Por Agustina Sosa

En mayo de 1982, mi viejo se encontraba junto a otros trabajadores de EPEC (Empresa Provincial de Energía de Córdoba) haciendo una “línea de media tensión” para suministrarle energía al Observatorio Astronómico de Bosque Alegre.

Además, Argentina se encontraba en guerra con Reino Unido por las Islas Malvinas y los medios argentinos titulaban: “Vamos ganando”. Pero un empleado del Observatorio, que iba todas las noches a ver las estrellas acompañado por su radio Tonomac Platino, enganchaba (por la altura del lugar) radios de otras partes del mundo y escuchaba la dura verdad que luego le transmitía a mi padre y a sus compañeros: íbamos perdiendo. El hombre de las estrellas era -además- maestro rural, y tal vez por eso su paciencia le permitía soportar enojos varios y que nadie le creyera. Por estos días y varias décadas más tarde, mi padre ha vuelto a ese mismo lugar a reconstruir la red eléctrica que el fuego de los recientes incendios en las sierras de Córdoba ha destruido. Pero no podrá encontrarse con Héctor Moyano para darle la razón sobre la Guerra de Malvinas: el maestro falleció en 2003 luchando contra el fuego para proteger su amado Observatorio, bosque, y lugar en el mundo.

Un maestro todo terreno

A su hija Laura se le ilumina la voz mientras recuerda a su papá. Cuando le propuse homenajearlo, en medio de los incendios actuales que se llevan más de 65 mil hectáreas de ecosistema serrano, entre árboles nativos, animales, y vidas humanas que corren peligro todos los días, pensé que sería difícil. Pero ella accedió cálidamente a contarme la historia de un hombre que fue mucho más que un maestro de primaria y aficionado a las galaxias.

Ser maestro rural de una escuela en medio de la montaña no es tarea fácil. Hector Moyano estuvo 42 años en ese establecimiento, primero como maestro y luego como director. “La escuela era una escuela nacional con número, y, cuando pasó a ser provincial, mi padre le puso el nombre del primer director de esa escuela: Maestro Honorio Quiroga. Tuvo varios ofrecimientos de venir a la ciudad de Alta Gracia y él no quería saber nada. Trabajó en dos oportunidades con dos maestras que lo ayudaban pero en general estuvo solo”, cuenta su hija. En esa escuela serrana los alumnos nunca eran más de 30. Así que este maestro tenía que hacerse cargo de los siete grados de la primaria, con un aula de gran tamaño, y dos pizarrones que dividía en cuatro. “Tenía niños muy chiquitos entonces en una parte de la pizarra se podían ver círculos y triángulos para pintar de colores, era como el jardín de infantes. Después enseñaba a leer y a escribir, para seguir con las multiplicaciones y divisiones para los más grandes”.

Si bien fue partidario del radicalismo de Arturo Illia y Raúl Alfonsín, el amor y la afiliación por su partido terminó cuando el entonces gobernador cordobés Eduardo Angeloz implementó el programa social conocido como “Paicor” para abastecer de comida las escuelas públicas. “Mi papá rechazó el programa mediante una carta que decía: ‘No soy contador, ni cocinero, soy maestro”. El motivo del enojo -según cuenta su hija Laura- era que el gobierno le ordenaba calcular porciones de determinados gramos para cada chico y asentar todo en una planilla, y él no tenía tiempo. “No recibe más el aporte del Paicor y le pide a mi mamá que le ayude con la comida para los chicos. Mientras dejaba la tarea en el pizarrón, se iba a la cocina de la escuela y freía las milanesas que mi mamá le armaba para los alumnos, porque la cocina estaba pegada al aula. Entonces los chicos que terminaban la tarea se levantaban con su cuaderno, iban hasta la mesada de la cocina y él corregía ahí parado mientras freía, revolvía o cortaba alimentos”.

Hay que entender el contexto: los padres de sus alumnos eran trabajadores humildes que estaban todo el día en las canteras que proveen las moliendas de ciudades como Alta Gracia o Carlos Paz, donde sacaban piedras blancas, mármol y mica; o bien eran caseros de las estancias cercanas. Los chicos llegaban a caballo o caminando, o incluso muchas veces eran acercados hasta la escuela por los dueños de las estancias.

Gran Torino

Su hija lo recuerda viajando en su moto Gilera desde Alta Gracia hacia la escuela y el Observatorio de Bosque Alegre. “Lloviera, hiciera frío, lo que sea, él iba en su moto porque los chicos tenían que comer. Durante los paros docentes del 94, con el problema del ex gobernador radical Ramón Mestre que redujo mucho el presupuesto en las escuelas rurales y las cerró, mi papá no hizo un sólo día de paro, ni uno, porque los chicos tenían que comer. Eran su prioridad, si no comían en la escuela, no comían. Mi papá les daba el desayuno, después el almuerzo y los tenía un rato más como hasta las tres o cuatro de la tarde que les daba una merienda para que se llevaran a sus casas. Esto en las épocas más duras.”

