Fuente: elDiarioAR
Uno de los eternos debates en torno a los premios es su escasa conexión con el sentir popular. No siempre, o mejor, casi nunca, la película que más gusta a los espectadores es la que se lleva los reconocimientos. Se escucha mucho esa frase que dice que antes la película que ganaba el Oscar era la que había arrasado en la taquilla. Para fortalecer ese argumento se suele citar Casablanca o Lo que el viento se llevó, títulos que no solo triunfaron entre la crítica sino en las salas de cine. Los Oscar llevan años intentando encontrar ese equilibrio. Durante años las películas ganadoras fueron títulos más minoritarios en ceremonias que fueron perdiendo audiencia, lo que muchas personas vincularon.
Al final, los Oscar son también un show televisado que quiere ser visto y tener repercusión. Por eso, en los últimos años se han hecho intentonas como ese fallido premio al filme más popular (¿alguien se acuerda quién lo ganó?). Y muchos dicen que por eso en los últimos años se están nominando e incluso premiando películas más populares. Este año lo tenían muy fácil. En un año complicado, todavía con resaca pandémica y con una huelga de actores que paralizó la industria, Hollywood vio como se creaban dos fenómenos como hacía tiempo que no se veían. Uno con nombre muñeca, Barbie; y el otro con nombre de físico, Oppenheimer.
Ambos han sido, sin ninguna duda, los títulos del año. Dos películas que han pasado al imaginario popular en poco tiempo, que son reconocidas y que han reventado la taquilla. Las nominaciones ya dejaron claro que la Academia de Hollywood iba más con Oppenheimer que con Barbie, y con la entrega de los Oscar lo han confirmado. El filme de Christopher Nolan ha arrasado como se esperaba. Siete estatuillas entre ellas las más importantes, Película -que llegó tras uno de los mayores anticlímax posibles cuando Al Pacino dijo el ganador sin que hubiera vídeo de nominados previo-, dirección para Christopher Nolan; Actor protagonista (Cillian Murphy), Actor de reparto (Robert Downey Jr.), montaje, fotografía, banda sonora.
El arrase de una parte del Barbenheimer ha dejado a la otra con apenas un premio de consolación, el de Mejor canción original para el What I mas made of? De Billie Eilish para el filme de Greta Gerwig. Barbie perdió en las otras siete categorías, pero la ceremonia dejó claro que es la película más importante del año. El primer vídeo acabó con un plano de Margot Robbie, y el primer sketch de Jimmy Kimmel también fue a costa de la película. Hubo bromas, menciones, y suyo fue el momento de la noche y uno de los mejores en una ceremonia de los Oscar reciente, el increíble I’m just Ken que Ryan Gosling interpretó en el escenario con decenas de bailarines, Slash a la guitarra y con bajada a la platea para que cantaran Greta Gerwig, Margot Robbie y Emma Stone. Hay que ser una estrella para salir al escenario tras perder un premio y lograr desprender esa energía.
Hollywood se rinde a Nolan
El premio a la Mejor dirección para Christopher Nolan redime también a uno de los cineastas más importantes del Hollywood de las últimas décadas que, extrañamente, no tenía ningún Oscar. De hecho, esta era su segunda nominación en toda su carrera. La primera fue por Dunkerke, lo que demuestra que a Hollywood le gusta cuando Nolan se pone serio, aunque realmente siempre lo está. Ha tenido que hablar de armas nucleares, de los miedos post Segunda Guerra Mundial para que le reconozcan como lo que es, uno de los pocos directores cuyo nombre es una marca y que dignifican el Blockbuster con inteligencia. Habrá pocos realizadores que hayan conectado de forma tan brutal con la gente gracias a películas como Origen, Memento, Interestelar o la trilogía de El caballero oscuro, que no fue nominada en ninguna de sus entregas a pesar de cambiar para siempre la historia del cine de superhéroes.
La gala tuvo el sabor amargo de ver cómo las opciones del cine español se iban perdiendo en la primera parte de la gala. Pablo Berger perdió frente al maestro Miyazaki, que con El chico y a la garza dio la sorpresa y sorprendió a la todopoderosa Spider-Man, que partía como gran favorita. El maquillaje de La sociedad de la nieve vio como Pobres criaturas se llevaba su estatuilla y Bayona vio como Jonathan Glazer cumplía con todas las quinielas al llevarse el de Mejor película internacional. El filme de Glazer se llevó otro premio, el de Mejor sonido. Merecidísimo para el inmersivo, inteligente y desasosegante trabajo del filme.
Glazer fue uno de los pocos que se atrevió con uno de los elefantes en la habitación. La guerra en Gaza fue completamente ignorada por todos y cada uno de los ganadores menos por él. Lo hizo, además, el que tenía la papeleta más complicada. El director de un filme sobre el Holocausto tuvo el valor de hablar del tema, algo que el resto de Hollywood ni se lo planteó. “Nuestra película nos enseña dónde nos lleva la deshumanización, en el pasado y en el presente. Que no se escamotee el carácter judío del Holocausto, que ha sido secuestrado para justificar la ocupación. Ya sean las víctimas del 7 de octubre en Israel o las víctimas actuales en Gaza: todas son víctimas de esta deshumanización”, dijo el director.
