Fernando Soriano: “Cultivar es combatir el narcotráfico”

Por Agustina Sosa

A Fernando Soriano le gusta que le digan “Fero”. Este periodista, de aspecto jovial y relajado, se mete de lleno en uno de los debates más polémicos de la actualidad: el consumo medicinal y recreativo de cannabis. Es que, como bien explica, no se trata de una cuestión individualista sino de un tema de salud pública. En su libro “Marihuana. La historia. De Manuel Belgrano a las copas cannábicas”, Soriano explica la relación de los argentinos (incluido el prócer anteriormente mencionado) con la planta, y nos permite, fundamentalmente, sacar nuestras propias conclusiones.

– Hace ya dos años que se sancionó la Ley Nacional de Uso Medicinal de Cannabis y sin embargo pareciera que la ley no se cumple, ¿a qué creés que se debe?

– Bueno, no es que pareciera que no se cumple, sino que efectivamente no se cumple. Se pueden hacer muchas lecturas políticas y lecturas del orden práctico, pero básicamente se debe a que la ley fue sancionada para descomprimir la presión que estaban ejerciendo las familias de los usuarios o los usuarios mismos, también el colectivo de activistas cannábicos, que habían llegado a un nivel de presión social muy fuerte, con notas en todos los medios de todos los colores. Eso llevó a que la posición en la que se encontraron los representantes del Congreso y la gente del Gobierno fuera insostenible y aprobaron una ley que, básicamente, sirve para muy poco. El Estado después de dos años no está ni cultivando, ni investigando, ni importando aceite para la gente que lo necesita. Sólo tienen acceso los usuarios, básicamente niños, con epilepsia, que en el universo total de usuarios medicinales es muy pequeño, deben ser menos del 10% del total de usuarios de cannabis medicinal. O sea, la ley no cambió nada, la mayoría de la gente sigue recurriendo al cannabis a través de los cultivadores solidarios o de sus propios cultivos arriesgando su libertad, ¿no? porque pueden ir presos. La otra diferencia es que en 2015, cuando no había ley, quiénes tuvieran un poder adquisitivo importante podían hacerse traer el aceite desde Estados Unidos o Canadá con algún amigo, con algún despachante de aduana que les hiciera el favor, pero el dólar estaba a nueve cuando asumió Macri y hoy el dólar está a cuarenta y tres. Traerte un aceite de afuera te sale más o menos 300 dólares, o un poquito más, ¿quién puede pagar un aceite a ese precio? y te dura unos meses. ¿Quién puede sostener el tratamiento de esa forma? nadie. Entonces la devaluación también afectó al usuario medicinal. La ley no permite el autocultivo, por lo tanto, sólo depende de la importación.

– Sin embargo, el Gobierno anunció que en Jujuy habría un acuerdo con una empresa norteamericana para instalar el primer centro de producción legal de Argentina, incluso Patricia Bullrich habló positivamente al respecto; ¿qué opinión tenés sobre eso?

– Es una decisión un poco extraña pero por un lado positiva, porque lo que está pasando en Jujuy es que el Estado jujeño montó una empresa en sociedad con una compañía privada de Estados Unidos, que produce cannabis allá. Ahora, en principio, los fines parecen ser nobles: producir para abastecer el mercado local. Pero habría que estar atentos e investigar si parte del acuerdo no es producir para exportar, para darles a los usuarios recreativos, también, cannabis producido en Argentina mientras que acá está prohibido. El otro problema es que eso va a llevar un tiempo largo y mientras tanto, ¿cómo abastecemos las necesidades de los usuarios medicinales? ¿Y por qué es legal en Jujuy y no se lo dieron a General La Madrid que es un municipio que lo viene pidiendo hace años? ¿Por qué no dejan que cada ciudadano pueda tener de forma regulada y controlada plantas en sus casas para producir su propio aceite? ¿Cuál es el negocio? ¿Cuál es el problema? Pareciera que hay un sector afín al Presidente que se está quedando con un negocio que va a mover millones; en Canadá estimaron que en 2023 el negocio del cannabis va a mover 20 mil millones de dólares…

– Y de ahí se desprende otra cuestión: ¿alcanzaría con que el Estado sea el proveedor de la totalidad de cannabis que la sociedad podría demandar?

– Hoy no es que no alcanza, directamente no hay. Y si el autocultivo fuera legal hoy, todas esas personas que están buscando cannabis desesperadamente, podrían probar cultivar en sus casas y fabricar sus aceites con la ayuda de las organizaciones que enseñan a usarlo. Pero, sin embargo, por la ley de drogas, esta gente es considerada delincuente. Y ¿cuántos casos hay así, de gente que va presa por fabricar aceite para sus hijos, no? o para sí mismos o para otros.