Pero la moto tuvo reemplazo: un Torino. “Cuando se puso más grande mi papá y ya no aguantaba la moto, empezó a viajar en su auto. Nosotros teníamos un Torino. Toda su vida tuvo un Torino.” Laura sostiene que aunque hubiese querido tener otra cosa no hubiese podido; siempre fue maestro, y los maestros siempre ganan poco.

“Entonces él iba en el Torino. Y ya que Mestre había sacado todo y la pobreza era tremenda, iba pasando por las puertas de las estancias de los campos y -como los chicos ya sabían más o menos a qué hora pasaba mi padre a buscarlos- lo esperaban listos. Él les abría el baúl, ponían las mochilas y se subían al Torino camino a Bosque Alegre. ¡Y eran un montón! uno arriba del otro. No existían las seguridades que hay ahora, nada que ver, y el camino era otra cosa. Eran otros tiempos. Por ahí uno se pone a pensar que era imprudente, pero bueno, eran otras épocas.”

El insobornable maestro enemigo del Rally

Héctor Moyano se hizo escuchar nada más ni nada menos que por los dueños de Cadena 3, el medio masivo más grande de Córdoba. Quizás uno de los reproches cariñosos que su hija Laura aún le hace a su padre cuando lo recuerda, tiene que ver con las entradas para ver el espectáculo “Disney Sobre Hielo” que le regalaron desde esa radio: “Una vez, en Cadena 3 le regalaron unas entradas para ir a ver Disney Sobre Hielo (Disney On Ice), y a mí jamás me había llevado (risas), así que me llevó pero junto a todos los chicos de la escuela cuando ya era grande,  tenía 15 años.”

Cuando le pregunté por qué desde ese medio le habían hecho ese regalo, su hija me explicó: “En Cadena 3 lo conocían porque mi papá, al trabajar en el Observatorio de Bosque Alegre, cuando se prendían las luces del Estadio Córdoba para que hubiera un partido de fútbol, generaba demasiada luz y no se podía ver bien, ¡entonces él llamaba a la radio y se quejaba!”

Pero las luces del estadio no eran su único motivo de queja. Probablemente, el mayor enemigo del maestro haya sido el Campeonato Mundial de Rally que se lleva a cabo en esta provincia, y que pasaba por el camino que él transitaba para llegar a la escuela. “En el Rally se peleaba con importantes corredores de Córdoba, con todo el mundo, no le importaba nada, porque los autos le dejaban el camino destrozado. Pasaban, destruían el camino y nadie lo arreglaba. Lo arreglaba él con la gente de las canteras. Los de las canteras ponían el material y los camiones, y papá gestionaba palas para arreglar el camino que cada Rally destruía. Un día se hartó, y en la salida de los autos les tiró clavos “miguelitos” frente a los organizadores y les dijo: ‘Si no se comprometen ya mismo con arreglar el camino yo no los dejo pasar’. Y así terminó preso varias veces.”

Un famoso corredor cordobés de ese entonces tuvo la muy mala idea de intentar sobornar a Moyano. Según recuerda su hija entre carcajadas: “Ese corredor se peleaba mucho con mi papá. Se acercaba el Rally y él sabía que mi papá le hacía problemas. Justo había salido al mercado la Renault “Fuego”, que en ese momento era un espectáculo. Todo el mundo quería tener ese auto. Y este corredor llegó a la escuela con una Fuego color roja y con el baúl cargado de útiles escolares. Le dijo a mi padre que le dejaba el auto para que no le hiciera problemas, y mi papá le dijo: “Bajá todo lo que tengas en el baúl y andate antes de que te…” imaginate. Pero sí se quedó con todos los útiles escolares para los chicos.”

El amor por Bosque Alegre que le costó trágicamente la vida

Héctor Moyano se enamoró de una mujer cuyo padre, adinerado, no quería que se casara con un maestro. Por esa razón, tuvo que sumar un ingreso económico para obtener el visto bueno de su futuro suegro y decidió conjugarlo con su otro amor: la astronomía. Se anotó en un concurso de la Universidad Nacional de Córdoba y consiguió ser técnico astrónomo y empleado del Observatorio.

“Mi papá se pasaba la noche observando las estrellas porque en ese momento no había fibra óptica ni computadoras; lo que había era una cámara de fotos montada en el telescopio, y tenía que haber una persona mirando por la cámara para sacar la foto a la estrella o al astro que eligieran. Y para eso estaba toda la noche para sacar una o dos fotos, porque el telescopio iba haciendo un seguimiento de la estrella pero al irse moviendo el técnico tenía que estar ahí todo el tiempo para seguir ese movimiento. Entonces por eso se llevaba la radio, y pasaba la noche entera tratando de sacar la foto para que los otros astrónomos estudiaran. Trabajaba luego como maestro por la mañana, y dormía durante la siesta.”

Además, atendía a las visitas turísticas que se acercaban a Bosque Alegre, hasta que el fin de semana del 17 de agosto de 2003, el fuego que le llevó vida se hizo presente.

