La reconocida fotógrafa Adriana Fossa fue una de las afectadas por el fuego en San Antonio de Arredondo. Tiene su vivienda al pie de la montana, en el ingreso a la localidad. “El terreno lo compró mi abuelo, cuando se vino a vivir a Argentina. Con mis primos y mis hermanos nos salió el PROCREAR y con eso construimos las viviendas. Cada uno eligió su lote y yo preferí el último, al pie de la montaña porque siempre me pareció hermoso. Estaba en la ladera, en la zona de la quebrada y rodeada de árboles autóctonos”, describió.

La casa fue levantada con ayuda de trabajadores de la Cooperativa El panal. De hecho, Fossa describió que fue a partir de la sugerencia de Jorge “el Negro” Aguirre que la vivienda contaba con una manguera de 400 metros y de 50 milímetros de diámetro. “Me dijeron: ‘Esto es para cuando vengan los incendios forestales’. Yo les dije que no iban a venir, que mantendríamos el terreno limpio. Y lo mismo sucedió. Aun con terreno limpio, el fuego llegó. El fuego tiene vida propia”, dijo.

Todo el entorno natural de su vivienda y las de su familia fue devorado por las llamas, pero las construcciones no fueron afectadas.

“El monte se quemó todo, y es indignante y triste. Cuando subo veo la magnitud del daño y es tremendo. Nosotros hicimos senderos como para poder pasear, reconocer pájaros, animales. Somos una familia de montaña y hacemos vida ecológica. En cinco minutos se quemó todo. Vino el fuego y en una oleada de viento, comenzó a arder todo. Estábamos preparados. Hacía días que estábamos en vela, con todo el incendio arriba de la montaña. Los bomberos estaban apostados uno en cada casa de la zona, no solo en nuestro campo sino también en las viviendas vecinas. Se fueron cinco minutos a apagar otro foco y ahí fue cuando el fuego dijo ‘ahí voy’ y atacó por todos lados. La gente gritaba. Desde la ruta se bajaban a apagar el fuego. No sabemos quiénes eran, pero aparecieron con baldes y mangueras… con lo que había a mano”, relató la fotógrafa.

Y remarcó: “Es como si nos hubieran bajado al infierno y ahí nos tenían acorralados. Las llamas eran altísimas. De una magnitud que quedábamos chiquitos. Sentíamos una gran impotencia al no poder hacer nada. Los árboles gritaban. Se los escuchaba crujir”.

Fossa señaló que en un momento, cuando el fuego llego a metros de las viviendas, tomó la decisión de dejar el lugar e irse: “Me dije: ‘vámonos, que se queme’. Mis viejos, que son personas de más de 70 años, iban y venían. Nos abrazábamos. Cuando el fuego ya estaba adentro del perímetro, dije ‘vámonos, dejemos la casa’. No quería quedar encerrada por un par de trapos. Si se quemaba, después veríamos como reconstruir. Solo atiné a sacar mi máquina de fotos y los discos duros que tengo con trabajo e imágenes de mis hijas. Nadie había sacado nada de su casa antes. Realmente no pensamos que sería tan trágico”.

En su carrera como fotógrafa, Adriana Fossa ha estado cubriendo incendios. Pero vivirlo en primera persona implica una experiencia totalmente diferente.

“He cubierto incendios. He sido fotoperiodista. Mis fotos han sido tapa de La Voz del Interior y de muchos medios. He estado en incendios en Cuesta Blanca, en la zona de las Altas Cumbres, en Carlos Paz Sierras. Y en esos casos, ves el fuego como algo ajeno. Lo ves desde el lente, pero esta vez me tocó vivirlo en sangre. Hasta tuve miedo de que alguien muera apagando el fuego. La gente daba todo”.

Fotos: Luis Tórtolo

Nota correspondiente a la edición n° 557 del periódico La Jornada, del 30 de setiembre de 2020.

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