Por Agustina Sosa

A raíz de la denuncia efectuada por la joven actriz Thelma Fardin, quien escoltada por un sólido colectivo de mujeres manifestó haber sido abusada sexualmente a sus 16 años por el actor Juan Darthés durante la gira latinoamericana de la serie “Patito Feo”, cientos de debates y denuncias públicas han circulado. Tanto en el ámbito público como privado, como así también dentro de la esfera virtual, una palabra parece haberse instalado en el centro de la escena durante el mes de diciembre: abuso. Pero, además, dentro de los interrogantes se desprenden qué hacer, cómo, cuándo y dónde denunciar y -fundamentalmente- cómo reconstruir los vínculos interpersonales en un contexto de deconstrucción.

Un gran edificio de paredes blancas cruzado por muchas diagonales, así es la sala principal de DASPU (obra social universitaria) en donde funciona la oficina del Plan de Acciones y Herramientas para Prevenir, Atender y Sancionar las Violencias de Género de la Universidad Nacional de Córdoba. Esas diagonales funcionan como escaleras en donde personas -muchas de ellas mujeres- suben y bajan a diario para realizarse estudios médicos, retirar informes o sacar turnos. Pero la particularidad se encuentra en que, además del olor característico de cualquier centro médico, ese edificio tiene en su consultorio 133, un equipo especializado para atender, contener y asesorar a víctimas de violencia de género (incluida la violencia sexual) que hayan sufrido estos episodios dentro del ámbito universitario. Me encuentro -por primera vez en mi vida- en ese edificio ya que tengo preguntas por hacer y responder. Es que la conferencia de prensa realizada por la valiente Thelma Fardin y sus colegas actrices argentinas, durante un martes de diciembre en el escenario de un teatro porteño, y con la exposición de un video delicada y minuciosamente elaborado y proyectado, marcó una diagonal en la vida de la sociedad argentina.

La voz de Thelma pronunciando entre lágrimas la descripción de su abuso sufrido en un hotel nicaragüense cuando era menor de edad, se marcó tan fijamente como su mirada y despertó una toma de conciencia tan fuerte como dolorosa principalmente en la mente de cientos de miles de mujeres de nuestro país, como también en hombres que han sido y son víctimas del sistema machista y patriarcal que predomina. Pero, además, esta toma de conciencia se plasmó en cientos de testimonios recibidos por los centros de atención a las víctimas, tal es el caso de la oficina de la UNC. Romina, abogada y encargada del asesoramiento (entre otras cosas) a las víctimas de abuso sexual y violencia que pueden ser o haber sido estudiantes, docentes, no docentes o integrar de alguna manera el ámbito universitario público, me cuenta que hace tiempo reciben muchísimas denuncias, pero que sin duda alguna la declaración del colectivo de actrices incrementó significativamente la demanda por parte de mujeres. El consultorio, que funciona en la Av. Valparaíso esquina Haya de la Torre de la capital cordobesa, recoge de manera cálida el testimonio incluso de estudiantes muy jovencitas, menores de edad, que sufren el acoso de profesores (por citar un ejemplo) de escuelas secundarias dependientes de la UNC. Es decir que -una vez más- el abuso es cotidianamente perpetuado en menores de edad por parte de sujetos claramente mayores de edad y en posiciones de poder.

La culpa como dispositivo silenciador

La doctora en Filosofía, docente e investigadora Diana Maffía sostiene que los escraches sucedidos en las redes sociales son la respuesta a un silencio que ha tenido demasiado lugar durante muchísimos siglos, haciendo también alusión a todas las mujeres que a lo largo de este año se animaron a hablar de sus abortos, situación tabú pero no por eso menos real. Este silencio viene a ser la síntesis de una relación perversa entre el miedo, la vergüenza e incluso la naturalización de los hechos abusivos que muchas (por no decir casi todas) las mujeres atravesamos en nuestras vidas. Sucede que este silencio tampoco sería posible si no existiera la culpa que come desde las entrañas y paraliza confesiones por no poder, no saber o no entender hasta dónde llega el consenso y dónde empieza el aprovechamiento o el sometimiento.

Pero, entonces, si pensamos en sentimientos de culpa y sometimiento, estamos hablando de lógicas de poder. En ese sentido, la prestigiosa antropóloga feminista Rita Segato, sostiene: “Cuando un hombre maltrata a una mujer está haciendo una exhibición narcisista de lo que él consigue como hombre ante los ojos de los otros hombres… No es que todas las violaciones sean iguales, pero la gran mayoría es un espectáculo de capacidad viril que no tiene que ver directamente con la víctima, sino con los espectadores, que son los otros hombres”.