– ¿Hay un uso extorsivo de la fuerza del Estado para con los consumidores de aceite de cannabis o bien para aquellos que poseen un cigarrillo de marihuana? ¿Es peor en casos de personas pertenecientes a sectores vulnerables?

– El negocio de las fuerzas de seguridad y de los gobiernos provinciales o del gobierno nacional, es, como mínimo, llenar estadísticas con perejiles. Es decir, cada causa que se abre por alguien que tiene una planta o un par de porros en el bolsillo, cuando las estadísticas se presentan, queda como combate al narcotráfico. Entonces ahí hay un negocio político de conveniencia. Lo que habría que ver es si además algunas fuerzas de seguridad no están “entongadas” con las propias células de narcotráfico, porque está claro que ya estamos hablando de consumo “recreativo” y no consumo medicinal -que no es lo mismo- porque cultivar atenta contra el negocio narco. Cultivar es combatir el narcotráfico. Si yo tengo las plantas en mi casa no tengo que ir a comprar al narcotráfico. Y ya hay estudios en Estados Unidos que indican cómo bajó el negocio de los cárteles mexicanos en los estados donde es legal, entonces, habría que ver para quienes juegan las fuerzas de seguridad también.

– ¿Hay una aceptación social respecto al uso de cannabis medicinal que no pasa o difícilmente pase con el uso recreativo de la marihuana? ¿Nos ves “muy verdes” al respecto?

– Ojalá nos viéramos verdes, sería una buena señal (risas). Pero sí, yo creo que todavía estamos haciendo un trabajo de deconstrucción, también con el tema del cannabis. Lo que creo que todavía falta es que la sociedad entienda mejor que la planta es una sola. La misma planta que le hace bien a un niño con epilepsia o a un viejito con cáncer o artritis, es la planta que a mí me hace bien cuando la fumo después de trabajar para relajarme, o para disfrutar o para reírme. Sin hacer apología del consumo -que por otro lado me parece absurdo, porque es contradictorio con la apología que se puede hacer con el alcohol, ¿no?- entonces me parece que la sociedad, si bien hemos avanzado en los últimos años, todavía está como atada a una verdad que fue impuesta a principios del siglo XX y que es falaz, es una falsa verdad, una “fake news”.

– Claro… lo que contás en tu libro, que antes se comercializaban legalmente cigarrillos de marihuana y de golpe eso pasó a prohibirse…

– Es que la relación del ser humano con la marihuana existe desde tiempos inmemoriales y el concepto de “droga” es moderno. Y la prohibición tiene 90 años. Entonces todas esas asociaciones que nos hicieron creer que la marihuana fomenta vagancia, que quema neuronas, que sos un criminal si la consumís… como dijo el jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad hace poco: “es la droga que más consumen los ladrones en el momento de actuar”, lo cual es una mentira, pero sin embargo la gente repite eso. Y con personas como (Gerardo) Milman, no estamos colaborando para una sociedad mejor informada y más desprejuiciada. Probablemente porque Milman también sea víctima de esta desinformación y de este prejuicio, ¿no?

– Sí, de hecho, una de las cosas que más me sorprende es cuando contás que Manuel Belgrano decía que el uso de cannabis haría más felices a los pueblos, ¡un prócer de nuestra Nación hablando de cannabis!

– Es que eso fue omitido de la historia oficial; la relación de Belgrano con la planta de cannabis fue absolutamente omitida, como fueron omitidas otras tantas historias que eran, digamos, en beneficio del pueblo. Obviamente, en el libro lo cuento bien y con mucho más detalles, pero Belgrano no hablaba del consumo que ahora llamamos recreativo de la planta, sino que hablaba de la producción industrial, de los beneficios que tiene la planta como fibra para uso industrial, para uso textil. Hoy en día también sabemos que las semillas de cannabis son un alimento muy nutritivo, y que la planta tiene múltiples usos. Y también hay toda una idea muy instalada desde el sector dominante de que a los próceres no se los toca, como si emparentar a la marihuana con la idea de un prócer sería mancharlo, y yo creo que al contrario, habla muy bien de Belgrano y habla muy bien de la planta.

– Leyendo tus notas a diario en Infobae, ¿podríamos decir que tu información sobre la marihuana, y tu lucha para quitar tanto mito alrededor de la idea del cultivo, nace desde un lugar más ligado a la militancia social que personal?

