Excesos mortales

Por Valeria Flesia

Tapa_414_la_jornada_24-04-16En la madrugada del sábado 16 de abril y durante una fiesta electrónica de reconocimiento internacional llamada Time Warp (“Túnel del tiempo” en inglés) fallecieron cinco jóvenes y más de cinco permanecen internados en un estado reservado que ha registrado en las últimas horas, tras una semana de crisis, alguna mejoría.

Sin embargo, nadie se atreve a aventurar cuáles van a ser las secuelas por los daños recibidos.

Sin demasiada información, los fallecidos sufrieron una falla masiva de su organismo tras la ingestión de drogas de diseño asociadas al éxtasis. A partir de ese momento, un desfile de opiniones se han visto y escuchado por todos los medios de comunicación al más puro estilo de “hablemos sin saber” en la mayoría de los casos y en otros con sobreabundancia de datos técnicos que poco aclaran la situación a quienes se preguntan sobre sus hijos y familiares, sobre los jóvenes que los rodean de manera ocasional y hasta para los propios jóvenes que siguen navegando en una mar de contradicciones entre la absoluta liberalidad y las amenazas de restricción total.

El alerta puesto sobre este tipo de drogas capaces de fulminar de tal manera a quien la consuma provoca, asimismo, la exploración social sobre las costumbres de los jóvenes y dicha exploración revierte siempre sobre lo mismo: los jóvenes son un reflejo de las costumbres adultas.

Dicho de esta manera podría parecer una asignación de culpas a los adultos más cercanos a quienes padecieron tan espantosa muerte en la fiesta electrónica pero no se trata de eso. Está probado que los niños, adolescentes y jóvenes van extrayendo experiencia de un conjunto variopinto de adultos que alcanza a su familia y a todo otro referente social al que tengan acceso, de manera lateral, incidental o directa.

En esto están incluidas las costumbres sociales y su obediencia, por ejemplo, a las leyes de convivencia que propone una sociedad. Desde este punto de vista, preguntarse por los excesos de los jóvenes es también preguntarse por los excesos adultos: el stress, la automedicación, la violencia cotidiana, el alcoholismo, el tabaquismo, el individualismo, el consumismo, entre tantos otros “ismos” que nos rodean y con los que convivimos a diario de manera natural mientras, desde el discurso, se le indica al que se está formando que existen reglas que no deben ser trasgredidas.

 

Algunas voces para empezar a pensar (y entender)

“No existe un lugar donde la gente se divierta donde no se consuma alguna sustancia”, dice el doctor Carlos Damin, jefe de toxicología del Hospital Fernández donde están internados tres de los jóvenes afectados por una dosis letal de PMMA (para-méthoxyméthamphétamine) en una pastilla conocida como Superman de la familia del éxtasis. Damin es, asimismo, uno de los interlocutores ante Naciones Unidas en el equipo que analiza la incidencia de las drogas en el mundo y reclamó un sinceramiento en el tema de sustancias psicoactivas hoy agrupadas bajo lo legal y lo ilegal y se comience a tratar todo el consumo desde el alcohol, el tabaco, la marihuana, la cocaína, los ácidos, los químicos, etc., como un problema de salud y no un problema de seguridad.

Más allá de esta discusión que es muy profunda y significa un cambio de paradigma político y social sobre la concepción de las sustancias psicoactivas, Damin expresó este enunciado con el que comienza este párrafo haciendo referencia a la cuestión de la contradicción entre las costumbres adultas y las que se señalan a los jóvenes como restringidas. “No hay fiesta, reunión, boliche con cualquier música bailable o no, pública o privada, donde no se esté consumiendo una sustancia: alcohol, tabaco, hay milongas donde se baila tango y se está consumiendo cocaína por poner un ejemplo. Pensar que los niños, adolescentes y jóvenes no están mirando esto aunque sea por la televisión y aprendiendo es ser, por lo menos, un ingenuo”, dijo en una entrevista con La Nación.

