Por Agustina Sosa

Julieta Ortega parece una persona con la que es imposible llevarse mal. En su voz se puede apreciar una acentuada tranquilidad y, también, amabilidad. Quizás sea esta bien lograda fusión entre amabilidad sin descuidar sus ideales, lo que la ha llevado a consolidarse como una de las actrices más reconocidas de Argentina y también como una mujer llena de nuevos horizontes.

En conversación con ella pudimos hablar sobre su libro para niños “Un Año con Amanda” y sus próximos proyectos. Pero también sobre sus placeres, el vínculo con su hijo y su mirada acerca del futuro del país.

  • “Un Año con Amanda” habla sobre tu infancia: ¿cómo describirías tu infancia? ¿Por qué creés que sentiste la necesidad de escribir sobre tu infancia?
  • Yo siempre digo que tengo mi infancia muy a la vuelta de la esquina, la tengo muy a mano, tengo recuerdos muy vívidos de mi infancia. Entonces no es que sentí la necesidad de escribir sobre ella sino que cuando me llaman de la editorial Orsai y me proponen escribir un cuento infantil, la consigna de ellos fue que yo escriba el cuento que me hubiera gustado leerle a mi hijo. Y la verdad es que cuando empecé a pensar, incluso sobre cuentos que en su momento le leí -mi hijo ya está por cumplir 14 años, es un adolescente y lee solo pero en su momento con el papá le leímos mucho- se me venía mi propia infancia todo el tiempo a la cabeza. Entonces, decidí que lo mejor iba a ser escribir sobre lo que yo más conocía que era eso. Todas las alegrías de mi infancia, los miedos, y también de alguna manera las tristezas o las cosas que me fueron marcando son cosas que tengo muy presentes. Yo tengo la teoría de que somos todos versiones apenas un poco más sofisticadas de las niñas y los niños que fuimos. Entonces, bueno, con esa premisa no fue muy difícil meterme a bucear ahí.
  • Decís que siempre te gustó leer y escribir, ¿encontrás un refugio ahí?
  • Sí, definitivamente encuentro un refugio sobre todo en la lectura. Fue siempre un refugio para mí y además le debo mucho, porque siempre digo que yo me formé como mujer leyendo. Y también de alguna manera leyendo sobre política, me formé como sujeto político. Pero tengo un recuerdo bastante preciso de mis primeros años en Los Ángeles a los que me fui a estudiar teatro, que fue durante los años 1990 y 1993, y esto fue antes de la existencia de internet y por supuesto, de las redes sociales, con lo cual uno estaba mucho más desconectado del resto del mundo. Yo tenía a mi familia viviendo primero en Miami y después en Tucumán y estaba sola en Los Ángeles, hablábamos con suerte una vez por semana por teléfono con mis papás, o sea que pasaba mucho tiempo sola. Estaba seis horas por día en clases de teatro sola: almorzaba sola, comía sola a la noche, me pasaba los domingos sola, y un pasatiempo mío favorito era siempre ir a una librería grande sobre todo los domingos. Y quedarme ahí sentada tomando algo en una mesa y leyendo. De hecho tengo un estante en mi biblioteca dedicado a toda mi lectura que hice entre esos años, sobre todo en temas de género, y siempre que la miro de alguna forma sonrío porque siento que mucho de la mujer que soy hoy tiene que ver con esas lecturas.
  • ¿Qué lugar le das al silencio en tu vida?
  • Yo amo el silencio. Siempre digo que la soledad y el silencio para mí son lujos. Sobre todo cuando tenés niños o niñas, el silencio es precioso. Y bueno, viví muchos años sola también. Por eso amo el silencio. Y después, fui mamá, y cuando me separé del papá de mi hijo y mi hijo se iba algún día de semana o los fines de semana o de vacaciones con el padre, volví a recuperar el silencio. Y ahora lo tengo todo el tiempo porque mi hijo es adolescente y los adolescentes no te hablan, entonces vuelvo a tener una casa en silencio. Pero yo adoro el silencio, o por lo menos los sonidos que uno elige: la música que uno elige; el programa de radio que uno elige escuchar; los sonidos de las risas de los amigos; de la conversación; estos son sonidos elegidos. Pero no me gusta el barullo, no me gusta la tele prendida de fondo, no me gusta la radio sonando en cualquier dial, por eso me ponen muy nerviosas los gimnasios y las peluquerías. Porque en general hay un ruido de fondo que uno no controla y que uno no eligió, que suele ser música muy fea además. Ahí el ruido me hace doler la cabeza. Pero bueno, si no es el silencio, por lo menos el sonido de lo elegido, eso es lo que a mí me gusta y lo que disfruto.
