El aniversario de la villa que Carlos Paz no quería fundar

Por Prof. Jorge E. Etchevarne

Tapa_425_la_jornada_17-07-16Seguramente el título de esta nota no pasará desapercibido. Y es lógico. Ayer celebramos el centésimo tercer aniversario de la fundación de nuestra ciudad, cuyo origen se atribuye a la voluntad y determinación de Carlos Nicandro Paz, quien a principios del siglo XX tomó una serie de acciones estratégicas tendientes a convertir su estancia en una próspera villa turística.

¿No parece acaso una herejía sostener ahora que Carlos Paz no quería hacer lo que hizo?

Veamos.

Hasta no hace mucho tiempo atrás aún se discutía la fecha de fundación de Villa Carlos Paz, cuestión que era abordada cada tanto por inquietos investigadores de la historia local. Este interés particular se debía a que las asociaciones profesionales, las entidades deportivas, los establecimientos escolares y otros actores sociales atesoraban sus libros de actas, sus documentos, sus fotos, y lo más importante, tenían una fecha que conmemorar; pero la ciudad no.

La inquietud era compartida por las autoridades municipales, sea por un interés genuino de conocer nuestro pasado o por una ocasional necesidad política. En 1964 un grupo de vecinos notables recopilaron los antecedentes que pudieron obtener, concluyendo que la fundación se podía ubicar en 1914. Sin embargo, estos estudios carecieron de metodología apropiada y las conclusiones no tuvieron la rigurosidad histórica necesaria.

Finalmente, en la década del ´80 comenzó a gestarse la idea de abordar con seriedad esta cuestión; porque así como las personas festejamos nuestro cumpleaños, las comunidades también quieren hacer lo propio.

La investigación fue encarada por miembros del  Instituto de Historia y Letras de Villa Carlos Paz, quienes contaron con el asesoramiento y colaboración del  director del Archivo Histórico de la Provincia, Dr. Alejandro Moyano Aliaga, creador del Escudo de Armas de nuestra ciudad.

Por su parte el ex diputado Ezio Armando Carena, autor del conocido libro “Villa Carlos Paz en el recuerdo” (1957) presentó su propia interpretación de los hechos, sosteniendo una hipótesis completamente diferente a los anteriores.

Pero ¿qué se buscaba cuando se hablaba de “fundación”?

Villa Carlos Paz no es el primer pueblo que carece de un acta fundacional, de ese documento que lo inicia todo. En los albores de nuestra ciudad no hubo actos formales, ni declamaciones, ni discursos, ni ramitas de sauce, ni piedras fundamentales.

Por supuesto que alumbramientos así  no fueron infrecuentes. Muchos pueblos de nuestra provincia surgieron y evolucionaron sin ninguna clase de planificación, y recién con el transcurso del tiempo sus pobladores se reconocieron como integrantes de  una comunidad que debía organizarse.

Por lo tanto, los estudiosos trataron de identificar el momento crucial, el hecho que, fuese extraordinario o no, podía considerarse el hito, el mojón, el punto de partida, el que señaló el camino, el que marcó su destino.

Algunos consideraban que este evento no era otro que la creación de la escuela en 1911 (en rigor 1910), otros se inclinaban por la construcción de la capilla en 1914, o la inauguración del camino a Las Cumbres en 1915. No faltaron quienes ubicaban los orígenes de la villa más atrás en el tiempo, cuando Carlos Paz comenzó a vender terrenos a sus familiares y amigos, y construyó casas para alquilar. Y hasta hubo quienes sostenían que el pueblo recién surgió cuando finalizó la mensura de la estancia Santa Leocadia en 1921. Las posiciones se mostraban irreductibles y la polémica se extendía sin resolución.

Finalmente, fue un viejo plano el que zanjó la discusión. Pero antes debió intervenir la Junta Provincial de Historia, cuyos prestigiosos miembros dictaminaron en 1989 que el plano rubricado por Lucas Vásquez González y Javier W. Caldentey, identificado como “Pueblo Carlos Paz”, registrado el 6 de noviembre de 1913 ante el escribano Julio Aliaga como escritura N° 493, debía ser considerado como el origen de nuestra ciudad, desestimando los argumentos en disidencia.

Este pronunciamiento fue recogido por el Municipio para fijar cronológicamente el  año de la fundación de Villa Carlos Paz, aunque el acto formal en sí nunca haya existido. La elección del día 16 de julio fue consensuada entre quienes debatían la cuestión, prevaleciendo la idea de que se trata de una fecha significativa para la comunidad ya que festeja sus fiestas patronales, que venía celebrándose desde tiempo atrás y que no se advertía un motivo justificado para cambiarla.

Todo el proceso para definir la fecha de fundación de nuestra villa ha sido relatado de manera meticulosa por Edgardo Tántera en su libro “Carlos Paz – 100 años”, y quienes deseen conocer con mayor detalle los antecedentes pueden remitirse a dicho trabajo.

 

Del Pueblo a la Villa

Pero el contenido de esta nota no pretende reiterar lo que ya ha sido escrito, sino abordar el tema desde otro ángulo, un punto de vista diferente.

Tenemos el año, tenemos el plano, tenemos los protagonistas, pero ¿quiso realmente Carlos Paz “fundar” una villa que llevara su nombre?

Esta pregunta suena irreverente de cara a los homenajes que frecuentemente se le tributan a nuestro ilustre fundador y ante la cantidad de menciones que afirman y reafirman su intencionalidad.