El doctor Guillermo Massa, director de la Fundación Rosa de los Vientos que lleva adelante una importante tarea de prevención y de asistencia para jóvenes, en Córdoba reflexiona: “Sin lugar a dudas, lo sucedido en una fiesta electrónica organizada en Costa Salguero, conmovió nuevamente a la opinión pública y dejó en el centro de la tormenta a “las conductas de riesgos de los adolescentes y jóvenes”. Sabemos que la búsqueda y cuestionamiento de los límites personales, sociales y culturales son parte del proceso de construcción identitario de los jóvenes. Y también, que quienes construimos estos límites culturales y los hacemos cada vez menos claros y más flexibles somos los adultos.

Asimismo, tanto los fabricantes de nuevas sustancias sintéticas que hacen efecto en selectivos receptores cerebrales, como los que las comercializan en todos sus niveles de distribución y los organizadores de fiestas electrónicas donde el agua y las bebidas alcohólicas son vendidas casi al mismo precio, todos son adultos. Las familias, cuidadores primarios, y los secundarios, el estado en su conjunto, las instituciones educativas y sanitarias, también somos todos adultos.

En definitiva, la sistemática vulneración de derechos que los adultos ejercemos sobre los adolescentes y jóvenes pasa desapercibida cuando una situación como la del viernes pasado sucede y los vuelve a poner a ellos en ese lugar, ajeno, distante y desconocido, mientras que, como adultos irresponsables de todos estos aconteceres, nos sorprendemos y volvemos a cortar el hilo por la parte más delgada”.

Otra voz que se suma a esta pequeña selección calificada es la del psicólogo Raúl Ángel Gómez, titular de la cátedra de Psicología de la Drogodependencia y las Adicciones de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba. En un reportaje realizado por el portal Carlos Paz Vivo!, agrega otro componente adulto: la banalización de la muerte en nombre del consumo volviéndola incidental: “Este tipo de episodios perfilan asistentes farmacológicos de afrontamiento: consumen para poder divertirse. No es sólamente privativo de la diversión de los jóvenes. Tenemos que pensar que vivimos en una sociedad altamente farmacolizada, que asiste farmacológicamente para responder a las demandas laborales del medio y constantemente se asiste para una cantidad de padecimientos que ahora parecen ser todas enfermedades. Esa farmacolización de la vida cotidiana de una sociedad que tiene como ordenador social el consumo, genera las condiciones para que aparezcan estos consumos sumamente problemáticos y de altísimo riesgo.

Por otro lado, en los medios hay una banalización del problema: si pongo en el mismo nivel los amoríos de Xipolitakis y la muerte y el sufrimiento humano de esta tragedia, lleva a la insensibilidad”.

 

Algunos números para seguir pensando

El último informe elaborado por el Observatorio Argentino de Drogas de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar), daba cuenta de una tendencia alarmante en la magnitud del consumo de éxtasis entre jóvenes de 14 a 17 años durante el período 2001-2011.

En diez años, la prevalencia de uso durante la vida pasó del 0,2 por ciento al 2,1 por ciento, un aumento de casi mil por ciento.

La Sedronar en su encuesta realizada en el año 2014, advirtió que el consumo de drogas sintéticas entre estudiantes porteños trepó al 2.4 por ciento, y si se analiza la población etaria de estudiantes mayores a 17 años, alcanzó en esa encuesta el 5 por ciento.

En Córdoba, mientras tanto, los niveles alarmantes se observan en el consumo de marihuana que ha dejado atrás al mismo tabaco común y el alcohol como nave insignia entre las sustancias psicoactivas. Es importante recordar que Sedronar realiza sus mediciones en hospitales públicos de grandes ciudades en todo el país registrando prevalencias de acuerdo a consultas.

