Hasta que salga el sol: los jóvenes de Villa Carlos Paz y la fiesta

Por Felipe Etkin

Cae la noche. Viernes o tal vez sábado. Empiezan a correr mensajes de texto, audios y cientos de bites en las redes sociales. “¿Qué pinta esta noche?”, quizás no sea la pregunta más filosófica ni trascendental que elucubra la mente de una persona en su juventud; no obstante, puede ser de las más recurrentes. Lejos de toda trivialidad, las posibles respuestas a esta inquietud son indicadores de qué buscan -buscamos- los jóvenes en los pasillos y andanzas nocturnas para cerrar un ciclo de cinco días donde la tarea, los trabajos prácticos, el laburo y la rutina, en fin, parecen quedar atrás.

Es detrás de este eterno retorno al fin de semana en donde el ocio se materializa en el consumo -muchas veces ejercido con la misma vehemencia que obliga la rutina semanal- y donde los deseos, broncas y alegrías de los días anteriores son redimidos en un manantial de alcohol, amigos, músicas y bailes.

Villa Carlos Paz -como ciudad turística- ofrece un gran repertorio de boliches, pubs, bares y otros locales destinados exclusivamente a la diversión y consumo nocturno. Por fuera de estos sitios legales y legítimos, muchos jóvenes eligen otras propuestas en las que se sienten más cómodos y libres; ya sea para evitar los precios abusivos de los locales o para evadir los límites de la ley.

En este marco, algunos padres preocupados por las salidas de sus hijos han manifestado que en nuestra ciudad existe un conflicto latente con la desregulación de los eventos privados. Es que afirman que existe un fenómeno en alza que, de no ser abordado, puede irse de las manos y generar daños para quienes frecuentan estos espacios.

La noche y los jóvenes generan, en este sentido, una gran cantidad de tensiones sin resolver: fiestas de centenares de jóvenes (muchos de ellos menores) la ingesta desmedida de alcohol; junto con la seguridad urbana, las ordenanzas municipales, las diferencias de consumo entre clases sociales y el espíritu de lucro de los dueños de discotecas. Un coctel complejo en el entramado de la negligencia política, los dividendos empresariales y las decisiones de los pibes.

¿Qué eligen hacer los adolescentes a la noche? ¿Qué consumen? ¿Por qué eligen determinadas salidas? ¿Cómo debe regularse la noche?

 

Los límites de la ley

Rubén García, director de Seguridad VCP del municipio, aseguró que cuando toman conocimiento de la realización de una fiesta en una propiedad privada que tendrá gran convocatoria, las autoridades notifican a las personas para que desistan de hacerlo. “Algunas veces las publican en Facebook y logramos identificarlas por ese medio. Hemos persuadido a los organizadores de muchas fiestas para que no se hagan, fundamentalmente por haberlos informado de todos los alcances de las ordenanzas”, indicó el funcionario.

“Al respecto hemos tenido denuncias, frente a lo cual el personal va a realizar la advertencia correspondiente por ruidos molestos y si no se logra conseguir que se baje la música se labran actas que pasan al tribunal de Faltas. Esto puede devenir en multas. En el caso de que la fiesta este excedida solicitamos colaboración a la policía para que ellos estudien la situación para actuar en conjunto”, manifestó.

Si bien García aseguró que en la ciudad siempre hubo una gran cantidad de eventos de este tipo, descartó que en el último tiempo se haya incrementado el número; aunque “se detectan más casos en la temporada” cuando vienen grupos de personas.

Consultado con respecto al marco legal bajo el cual se encuentran reguladas las fiestas privadas, el funcionario comentó que “depende” del alcance de cada caso. “Cada uno tiene la facultad de festejar dentro de su propiedad privada, el problema es cuando esto se desboca, cuando hay convocatorias por las redes sociales, se cobra entrada y el volumen de la música es excesivo”, expresó.

Finalmente, García indicó que desde el ámbito municipal no han tenido ni detectado “problemas mayores” con este tipo de eventos.

 

La noche se enciende

Luciano es un joven de 20 años que vive en nuestra ciudad, conoce en profundidad la oferta nocturna y explica con precisión acerca de las diferentes prácticas y gustos que tienen los jóvenes de distintas edades en Villa Carlos Paz. Comentó que generalmente elige salir a casas particulares porque “se llenan de gente” los boliches. “Somos muchos los que elegimos juntarnos a tomar en casas y hacer jodas invitando a nuestros amigos y gente del barrio para que no esté repleto de turistas”, explicó.

