Muchos cordobeses apelan a la contratación de sus servicios. Las causas más frecuentes de consulta: infidelidad y delincuencia.
Christian Del Val es investigador privado de profesión. Desde hace ocho años se dedica a prestar este tipo de servicios. Hoy, decidió contar sobre su actividad en Bien Despiertos.
Sin dudas, resulta toda una curiosidad ver en un medio de televisión a alguien cuyo éxito laboral depende de la discreción. El propio Christian lo sabe y admite que aceptar la invitación le resultó complejo.
“No fue una decisión fácil presentarse pero lo hago porque yo hoy no estoy operativamente en la calle. Tengo mi empresa y gente que trabaja para mi. Gente a la que superviso”, señala desde el comienzo.
Con esta aclaración dejamos en claro a los lectores de cba24n que si se cruza en la calle al detective, no es necesario sentirse perseguido u observado. Paranoicos, abstenerse.
La pregunta que rompió el hielo no se hizo esperar: ¿Quienes consultan más y por qué?
“Yo hago de todo, delitos económicos, robos. Muchas veces gente que sufrió asaltos quiere investigar quién le robó, por qué y si hubo un ‘buchón’. Pero en el ránking, la consulta número uno es infidelidad. Cuando se habla de infidelidades las que más consultan son mujeres. Con esto no quiero decir que los hombres sean mas infieles, simplemente que en nuestra empresa consultan por esto las mujeres”, cuenta, con soltura, Christian.
Para los procedimientos, asegura el entrevistado, resulta esencial que los interesados aporten datos precisos.
“Habitualmente el cliente nos da un diagnóstico de la persona o el hecho que investigamos. Nosotros seguimos los indicios. Son una especie de caminito. Generalmente las investigaciones duran dos semanas, aunque en el tema de infidelidad podemos comprobarlo hasta en un día”, explica el investigador.
Consultado por la efectividad del servicio y la constancia de la existencia de una infidelidad, Del Val ratifica la necesidad de confianza mutua.
“Cuantas más evidencias tengas, mejor es tu trabajo. Nosotros hacemos un informe muy completo. Con nombres, apellidos, antecedentes, registro de actividad. Pero en caso de no tener tanto, el cliente tiene que confiar en mi palabra. Después de todo no soy ‘mesita de luz’. En mis comienzos en la actividad me ha pasado que los hombre o mujeres me pidieron presenciar el ‘momento’ de la infidelidad. Eso lo hice, pero reconozco que fue un error. Es un peligro. No se sabe qué consecuencias puede llegar a tener. Ya no operamos más así”, aclara.
La delgada línea de la moral
Otra de las dudas corrientes indaga sobre la legalidad de la actividad de investigadores privados.
De acuerdo a Del Val, hay cosas que no se pueden hacer. “No hay delito mientras no se ‘pinchen’ líneas de teléfono, se sustraigan datos de forma ilegal. Eso es espionaje y está prohibido. Si se presentan fotografías, grabaciones”, apunta.
En ese marco el investigador aclaró que no invaden propiedades privadas aunque sí sacan fotografías, algo que, al menos, roza lo inmoral.
“Hay datos que se preservan aún a pesar del cliente. Hay datos de terceros, o cuartos que se deben resguardar porque de conocerlos no cambian en nada la situación del cliente”, amplía el entrevistado.
El precio del saber certero
Comprobar una mentira o una infidelidad no sólo puede costar un corazón roto. De acuerdo a Del Val, el servicio es caro y, aunque hay planes que se acomodan a todos los bolsillos, el interesado tiene que pensar que para la primer semana de investigación hay que desembolsar entre siete y ocho mil pesos.
Aproximadamente cada investigación demora entre una y dos semanas. Ante tamaño presupuesto, mucha gente desiste de la idea de saber tanto y aplica el refrán popular que reza “ojos que no ven, corazón que no siente”
Pero, aunque siga pareciendo de película, para muchos resulta así de fácil acceder a la contratación de estas prestaciones.
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