“Cuando el incendio del año 2003 llegó a Bosque Alegre era mediodía. Y desde el mediodía llamamos a los bomberos porque estábamos en peligro, pero los bomberos llegaron recién cerca de las nueve de la noche. Entonces fue mucho tiempo solos. Mi papá estuvo intentando apagar el fuego con gente del lugar, y amigos míos, gente común. Los bomberos no me daban bolilla y yo estaba ahí con mi papá que me dijo: “Llamá y pedí ayuda que yo voy a bajar con los hombres”. Entonces me quedé en el teléfono y empecé a llamar a gente que conocía: a mi hermano, él llamó a sus amigos, y subió a la montaña toda gente que nos ayudaba a apagar el fuego como podíamos. En un momento el viento dio vuelta y el fuego los atrapó, mi papá los sacó por una ladera, pero él no salió. Los saca a todos y él no sale nunca. Y no lo vi más. Eso fue más o menos lo que pasó, y a las nueve de la noche, cuando llegaron los bomberos, lo pudieron sacar. Y él estaba bien… él hablaba, decía que no podía creer que le pasara eso después de tantos años de hacer lo mismo, cosas así, no tomaba dimensión del daño que él tenía.

Héctor Moyano sufrió quemaduras en más del 60% de su cuerpo y estuvo una semana internado en la terapia intensiva del Instituto del Quemado. Falleció a la semana, con 64 años recién cumplidos.

“Nosotros bajamos entre llamas que cruzaban la ruta; bajábamos en lo que habíamos ido, cada uno en sus autos, y era tremendo. Ese incendio fue tremendo. Murieron dos personas más, pero no en Bosque Alegre sino en Potrero de Garay. Y una maestra en Potrero de Garay logró también salvar su escuela y después de esta tragedia nos seguimos frecuentando”, añade su hija Laura.

No hay otoño para el pino: siempre es verde

Los pinos que escoltan la cúpula del Observatorio Astronómico de Bosque Alegre fueron puestos por el maestro. A pesar de que dada la más que crítica situación de los bosques nativos en Córdoba (hasta antes de los incendios de agosto y septiembre de 2020 era menor al 3%) se recomienda plantar árboles autóctonos, en este caso particular los pinos son necesarios para cuidar los instrumentos de la cúpula donde se encuentra el telescopio, otorgar sombra permanente al suelo, no levantar humedad, parar el viento y otorgar una imagen nítida para los astrónomos. “No hay otoño para el pino, siempre es verde”, explica Laura Moyano defendiendo la decisión de su padre de cuidar a estos árboles con su propia vida.

Viendo la desesperante situación de los vecinos que intentan apagar ellos mismos el fuego, esta hija de un gran luchador me explica que “en general lo que pasa en un incendio donde hay gente baqueana es que primero se sale a intentar apagar el fuego con lo que tenés a mano, porque siempre son lugares muy lejanos. Entonces uno sale a hacer lo que puede hasta tanto lleguen los bomberos. Intentar apagar el fuego era una costumbre. Y en más de una oportunidad mi papá y los vecinos lo apagaron solos. Mi papá tenía esteras arriba de los pizarrones que decían: “No hagas incendios”. En las carreras de rally nos ponía con mi hermano a revisar toda la gente que pasaba por Bosque Alegre para controlar que no tiraran cigarrillos… hacíamos papelitos de “no tires cigarrillos” o “no prendas fuego”.

De tal palo tal astilla

En el año 2004, el gobierno cordobés nombró a una escuela del barrio “El Chingolo” de la ciudad de Córdoba con el nombre: “Maestro Moyano”. Lo hizo en honor a la trayectoria, vocación y servicio de Héctor Moyano quien hoy tendría 80 años.

Pero en la inauguración, Laura siguió el ejemplo de su padre y no se quedó callada: le dijo al exgobernador José Manuel De la Sota (que se encontraba a su lado): “Todo muy lindo pero Bosque Alegre se sigue quemando”.

De la Sota llamó a un colaborador que la contactó con el ministro de Ambiente y concretaron una reunión. En esa reunión, le otorgaron dinero a esta jovencita que había perdido a su padre recientemente, para que se hiciera cargo de hacer algo por Bosque Alegre. “La gestión salió mal porque confié en el gobierno de Alta Gracia de ese momento, que hicieron un convenio y muy poquito por el lugar”, detalló la mujer.

Laura tenía razón, hoy Bosque Alegre se sigue quemando al igual que muchas localidades de las sierras de Córdoba. No ha existido un plan serio de prevención y ayuda a los vecinos que arriesgan su vida en cada incendio, y las pérdidas de árboles, plantas, animales son de magnitudes dolorosas.

Tal vez, el maestro Héctor Moyano, cuando miraba las estrellas, nos alertaba que estábamos perdiendo la guerra en Malvinas y décadas más tarde nos alertó que podíamos perder la guerra frente a los incendios producto de la negligencia, el avance inmobiliario y agropecuario.

Pero es también desde las estrellas que protege a los alumnos de la escuela que lleva su nombre: dicen que los chicos de ese lugar no tienen miedo porque “el maestro los cuida”, y que lo pintan como palomitas sobre la escuela cada vez que las maestras les piden que lo dibujen en su homenaje.

1 COMMENT

  1. Una hermosa historia, ejemplo de vocación, ojalá la situación se pueda controlar y se ponga en marcha un plan para la prevención de incendios

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