  • ¿Y al amor?
  • Y el amor es siempre bienvenido, por supuesto. De todas formas, trabajé bastante en estos últimos 15 o 20 años, en la relación conmigo. O un poco menos. Pero sí, diría que 15 o 20 años porque también estos años de vivir sola, no solamente en mi casa, en una cosa o en una ciudad o en un país, me hicieron tener una relación conmigo muy profunda. Y reconocerme como una buena compañera de mi misma. Y eso me hizo sentirme bastante segura en la forma en la que me plantaba también ante los demás. Y esta sensación de yo me tengo a mí, yo voy a estar bien, y después todo lo demás. Después la relación con mi hijo, después la relación con mis padres, después la relación con mis hermanos, después la relación con mis amigues, con mis parejas… recién a partir de ahí, de cómo esté parada yo conmigo. Por eso, también, son momentos de gran aprendizaje para mí los momentos en los que estoy sola entre una relación amorosa y otra. No suelo saltar de una relación a otra. Suelo tomarme el tiempo para cerrar las relaciones, hacer el duelo que corresponda, llorarlas, y recién ahí sentirme como capaz de meterme de vuelta en otra cosa. Pero valoro mucho eso, el tiempo conmigo, y cada tanto “resetearme” y volverme a preguntar dónde estoy parada, quién soy, qué busco, qué me gustaría que me pase… digamos, me relaciono con los demás a partir de todas esas cosas, de una relación fuerte conmigo. Pero, sí, el amor, es siempre bienvenido.
  • Leyéndote en las redes sociales, por ejemplo, una encuentra mucha poesía pero también definiciones contundentes vinculadas a la política y al feminismo: ¿has tenido que “pagar un precio” por manifestar tus ideales y posicionamientos? ¿Alguna vez tuviste algún problema por eso en el ámbito laboral?
  • No siento que haya tenido que pagar un precio caro por expresar mis ideas políticas o mi militancia dentro del feminismo. El precio de los insultos dentro de las redes sociales para mí no es un precio caro, uno elige estar ahí o no estar. Nunca viví una situación violenta en la calle, por ejemplo, entonces lo otro es un ámbito que ya sabemos que es cobarde, que es anónimo, que incluso la gente que sí da la cara virtualmente pero con su nombre y apellido te dice algo, después cuando te ve personalmente -si la encarás-  a veces te pide disculpas, a veces trata de justificarse, a veces te pide que no te enojes, a veces te dice que no quiso decir eso… entonces, digamos, es un ámbito como medio “pour la galerie”, yo lo tomo muy con pinzas. Por eso trato, también, de no pelearme con nadie por ahí porque siento que todo lo que alguien le diga por ahí a un otro, es en realidad para la hinchada. No me interesa mucho de lo que pase ahí en ese sentido, en la confrontación, o en el insulto. Sí en exponer tus ideas: en ese sentido las redes sociales para las personas públicas están buenísimas porque a diferencia de otros años en donde uno se daba a conocer a través de las entrevistas, y de las cosas que se escribían de uno y se publicaban de uno, hoy, a la manija de eso la tiene uno mismo. Desde ahí podés hablar, contestar, aclarar, y entonces es una gran herramienta para la gente pública, creo.
  • La crianza de tu hijo Benito es un tema recurrente que mencionan tanto vos como su padre, Iván Noble, ¿cómo te estás llevando con la preadolescencia y la maternidad? ¿Qué es lo que te gustaría dejarle como enseñanza a tu hijo?