Desde el Hospital Gumersindo Sayago de Villa Carlos Paz, su directora Judith Barrera informa que, “no se han registrado casos evidentes de intoxicación por drogas de diseño o por psicofármacos pero lo que no disminuye sino que, por el contrario, es un indicador de conductas adictivas es el consumo de alcohol en los jóvenes. Recibimos los viernes y sábados jóvenes intoxicados y, por lo menos, y más de uno debe permanecer hospitalizado. Esto es realmente preocupante teniendo en cuenta que ya hay instaladas conductas adictivas: no pueden divertirse sin el consumo de alcohol en exceso, aquí recibimos chicos que beben mezclas en esas “jarras locas” de las cuales no pueden decir ni qué tipo de bebida contenían. Los intoxicados son tanto locales como jóvenes que vienen a divertirse desde otros lugares. También es preocupante señalar que, en muchos casos, son menores de edad y su acceso al alcohol está prohibido, sin embargo, encuentran dónde comprar o directamente son provistos por adultos en las llamadas “previas”. En cuanto a las edades, puedo recordar que hemos recibido, por lo menos, un niño de 13 años en coma alcohólico”.

Barrera también señaló que en las intoxicaciones alcohólicas puede haber intervenciones de otras sustancias como la marihuana que está cada vez más al alcance de los adolescentes. En cuanto a la información que poseen adolescentes y jóvenes sobre las consecuencias del consumo se observa como escasa y pobre: no saben, por ejemplo, que los adolescentes corren un riesgo mayor que los adultos a desarrollar enfermedades como la cirrosis del hígado, pancreatitis, infartos hemorrágicos y algunas formas de cáncer, que los adolescentes que abusan del alcohol son 4 veces más vulnerables a la depresión severa que aquellos que no tienen un problema de alcohol, que el consumo de alcohol entre adolescentes ha sido asociado con muertes por suicidio y accidentes de tránsito, que el alcohol afecta la absorción de nutrientes en el intestino delgado siendo esto contraproducente para el período de crecimiento en el que se encuentran los adolescentes y, como dato no menor,  el alcohol incrementa la vulnerabilidad de los jóvenes frente al consumo de otras sustancias adictivas con lo que, si logró resistir el tránsito de intoxicar su cuerpo con todo el alcohol que pudiera beber, está más cerca de probar lo que le ofrezcan en una fiesta grande o pequeña con o sin música electrónica porque ya lo viene haciendo desde antes y, en muchos casos, son sus propios guardianes adultos, padres, hermanos, padres de amigos, los que le abrieron la puerta de casa para la previa y le compraron las botellas al mejor precio.

Por otra parte y como ejemplo de la contradicción política y social, la alcoholemia cero aún no ha sido reglamentada en Villa Carlos Paz sino que sigue en vigencia un oscuro 0,4 con absurdas discusiones sobre si la ensalada tiene vinagre de alcohol o el postre con licor de amaretto corren la agujita del alcoholímetro. Habría que hacer consciente, antes de decidir cada paso, de que hay un niño, un adolescente, un joven tomando nota y ejemplo de cada enunciado provisto por los adultos para “defender su vida”.

Un dato más: la experiencia personal de un joven de Villa Carlos Paz que trabaja como animador de fiestas de variada índole, presentador de bandas de rock y locutor, un actor importante dada su relación con el mundo de la noche, donde parecen concentrarse los excesos desde alguna visión romántica de la problemática porque excesos se comenten a toda hora. Sobre el hecho en sí, dice: “Es raro que alguien vaya a una fiesta de estas características a probar algo por primera vez, no es lógico y menos entre los porteños. Puede haber algunas diferencias en cuanto al lugar cerrado o abierto, la cantidad de gente, pero el que va y lo hace al grito de “me la voy a pegar en la pera” o “me la voy a pegar en la frente”, como se escucha muchas veces, va a tomar. Y tampoco es que la fiesta electrónica sea el único espacio donde se divierte así, puede venir acompañando al rock, a la cumbia y al cuarteto. Es pensar la diversión con ese combo”.

En esta perspectiva discursiva de un código que acompaña al exceso de la diversión, Daniel arriesga: “En este desenfreno que rodea a la fiesta vienen estas pastillas que tardan en pegar, entonces te tomas otra para acelerar y el efecto que finalmente llega no es de una sino de todas las que te tomaste juntas.