Luciano negó haber asistido a fiestas grandes en el último tiempo, pero indicó que el año pasado se realizó “una joda enorme que se fue de las manos” en una casa grande: “Terminó todo bastante mal por peleas y heridos, pero fue un ejemplo muy particular de uno en un millón que se hacen todos los fines de semana”.

Por otra parte, el joven precisó que tiene un hermano menor, de 13 años, que generalmente asiste a matinée con los compañeros de curso; aunque muchas veces van al trasnoche de cualquier boliche consiguiendo DNI prestados de algún conocido mayor.

Los que son unos años más grandes, según Luciano eligen otras propuestas. Es el caso de quienes rondan los 16 y 17 años. “En esas edades ahora hay mucha movida con el rap, que no tiene nada que ver con los boliches y muchos chicos eligen juntarse en casas o plazas a hacer eso”, observó.

Finalmente, para el caso de los mayores de edad, el carlospacense opinó que se divide en un 50 por ciento que van al boliche y otro 50 por ciento que elige fiestas y juntadas.

Consultado con respecto a su evaluación acerca de la seguridad en las distintas opciones nocturnas el joven expresó: “En los boliches estás adentro de un establecimiento, pero para ir y salir tampoco te cuida nadie. Nada quita que vayas a un boliche y tengas la misma inseguridad que al ir a cualquier fiesta”.

Por su parte, Micaela, de 16 años, considera que la propuesta de los boliches no le interesa, por lo que elige salir a fiestas y reuniones con amigos. “Cuando era más chica mis amigas querían ir al matinée, pero a mí no me gustaba mucho. Hoy en día algunas amigas salen a bailar, pero otras preferimos otras cosas. Algunos porque les parece mejor juntarse en una plaza a tomar una cerveza y otros porque directamente no tienen plata para bancar la salida en el boliche”, relató.

La adolescente aseguró que todos los fines de semana hay una fiesta; pero que “el problema es que cae la cana” y todo se termina cerca de las tres de la mañana. “Como sabemos que pasa eso hay oportunidades en las que decidimos no ir cuando son muy lejos, por ejemplo, en Playas de Oro, y nos quedamos más cerca tomando y fumando algo en la casa de algún conocido”, subrayó Micaela, quien pertenece a un grupo de 17 amigos que se reúnen todos los fines de semana y ahora, en vacaciones escolares, la mayoría de los días.

En su caso, elige no ir a los boliches por la plata que esto significa y porque prefiere “un lugar más tranquilo” donde pueda charlar con sus amigos. “En las fiestas puedo pasar la noche con mis amigos; en los boliches estás todo el tiempo rodeada de gente que no conocés y que si quiere te toca la cola todo el tiempo. La verdad que eso no me gusta”, confesó.

La estudiante evaluó que uno no elige las cosas por la seguridad que tienen sino por dónde la pasa mejor. “Aunque no lo parezca los boliches también son peligrosos; porque siendo mujer cualquiera te puede agarrar y no soltarte adentro del boliche por más que le estés diciendo que se vaya y te deje en paz. Los encargados de seguridad tampoco ayudan en esos casos”, sostuvo.

Por otra parte, en relación a la ubicación de las fiestas en casas particulares, la joven indicó que se realizan en distintos lados de la ciudad y que generalmente cobran 20 pesos de entrada para los gastos comunes. Adentro cada uno lleva sus bebidas o aporta dinero para pagarlas. “Después de eso, cuando clausuran la fiesta, nos vamos a la casa de algún amigo y nos quedamos ahí siguiendo la juntada hasta que se hace de día”, explicó.

 

Una perspectiva desde la salud y la psicología

“Al tratar las problemáticas relacionadas con los jóvenes y la noche, hay que tener en cuenta que todas las conductas están insertas en un contexto sociocultural específico y no se pueden analizar de forma aislada. Villa Carlos Paz es una sociedad muy particular, que hace malabares entre ser una villa tranquila o un epicentro de fiesta y descontrol; se encuentra atravesada por la relevancia social que tienen los boliches, la temporada, pero también la calma de las sierras y el deseo de tranquilidad de los vecinos”, observó la doctoranda en psicología Paula Etkin (UNC, Argentina – Universitat Jaume I, España).

