Además, cómo invaden todo con el “terrible” cepo que hay?
      Con respecto a tu aseveración de que la mayoría de las metalmecánicas se fueron a Brasil sería interesante que brindaras la fuente que le da sustento a esta argumentación. Te lo agradecería mucho. A su vez, mencionás el hecho de que las razones por las que se fueron, supuestamente, a Brasil se dan por la seguridad jurídica de ese país (mirá vos, el mismo que donde su presidenta tiene iniciado un proceso de revocatoria en el poder legislativo y donde el escándalo de Petrobrás ha sacudido dicho gobierno por la increíble red de corrupción empresarial y política), y que allí es más rentable. Lástima que no hayas mencionado por qué es más rentable, o simplemente no hayas utilizado el clásico eufemismo neoliberal de la falta de competencia de nuestro país. Pues bien, lo que te faltó decir es que la falta de trentabilidad se debe a que el costo salarial en dólares es más alto en Argentina que Brasil; ergo, según vos habría que bajar el sueldo de los laburantes criollos para que se queden las empresas aquí. Y guarda con joder con paritarias!!
      También dejás de explicar qué significa ser serio en economía (abrir importaciones? devaluar para ganar competitividad? reducir la participación del salario en el ingreso nacional para favorecer un modelo de acumulación? favorecer el envío de remesas al exterior por parte de las empresas extranjeras?), como tampoco lo hacés en referencia con el respeto a la constitución.
      Por último, si realmente te importa el desarrollo industrial, deberías exigir al nuevo gobierno que siga apoyando la inversión en ciencia y tecnología, porque sólo podremos fabricar totalmente un producto industrial si poseemos el conocimiento para hacerlo. También reclamale las medidas de protección a la naciente industria (créditos blandos, altos aranceles para la impportación de poroductos que compitan con nuestra industris, control de cambio, etc.), ya que ninguna experiencia exitosa de industrialización nació respetando el paradigma del libre comercio. El primer paso en tal sentido implica que la industria se sustente en el mercado interno, por lo que debemos luchar no por reducir el salario real de los trabajadores, sino de reforzarlo aún más aplicando la lógica neokeynesiana de estímulo a la demanda. No hay que olvidar que las políticas de apertura comercial y financiera que se aplicaron en 1976 y 1989 implicaron la devastación del aparato industrial, erigiéndose en su lugar un régimen de valorización financiera del capital (te recomiendo leer los trabajos de Eduardo Basualdo).
      En resumen, ya que parece interesarte el desarrollo industrial autónomo, única vía de asegurar en un modelo capitalista como el nuestro la soberanía económica, creo que no vas a tener ninguna duda acerca del camino a seguir. Saludos.

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