  • Qué cosa me gustaría dejarle a Benito… convicciones. Que sea un hombre de ideas propias, que sea un hombre interesado por los demás, todo eso. Y en relación a lo que me preguntás sobre cómo llevo la adolescencia de él, la verdad es que, con cierta preocupación. Tanto el padre como yo, por una cuestión generacional, porque es un mundo nuevo, son adolescencias en otro mundo que no es como era el nuestro, entonces si bien nosotros hoy tenemos, claramente, una relación con la tecnología que es la que es -yo soy una persona totalmente activa en las redes sociales (risas) así que te podés imaginar cómo uso el teléfono, cuánto tiempo puedo pasar frente a una pantalla que es mucho el tiempo- no pensaba intentar darle batalla a eso. Sí me preocupa cómo es crecer ya con todo eso dado, ¿no?, crecer con el mundo en tus manos, literalmente, porque el mundo está en el teléfono. Toda la información sobre todas las cosas que te puedan interesar de lo que sea están ahí, el contacto con los amigos, conocidos, la gente del trabajo están ahí, y eso que mi hijo todavía no tiene redes sociales y sin embargo es muy difícil sacarle la atención de la pantalla. Y eso es algo que nosotros todavía no sabemos bien cómo manejarlo. Es muy difícil competir contra eso, digamos. ¡Proponerle a un adolescente hoy algo que sea más interesante que quedarse mirando el teléfono, algo de lo que pasa en el teléfono, es muy difícil!. En eso estamos un poco preocupados con el padre. Preguntándonos todo el tiempo si estamos haciendo bien, si tendríamos que ser más estrictos con algunas cosas, pero bueno, nada que no le debe estar pasando a la mayoría de los padres que conozco.
  • Por último, ¿cuáles son tus próximos proyectos?
  • Con respecto a lo que se viene, seguramente va a ser un poco más de lo que ya hay. Me encantaría seguir visitando escuelas y librerías con “Un Año con Amanda”, bastante de eso hicimos este año con Fernanda Cohen que fue la ilustradora del cuento y  me gustaría seguir haciéndolo. El libro fue declarado de interés por la Cámara de Diputados y por la Legislatura Porteña, por dos vías distintas, así que eso fue una alegría, una noticia que recibí hace menos de un mes, medio en simultáneo. Después, bueno, sigo con mi marca de pijamas (“Jota & Co”)  me gustaría mudarme, estoy en un pasaje en Palermo, divino, chiquito, me gustaría mudarme para un barrio más cerca de mi casa para tener un local ahí, no necesariamente agrandarme sino tal vez agrandar la propuesta de las cosas que ofrecemos. Y después, bueno, estoy esperando que pase algo que me encante. Yo suelo volver a mi trabajo de actriz cuando aparece algo que me enamora lo suficiente, y estoy esperando que eso suceda. Seguramente el año que viene eso pase. Estuve más quieta en ese sentido, lo último que hice fue “Un Gallo Para Esculapio”, ya va a hacer un año de eso, de la miniserie que grabamos con Bruno Stagnaro, y estuve todo este año dedicada al libro y a la marca… más quieta de lo que hubiera querido. Y bueno, no puedo dejar de decir que tengo todas mis esperanzas puestas en los resultados de las elecciones (Aclaración: la entrevista se realizó el viernes 25). Fueron cuatro años muy duros y empiezo a sentir como una especie de sol que se asoma y que si bien entiendo que van a ser duros los primeros tiempos, no puedo dejar de mirar el futuro con mucha esperanza por lo que se viene.
  • En febrero, voy a estar por primera vez en Microteatro, que es una propuesta de acá de Capital Federal que está buena, que son obras de teatro de 15 minutos y la gente va y paga un precio bastante menor que el que paga por ir a un teatro a ver una obra de una hora y media, y ve la cantidad de obras de 15 minutos que quiere -en un término de dos horas viste cinco obras de teatro- mientras te tomás algo entre obra y obra, y te encontrás con amigos y demás. Es un formato que se trajo de España, creo, que funciona muy bien acá y yo he ido mucho a Microteatro como espectadora y es la primera vez que voy a estrenar una obra ahí con Diego Gentile y estoy contenta. Eso es como lo que voy a hacer ahora ya, y esperemos que más adelante aparezcan otras cosas.

Nota correspondiente a la edición n° 546 del periódico La Jornada, del 30 de octubre de 2019.

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