Sin embargo, deberíamos considerar la posibilidad de que don Carlos nunca tuviera intenciones de fundar una “villa” según los criterios de su época, pues las villas, a diferencia de los pueblos, tenían una jerarquía política superior y se gobernaban a sí mismas mediante comisiones vecinales.

El término Pueblo alude a un grupo de casas vecinas y no a una unidad administrativa. Por lo general los pueblos fueron surgiendo tras la subdivisión y enajenación, por venta o remate, de las tierras suburbanas y campos del interior.

En la segunda mitad del siglo XIX diversos núcleos de población se formaron en los alrededores de la ciudad de Córdoba, la que aún conservaba sus límites coloniales. Surgieron así los “pueblos” de San Vicente,  San Martín y Alberdi, entre otros.  Algunos arrabales de la capital, cuando eran alcanzados por la urbanización también se transformaban en “pueblos”, tales como “El Abrojal” que pasó a llamarse Pueblo Güemes.

Claro que estos “pueblos” nunca tuvieron autonomía ni la quisieron, y su desarrollo dependía en cierta medida de los servicios públicos prestados por el Estado municipal. Con el paso del tiempo se transformaron en “barrios” y quedaron integrados de hecho y por derecho a la jurisdicción municipal. No obstante, aún se los identifica por sus nombres originales.

A diferencia de los anteriores, en el interior de la provincia surgieron pueblos gestados por las empresas ferroviarias en las tierras adyacentes a las estaciones de los diferentes ramales, o bien creados por estancieros que un día decidieron ingresar al mercado inmobiliario, fraccionando y vendiendo sus posesiones.

Pero cuando estos pueblos adquirían cierta importancia, sus vecinos veían llegada la hora de lanzarse hacia el futuro. Solicitaban autorización para formar comisiones vecinales y donaban los terrenos destinados al funcionamiento de las instituciones públicas; dependencia policial, registro civil, juzgado de paz, intendencia y escuela fiscal necesitaban un espacio físico dónde funcionar.

Así los pueblos se transformaban en “villas”. En nuestro valle tenemos ejemplos cercanos: Cruz del Eje, Tanti y Cosquín, antiguas poblaciones de Punilla, fueron denominadas “villas” cuando decidieron asumir su propio destino.

 

Intenciones que no fueron tales

Si Carlos Paz hubiese querido verdaderamente  fundar una villa en términos políticos, debería haber adherido a la ley de municipalidades N° 1819, norma que regulaba la creación y funcionamiento de estas unidades políticas de rango menor. Pero ello habría significado dejar el destino de “su” pueblo en manos de instituciones públicas, ajenas a su poder de decisión.

Por lo tanto, el “Pueblo Carlos Paz”, era en realidad, al menos en sus comienzos, solo un lugar de descanso, un pueblo privado regido por las decisiones unipersonales de un patrón de estancia,  dueño de las viviendas para alquilar y de la infraestructura de servicios necesaria para abastecer a la población y a los veraneantes.

Si observamos el plano dibujado en 1913, advertimos la inexistencia de espacios públicos, plazas, y mucho menos la asignación de terrenos para establecer en el futuro instituciones comunitarias. La planta urbana carece de originalidad, de racionalidad distributiva, y los criterios urbanísticos modernos están ausentes.

Pero hay algo importante que el plano de marras no muestra: lo que ya existía, y que no está incluido en el dibujo. Me refiero a la finca “Las Margaritas” y a todas las demás edificaciones construidas por Carlos Paz y por sus amigos, que si bien no eran muchas, no aparecen representadas.  Y tiene una explicación; estaban situadas del lado contrario del camino, hacia el sur y el este, mientras que el plano solo muestra las manzanas desarrolladas hacia el norte y el oeste.

Estrictamente, el plano no representa al pueblo de Carlos Paz sino que se trata de un loteo nuevo, ejecutado sobre un sector descampado, lugar donde había potreros y otras instalaciones destinadas a las tareas rurales. Resulta evidente que Carlos Paz había decidido sumarse a los otros emprendedores inmobiliarios que estaban loteando las estancias de todo el valle de Punilla.

El estanciero reservó para sí la manzana triangular identificada con la letra “A” en el plano, lugar donde estaban los corrales y que donde poco después hizo construir la capilla. Tal vez le rondaba la idea de destinar este sector a una gran plaza pública; solo así tiene sentido la orientación que le dio al edificio religioso. Pero eso nunca la sabremos.

Estas especulaciones no le quitan mérito, todo lo contrario. Demuestra la voluntad de Carlos Paz de transformar su estancia en un pueblo, un pueblo sin autonomía, pero pueblo al fin. Sin embargo esta situación no se mantendría mucho tiempo. Los que fueron llegando, poco a poco se harían cargo de regir sus destinos. Después del año ´20 ya nada fue igual.

Finalmente un apunte llamativo. Si bien nuestro fundador hizo acuñar el nombre “Villa Carlos Paz” en la medalla conmemorativa de la inauguración de la capilla del Carmen en 1915, en la correspondencia oficial como Jefe Político de Punilla durante el período 1913-1916 nunca utilizó esta denominación, aludiendo a su lugar de residencia como “Los Puentes”.

¿Quería Carlos Paz que el pueblo llevara su nombre?

 

Nota correspondiente a la edición n° 425 del semanario La Jornada, del 17 de julio de 2016.

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