– ¡Por supuesto! A ver, es social y personal, porque yo también formo parte de esta sociedad, y me crié en un barrio del Conurbano en donde la cana te mete preso por estar fumando un porro. Y a los pibes más vulnerables, a los pibes más desprotegidos por este sistema, los extorsionan con eso también. A esos pibes los extorsionan para que salgan a robar para ellos muchas veces las mismas fuerzas de seguridad. Yo soy parte de esa sociedad, no me crié en Palermo chico, como Macri, me crié en Sarandí como la mayoría de la gente trabajadora en este país, es decir, barrios obreros. Y por otro lado, creo que soy periodista y que me metí en este tema porque me molestan las injusticias. Y es una injusticia con la planta, es una injusticia con la naturaleza, es una injusticia con los que la necesitan para vivir mejor sobre todo, y con los que van presos. Yo en el libro cuento la historia de Emiliano, un pibe que fue detenido por la policía porque tenía porro en el bolsillo, y ese pibe apareció “suicidado” en el calabozo el otro día, y lo que se sospecha es que lo metió en cana el policía que había sido pareja de la novia de él como manera de vengarse; ¿para eso sirve la ley de drogas? es ridículo. Pero bueno, mi motivación es esa, ¿no? la motivación es vivir en un mundo más justo.

– Además de todo el despliegue del gobierno nacional y el “circo” mediático cada vez que secuestran unas plantitas…

– Claro, pero más allá del gobierno actual -que me parece nefasto en su política de drogas-  la guerra contra las drogas tiene ya muchos años y es una falacia, es una guerra perdida desde el primer día. La gente no solamente va a seguir consumiendo sustancias, porque es inherente al ser buscar maneras de sentirse mejor, aunque sean por caminos equivocados ¿no? y, de hecho, las estadísticas muestran que la gente cada vez consume más drogas. Y que también crecen las hectáreas de tierra cultivadas con hojas de coca. Entonces, hay países en el mundo que se dan cuenta de que esta guerra contra las drogas es una guerra perdida, y que hay que regular, legalizar y tener un control por la población que consume esas drogas. No vamos a poder evitar que la gente consuma: lo que tenemos que hacer es acompañarla en ese viaje, y darles las mejores herramientas para que pueda decidir sobre su propio cuerpo, conociendo las consecuencias que eso trae. No persiguiéndolos, no inventando que estamos ganándole la guerra al narcotráfico que es una guerra perdida. Porque, además: ¿quién es el narcotráfico? ¿Dónde están los dueños del narcotráfico? ¿Dónde están los jefes? en la cárcel seguro que no están. Sólo el negocio de la marihuana en Argentina traída de Paraguay mueve casi 200 millones de dólares por año. ¿A dónde va esa plata?

– Respecto a las consecuencias del consumo, ¿hay casos en donde el consumo de marihuana no se recomiende o es un mito?

– Por supuesto. Yo no soy médico y no me gusta hablar de cuestiones médicas porque, obviamente, no soy médico, pero sí te puedo decir que hay contraindicaciones, por ejemplo: no embarazadas, no fumar si vas a manejar, no fumar si sos menor de 18 años porque tu organismo está todavía desarrollándose… se estudia, también, que si tenés principios de psicosis o esquizofrenia puede llegar a potenciarlo. Y después, obvio, tener cuidado. Tratar de no excederse o abusar de la sustancia, como no está bueno abusar del chocolate, ¿no? si te comés tres chocolates te va a agarrar un ataque al hígado…

– Bueno, con el chocolate no te metas, ahí vamos a tener un problema personal…

– ¡Yo soy fan del chocolate! me gusta más que la marihuana (risas) pero bueno, me refiero a que si te tomás una botella de whisky vos solo, te va a hacer mal; si trabajás 48 horas seguidas te vas a estresar… todos los excesos son malos y la culpa no es de la sustancia, es de la persona, siempre. Cuando hay consumos abusivos o problemas de adicción, en general, tiene que ver con cuestiones emocionales. Y lo que se encuentra en las sustancias es un canal de descompresión de toda esa angustia.

– Por eso también es interesante cuando resaltás que el auto cultivo te protege de conocer otras drogas o de consumir drogas cuyo origen desconocemos totalmente…

– Es que eso que vos decís parte de una idea también falaz: “la marihuana es la puerta de entrada a otras drogas”. Es algo que nos vienen diciendo desde hace muchos años…

– Nuestros padres…

– Nuestros padres. Nuestros maestros. La gente que habla en televisión… periodistas que hablan sin saber -que son la mayoría- y sobre todo los que ganan fortunas. Entonces, la puerta de la entrada a otras drogas no es la marihuana: la puerta de entrada a otras drogas es la puerta de la casa del dealer. ¿Y qué manera de evitar entrar a la casa del dealer tenemos? y bueno, en principio, cultivando. Si vos tenés tu plantita en tu casa, te evita tener que ir a la casa del dealer, y eso te evita lo que en Uruguay llaman “el efecto góndola”, que es ‘bueno, no tengo esto, pero tengo esto’. Ni hablar si fuera legal y pudiéramos ir a la farmacia y comprar, se acabaría toda esta historia, ¿no? Pero bueno, para eso, me parece que todavía falta mucho.

Nota correspondiente a la edición n° 539 del periódico La Jornada, del 27 de marzo de 2019.

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