A pesar de que varios miembros del equipo llevaban chapas con la bandera palestina y que en otros premios habían realizado peticiones de alto al fuego, Justine Triet y Arthur Harari no se atrevieron en los Oscar. Ellos fueron los ganadores del Oscar al Mejor guion original por Anatomía de una caída, uno de los grandes fenómenos del año y que venció en su categoría a Los que se quedan, el filme de Alexander Payne que se tuvo que conformar con el premio a la Mejor actriz de reparto para Da’Vine Joy Randolph, uno de los premios más cantados de la noche. Ella fue de las pocas que realizó un discurso que se saliera de los clásicos agradecimientos al equipo y a la familia recordando que en su clase de interpretación era la única niña negra. La falta de valentía, compromiso y activismo en los discursos fue notable.
Solo Cillian Murphy, Oscar al Mejor actor, hizo una mención dedicando su premio a los que buscan la paz; además de Mstyslav Chernov, director del documental ganador, 20 días en Mariúpol, que muy emocionado dijo que “ojalá nunca hubiera tenido que hacer esta película”. “Ojalá pudiera cambiar este Oscar porque Rusia nunca hubiera ocupado nuestras ciudades ni atacado ucrania. Ojalá no hubieran matado a decenas de miles de nuestros ciudadanos, pero no lo puedo cambiar, no puedo cambiar la historia ni el pasado. Pero vosotros, algunos de las personas con mas talento de la historia, podemos hacer que la verdad prevalezca y que la gente de Mariupol y los que dieron su vida nunca sean olvidados, porque el cine construye memoria y la memoria hace historia. Gracias a todos. Gracias Ucrania”, dijo.
Una pena que su interpelación directa a los miembros de Hollywood no calara en nadie. Ni siquiera en una Emma Stone que con solo 35 años ya cuenta con dos Oscar a la Mejor actriz protagonista. Por Pobres Criaturas se ha llevado su segundo premio tras el logrado por La la land. Uno de los galardones que llegaba con más emoción en una carrera ajustada entre ella y Lily Gladstone. Pobres Criaturas rascó más de lo esperado, ya que también se hizo con otros tres premios técnicos (vestuario, diseño de producción y maquillaje y peluquería) convirtiéndola en la segunda película más premiada de la noche.
Como viene siendo habitual, Scorsese fue el gran perdedor de la noche. Su épica y maravillosa Los asesinos de la luna no pudo hacerse con ninguno de sus premios. Lo mismo que le pasó con El irlandés. Es preocupante que un cineasta como él solo haya ganado en su carrera un Oscar a la Mejor película y al mejor director. De vacío también se fueron Maestro y Vidas pasadas, mientras que American Fiction logró el de guion adaptado por encima de Barbie y Oppenheimer.
Un Kimmel ácido y correcto
Ante unos discursos tan sosos y sin intención fue Jimmy Kimmel el único que puso un poco de picante al asunto en sus intervenciones. Es destacable que él fuera el único que se acordara de la huelga de actores y guionistas que paralizó la industria en verano. Una huelga que, además, coincidió con la campaña promocional de Barbie y Oppenheimer. Ninguno de los ganadores se acordó de aquella lucha, pero el presentador sí lo hizo y hasta se atrevió a realizar unos gags con ella. Primero les dijo a los actores que ya no debían temer a que les sustituya la inteligencia artificial, sino a que les “reemplacen por gente más joven y más guapa”. Tras su monólogo sacó a los técnicos al estrado, víctimas colaterales del paro, y la platea les dedicó una ovación, aunque luego nadie se acordara de ellos.
El monólogo inicial tuvo pullas a Madame Web, uno de los fiascos de la taquilla del año, a Barbie, y a aquellos que no votaron por Gerwig. “Mi mujer antes de la película le hubiera comprado antes a mi hija un paquete de Marlboro que una Barbie, y ahora es un icono feminista gracias a Greta Gerwig”, dijo y dejó sonar los aplausos de la gente antes de lanzarles el zasca que esperaba: “Ahora la aplaudísm pero no la votasteis que no está nominada como Mejor directora”.
Los otros dos dardos más sonoros fueron para Depardieu y Robert DeNiro. “Messi -el perro de Anatomía de una caída- es el fenómeno de la película. No he visto a ningún actor francés comerse mejor su vómito desde Gerard Depardieu”, dijo Kimmel. Para De Niro le tenía reservada una broma sobre la diferencia de edad con su pareja actual, 34 años más joven que él. Este año estaban nominados Robert De Niro y Jodie Foster, y ambos fueron nominados en el 76 por Taxi Driver, la excusa perfecta para el cómico: “En aquel momento podrían haber sido padre e hija, pero ahora ella podría ser su novia”. Algo de ironía y mala leche en una ceremonia que recuperó el formato de colocar a cinco antiguos ganadores de los premios de interpretación en el escenario para hablar de los actores y actrices nominadas. Un recurso emotivo que, además, nos hizo viajar al pasado 15 años, cuando Penélope Cruz logró su premio con esta misma puesta en escena.
Al final, los Oscar fueron de las dos mismas películas de las que se habla desde finales de julio. Barbie y Oppenheimer. Oppenheimer y Barbie. Las dos lograron devolver la ilusión a la industria. Una acabó la temporada con siete premios, la otra con uno, pero con la seguridad de que habrá pocos fenómenos culturales tan importantes como aquella película de la que todo el mundo se rio cuando era un proyecto y que terminó haciendo que todos vistieran de rosa para ir a una sala de cine a reírse del patriarcado. Como dijo Juan Antonio Bayona días antes de la gala desde Los Ángeles, “los premios se olvidan, las películas se recuerdan”, y nadie duda de que todos se acordaran de 2023 como el año de Barbie.