No obstante, la especialista en cuestiones de género, consultada incluso por mandatarios de distintos países para abordar estas problemáticas, se percibe optimista aún en la búsqueda de resolver estas complicaciones y expresa: “Toda relación de género es una relación de poder, pero cuando a esa relación de poder se le suma la relación laboral, o escolar, estamos en un campo que hay que separar. Y cuando estamos entre iguales, tenemos que primero intentar una gestión, una negociación entre pares, entre iguales, dejando una puertita abierta para que ese joven hombre pueda entender, mirarse al espejo”.

Segato hace hincapié en que “es muy importante que los hombres comprendan cuánto pierden por acatar el mandato de masculinidad.”

El escrache público: entre el delito y la ausencia del Estado

Otro de los temas fuertemente debatidos en estos últimos días fue el rol del escrache público -o denuncia pública- principalmente en el ámbito de las redes sociales. Este furor, que comenzó de manera paulatina y no ha parado de crecer, tuvo su explosión  el día miércoles 12 de diciembre, al día siguiente de que Thelma Fardin diera a conocer su denuncia. Si bien hay quienes sostienen que se trata de un “efecto contagio” llevado a cabo principalmente por mujeres jóvenes usuarias de las redes como Instagram, Facebook o Twitter, hay quienes consideran a este fenómeno como una etapa mucho más trascendental e importante, que tiene su génesis en la ausencia o fracaso del Estado a la hora de contener y representar a las mujeres. Dice la doctora, profesora e investigadora en cuestiones de reparación social de las víctimas de abuso sexual, Laura Cantore, que “un problema que se está mostrando con claridad es la fragilidad del sistema judicial como capaz de resolver este tipo de conflictos. Si el sistema judicial fuese capaz de resolver estos conflictos, no se acudiría a una conferencia de prensa, se acudiría a la Justicia, que parece ser el lugar adecuado para este tipo de situaciones. Sin embargo, esto no está sucediendo”.

Además, la especialista amplía su explicación considerando: “Esto también pone en tensión los principios de Derechos Humanos que son el debido proceso, el derecho a defensa y el in dubio pro reo; todo esto se está salteando y se está resolviendo a través de escraches o conferencias de prensa, y esto no está bueno. Pero a su vez nos obliga a los abogados a pensar qué quiere decir debido proceso, qué quiere decir derecho a defensa, qué quiere decir in dubio pro reo, y hacer más hincapié en la validación de todos los mecanismos probatorios porque evidentemente todos los que estamos utilizando no están evitando muertes, no están evitando abusos, de ninguna manera”.

Dentro de los disparadores de esta discusión se encuadran además aquellos que tienen que ver con preguntarse si una mujer realmente encuentra una situación “feliz” al elaborar un escrache en una red social, o si tenemos que entenderlo como una medida desesperada de sacar a luz una situación muchas veces callada durante años, quizás por el efecto contagio de observar, en realidad, situaciones similares en las cuales la Justicia sólo mantuvo la injusticia o la indiferencia (por no mencionar el letargo que significa un proceso judicial en nuestro país).

Entender este fenómeno como otra forma de apropiarse del espacio público, tal como lo explica Rita Segato, ya no sólo en las calles, movilizaciones e intervenciones físicas sino también en la esfera virtual y comunicacional.

No obstante, es tan importante como preocupante resaltar que en este “reino del revés”, muchos abusadores denunciados públicamente pueden utilizar el delito de calumnias e injurias a su favor, efectuando de ese modo una “contradenuncia” que termine perjudicando a las víctimas una vez más. En ese sentido es fundamental también destacar la co-dependencia del patriarcado con el sistema económico actual, en el cual son los hombres los que se encuentran principalmente en mejores situaciones económicas, teniendo de este modo más facilidad a la hora de acceder a un abogado/a para llevar a cabo el proceso judicial.

Carlos Paz otra vez en la mira por casos violencia de género y violencia sexual

Luego de que el colectivo Ni Una Menos de Villa Carlos Paz, en conjunto con otras organizaciones sociales y políticas, emitieran un comunicado denunciando a un empleado municipal por casos de abuso y acoso sexual, otro hecho conmocionó a la localidad. Se trata del intento de femicidio de Claudia Analía Martínez de 36 años, quien fue apuñalada por su pareja, Pablo Raspanti, oriundo de Córdoba Capital.

En diálogo con La Jornada, la comunicadora social y activista de #NiUnaMenos, Florencia Santillán, al ser consultada sobre la situación de la denuncia formulada contra el empleado municipal, Carlos Martínez, comentó: “No se han tomado medidas concretas, no hemos tenido respuestas tampoco a los planteos que nosotras hicimos mediante un comunicado, el cual fue firmado por el colectivo #NiUnaMenos de Carlos Paz y acompañado por diferentes organizaciones de Carlos Paz y por muchos centros de estudiantes de la ciudad, incluso por una concejala”-

Santillán explicó que tras la ola de mujeres que señalan a este individuo como abusador, los requerimientos contemplan lo siguiente: “Nosotras exigimos que Carlos Martínez renuncie, él hoy es empleado de la municipalidad, y desarrolla sus tareas en la Casa de la Juventud, lo cual creemos que es otro condimento a la gravedad de la situación porque está en contacto permanente con pibas por el lugar en donde desarrolla sus actividades laborales. En el caso de que él no presente su renuncia, nosotras instamos al municipio para que de una vez por todas, el intendente Avilés tenga algún gesto político contundente hacia las mujeres, que sea que este hombre sea removido de su cargo, porque hoy el Estado le está pagando un sueldo a un hombre que tiene muchas denuncias por acoso, por abuso, etcétera”.