Parece una locura decirlo así, que alguien no piense, pero tampoco el que se toma diez litros de alcohol y después arranca en el auto piensa”.

Para finalizar, este joven-viejo conocedor de la noche y sus ansias agrega que no para todos es así y que hay mucha gente que se divierte con la capacidad que trae su cuerpo y su psiquis sin tomar nada. “eEs posible acordarse de lo que hiciste anoche”, dice.

 

Los datos de Pro-Joven, la ONG dedicada al problema en Villa Carlos Paz

Roberto Cabrera, titular de Pro-Joven, destaca: “Podemos decir que uno de los aspectos más influyentes que permiten sostener el consumo de drogas es la cada vez mayor tolerancia social que reina en cuanto a algunas drogas. Los hábitos de consumo son muy variados, como variadas las sustancias, en primera medida hay que marcar que las drogas no respetan clases sociales, y en estos últimos tiempos las edades. Nuestra ciudad y sus alrededores no escapan a la marca Argentina que indica que el alcohol y la marihuana son las drogas más consumidas.”

“Los primeros contactos con las drogas, sobre todo marihuana y alcohol, se da entre los 13 y 15 años en su mayoría, la franja de mayor consumo oscila entre los 15 y 21 años, en donde aparecen otras sustancias como psicofármacos y cocaína, y algunas sustancias alucinógenas. El paco no es una sustancia que aparezca en esta zona, al menos por el momento.”

“La situación económica marca diametralmente algunos consumos, pero tendríamos que hablar de otras sustancias, las anteriormente nombradas son de fácil acceso, varían en su calidad lo que las hace más económicas y cualquier joven las adquiere en las diferentes formas de compra (celulares, internet, delivery entre otras), lo que aumenta la accesibilidad y facilismo.”

“Párrafo aparte, debemos hacer con las drogas de diseño, éxtasis, mdma, mdone (similar al lsd), y muchas más que constantemente son manipuladas en laboratorios clandestinos, con escaso valor de producción y elevado costo en su venta (rondan entre $ 400 y $ 800), solo accesibles para personas con cierto nivel económico. Entre ellas aparece Superman, el nombre como se conoce a esta sustancia “prima” del éxtasis que se cobró la vida de cinco jóvenes en una fiesta en Buenos Aires”, apunta.

“Todavía no se ha hecho visible en Villa Carlos Paz lo cual no significa que no esté circulando teniendo en cuenta otras conductas que no han mermado”.

En cuanto al trabajo con el problema desde la ONG, Cabrera destaca: “Nuestra institución encontró en los gobiernos municipales de Villa Carlos Paz y La Falda la oportunidad de trabajar en esta temática desde hace ya varios años, con la firma de sendos convenios de prestación de servicios. Los tratamientos han ido modificándose según se modifican los consumos, de hecho las leyes de salud mental provincial y nacional influyen directamente sobre esto, potenciando el derecho de las personas por encima de las leyes prohibitivas y condenatorias conocidas. La posibilidad de realizar tratamientos muchas veces está marcada por la misma tolerancia social que nombramos anteriormente, y que intenta definir para qué sustancias se debe o no hacer un proceso terapéutico. Esto es un error común.

“En Pro-Joven, 18 personas se encuentran en proceso terapéutico, en su mayoría por policonsumo, y otros por consumos puntuales de algunas sustancias. El promedio de personas asistidas desde el 2009 asciende a casi 40 por año, y muchas más se han acercado para recibir orientación terapéutica. Hemos realizado más de 150 talleres en diferentes establecimientos secundarios privados y públicos y realizamos anualmente jornadas de capacitación convocando a trabajadores de toda la provincia, y de diferentes ámbitos. La crítica muchas veces nos deja con sabores amargos, la desidia, el desinterés parecen ser herramientas más fuertes que el compromiso y la aceptación de lo que hoy por hoy es parte de la sociedad”, concluye.

 

Nota correspondiente a la edición n° 414 del semanario La Jornada, del 24 de abril de 2015.

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