La investigadora comentó que para estos grupos la “socialización con los pares y el acceso a espacios de ocio” es fundamental para su desarrollo; y que el prohibicionismo no sería la salida más adecuada. “Es tarea de la sociedad brindar estos espacios, así como también regular sus condiciones en pos de la salud de las personas. En el caso de los jóvenes adultos que optan por realizar eventos privados en sus casas, no considero que restringir sus posibilidades de recreación sea acertado, por el contrario, puede pensarse en poner a disposición de este grupo nuevos espacios y distintas alternativas que se consideren más saludables, dando la opción de elegir”, observó.

Más allá del sitio al que decidan asistir los jóvenes, la profesional alertó sobre una práctica muy establecida en los jóvenes que asisten a locales bailables: la previa. “En el momento en que un grupo de jóvenes o adolescentes se junta antes de salir a otro lugar, normalmente un boliche, donde se escucha música, socializa y normalmente se beben grandes cantidades de alcohol. Esta práctica implica generalmente un consumo intensivo en un corto periodo de tiempo, un atracón (conocido como binge drinking) que resulta sumamente riesgoso por el nivel de intoxicación que provoca”, explicó la psicóloga.

En este sentido, la investigación científica confirmaría estos postulados, puesto que distintos estudios encontraron que los jóvenes que más asisten a previas presentan un mayor consumo de alcohol y desarrollan más cantidad de problemas asociados a su consumo. Asimismo, la evidencia empírica indica que cuanto más temprano una persona empieza a beber alcohol mayor es la probabilidad de que más adelante presente problemas de consumo. Es decir que cuando hablamos de adolescentes la situación es más compleja que con los jóvenes. “Se trata de menores de edad en un periodo sensible; el cerebro en la adolescencia temprana se encuentra en pleno desarrollo, para ello se expone a experiencias novedosas e incluso son propensos a comportamientos riesgosos e impulsivos, que resultan naturales en esta etapa. Por esto, se considera que es una etapa de vulnerabilidad en relación al consumo problemático de drogas”. Al respecto, la especialista precisó que durante los años de secundaria aumenta de manera importante el porcentaje de adolescentes que consume alcohol y que hay estudios que indican que la mitad de los chicos de 13 y 14 años, ocho de cada diez de 15 y 16 años, y nueve de cada diez de 17 y 18 años, tomó alcohol alguna vez en la vida.

Frente a este estado de situación, uno de los debates elementales es cuál es el tipo de políticas de prevención que se deben desarrollar desde el Estado. Los avances en materia de psicología evidenciarían que antes de restringir, lo ideal es crear pluralidad de oportunidades: “Es muy importante que jóvenes y adolescentes cuenten con espacios de ocio alternativo, diferentes ámbitos de socialización con pares, propuestas de aprendizajes extracurriculares, como las artes, los deportes, e incluso los videojuegos. Este amplio abanico de posibilidades disponibles, fundamentalmente para los y las adolescentes, puede hacer la diferencia en las estadísticas de consumo. Por otra parte, el apoyo social y los vínculos familiares han demostrado ser factores muy importantes para la prevención del consumo problemático”.

En tal aspecto y con este panorama, el debate público debería versar sobre qué caminos posibles existen para encarar este tipo de acciones y cuál es la perspectiva propuesta por los especialistas. De acuerdo con la psicóloga, en prevención “no existe una fórmula mágica universal” ya que depende de cada comunidad, aunque hay modelos que han demostrado funcionar mejor que otros. “Mientras las políticas de corte prohibicionista históricamente no han dado mucho resultado, las estrategias de reducción de riesgos y daños han ido adquiriendo peso y apoyo. Su eje es disminuir las consecuencias negativas de comportamientos complejos, por ejemplo, el consumo de sustancias, entendiendo que no dejará de existir en nuestra sociedad, que ignorarlo o perseguirlo no sirve y que es posible pensar en estrategias que protejan a quien decidió consumir”, concluyó.

 

Nota correspondiente a la edición n° 524 del semanario La Jornada, del 23 de julio de 2018.

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