Al ser consultada por las repercusiones locales, la comunicadora sostuvo: “En medio nos vimos en toda una discusión porque hay gente que nos pide una denuncia penal en mano para creerle a las pibas, pero nosotros como colectivo siempre vamos a estar del lado de ellas, con su testimonio a nosotras nos alcanza y nos sobra. Desde Rotaract, organización en la que este sujeto participaba activamente, tampoco tuvimos respuestas, sin embargo él, actualmente, por lo que nos informaron, no forma más parte de esta organización, aunque no es información oficial. Tampoco se ha manifestado Manos Solidarias, organización en la que él mantiene una actividad pronunciada, a pesar de que nosotras nos intentamos comunicar con ellos”.

Finalmente, frente al macabro hecho que tuvo lugar en estos últimos días y que tuvo como móvil el intento de asesinato de Claudia Martínez, la militante de #NiUnaMenos fue contundente: “Esto tiene un trasfondo de desidia por parte de políticas públicas. No son casos aislados como algunos medios quisieron decir. Carlos Paz no tiene política pública concreta, real, con presupuesto, para prevenir, erradicar y atender a la violencia hacia las mujeres. Somos una de las ciudades con el índice de violencia más alto en la provincia, pero al intendente y a sus funcionarios parece no importarle. Como colectivo hemos presentado innumerables proyectos que siempre son cajoneados, incluso este año hicimos dos veces la presentación de un pedido de informe sobre el estado actual (presupuesto, funcionamiento, etcétera) de la Casa de la Mujer, y no nos respondieron. No nos responden porque saben que la “respuesta” es la muestra de que en sus agendas, la defensa de la vida y los derechos de las mujeres no están presentes.

Además, añadió que no existen albergues para mujeres en situación de violencia, lo cual representa una situación de total desamparo frente a una situación más que urgente.

“Deconstruir” un paradigma sin destruir la presencia del Otro

Seguramente sea demasiado pronto para sacar conclusiones resolutivas y unidireccionales. El peso de los sucesos contemporáneos es demasiado grande y hasta traumático como para contar con una brújula lo suficientemente pulida que nos lleve de manera urgente hacia el camino definitivo que le ponga fin al sometimiento que las mujeres sufrimos durante siglos. Lo que sí pareciera urgente es manifestar cómo seguir viviendo -y relacionándose- en un sistema que condena a hombres y mujeres a vivir cada vez más segregados en lo económico, político y social. Que el sistema capitalista (tal vez debería decir neoliberal) imperante se nutre y siempre se ha nutrido de la lógica de la dominación, no es nuevo. Que este sometimiento supo traducirse en los vínculos más íntimos de los seres humanos, es, evidentemente, un hecho.

Si pensamos que las generaciones pasadas de mujeres han sido formadas con la absoluta naturalización del abuso sexual, llegando incluso a ser esos hijos productos de violaciones familiares seres padecientes de un “peso extra”, cargando junto a las víctimas del abuso el peso del tabú ancestral, de ser “disfrazados” como hermanos o hermanas de quiénes en realidad eran sus madres, y la Justicia nunca fue una salida ni remotamente imaginaria, entendemos al abuso como factor incluso constitutivo de nuestra sociedad.

Quizás no debería sorprendernos, entonces, la magnitud de esta “pandemia”, que como bien señala la doctora Cantore debe ser “combatida” por grupos de rescatistas, mujeres capaces de tejer lazos de solidaridad, contención y protección para las viejas y nuevas víctimas.

Tal vez, entonces, estas nuevas redes de soporte sean mucho más que eso y ayuden a elaborar un nuevo paradigma en el cual la política sea efectivamente feminista, las víctimas no revictimizadas y depositadas en el rincón pasivo de quien ya no puede hacer nada más que revivir una y otra vez situaciones abusivas y de indefensión aprendida, sino -por el contrario- sujetas activas del diseño de nuevas políticas públicas, económicas, sociales y jurídicas que configuren una dialéctica de los nuevos vínculos humanos.

La salida será colectiva, entre hombres y mujeres, conscientes de la importancia de no aislarse pero sí revolucionarse, que el precio de las reformas insuficientes ya nos costó bastante.

Nota correspondiente a la edición n° 536 del periódico La Jornada, del 26 de diciembre de 2018.

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