Por Evelina Ramírez

Bajo el lema “la palabra como derecho”, la galería turística del Puente Uruguay recibió desde el jueves 15 hasta el domingo 18 de agosto la séptima edición de la Feria del Libro de Villa Carlos Paz.

Se trata de un evento que con el correr de los años sigue creciendo a partir de la construcción colectiva que une a diferentes instituciones-entre las que se destacan la municipalidad y la Cooperativa Integral- y actores de la vida cultural de la ciudad. Todo ese conjunto de esfuerzos individuales y colectivos han dado cuerpo al Colectivo de Papel, la agrupación que por siete años consecutivos ha logrado sostener este encuentro que desde sus orígenes ha buscado difundir y fortalecer la producción cultural de nuestra región.

“Somos un grupo de 12 personas aproximadamente que año tras año trabajamos incansablemente para llevar a cabo este evento. Este año nos ha tocado un momento muy particular de nuestro país. No hemos podido expandir la llama como queríamos, pero la chispa la seguimos cuidando. Nadie la va a apagar, porque nosotros somos los protectores. La Feria del Libro somos todos”, expresó Mariano Parra, librero e integrante de la comisión organizadora al momento de dar por concluida la feria.

A lo largo de cuatro jornadas, el puente se llenó de actividades culturales tendientes a fomentar la lectura y el pensamiento crítico.

El reconocido escritor y periodista Hernán Brienza fue uno de los protagonistas de la apertura del evento presentando su último libro “La Argentina imaginada”, donde repasa los principales exponentes del nacionalismo argentino.

“Hay un error clásico en todos los discursos sobre nación que es el de creer que hay una sola nación y que esa nación es la propia. Una de las características principales de todo discurso nacionalista es la agonía y el agonismo.

“Todo discurso nacionalista es urgente en sí mismo: ‘la patria está en peligro, hay que salvarla’, ‘la patria mancillada’. El problema es quien la mancilla. Siempre lo hacen ‘los vendepatria’, pero también la ‘subversión apátrida’ o ‘los choriplaneros que no quieren trabajar’. Siempre hay otro, por lo tanto, la agonía, la urgencia y la emergencia de las problemáticas de la nación en decadencia nos invita a pensar el otro par que es el agonismo, que es la pelea, la discusión, el debate, la forma con la cual nos relacionamos con el otro al cual no consideramos parte de la nación”, comenzó exponiendo Brienza.

En la noche de apertura estuvo presente la legisladora provincial Mariana Caserio, quien entregó la declaración de interés legislativo que se aprobó en la Unicameral. También estuvieron presentes los concejales Carlos Quaranta, Natalia Lenci, Jorge Lassaga y Daniel Ribetti.

Como todos los años, la feria del libro contó con dos salas que llevan el nombre de personas a las que se quiere homenajear. En este caso los elegidos fueron la poetisa Glauce Baldovin y el editor Alberto Burnichón.

Baldovín nació en Río Cuartoen 1928. En la década del 70 militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores. En 1972 ganó el prestigioso premio Casa de las Américas por su libro La militancia. Cuando iba a viajar a Cuba para recibir el premio, la policía allanó su casa y la detuvo.  Este antecedente hizo que le fuera negado el certificado de buena conducta necesario para salir del país. Baldovín padeció en carne propia la dictadura argentina. En 1976, su hijo Sergio que hacía el servicio militar, fue detenido clandestinamente y nunca más supo de él. Ella solía decir: “Ni desaparecido ni detenido: secuestrado”. A partir de entonces, fue una poeta sobreviviente.

Burnichón, por su parte, también padeció en carne propia el terrorismo de Estado. Nació el 14 de febrero de 1918 en Tigre, provincia de Buenos Aires. Era editor de ignotos poetas y escritores cuyo trabajo fue reconocido con posterioridad (como Manuel J. Castilla, Juan Gelman, Enrique Wernique, Armando Tejada Gómez, entre muchos otros). Fue detenido el 24 de marzo de 1976. Su cuerpo fue encontrado con siete disparos en la garganta. Su delito fue fomentar el pensamiento crítico, que siempre ha sido peligroso para quienes no escatiman recursos (ni métodos) para disciplinar, uniformizar e instaurar el miedo como herramienta de control.

Los familiares de ambas personalidades de la cultura cordobesa estuvieron en la inauguración, recibiendo las placas recordatorias de la Feria del Libro.

Los dos primeros días de la feria fueron organizados para que los niños, niñas y jóvenes de distintas instituciones educativas puedan disfrutar de rondas de cuentos, lecturas, narradores, talleres literarios, ecológicos, presentaciones de libros infanto-juveniles y actividades lúdicas, entre otras. Además de poder recorrer los diversos stands de la feria.

La plena vigencia de los derechos humanos fue el eje transversal de la feria. Derecho a la cultura, derecho a la identidad, derecho a la educación, a la recreación, a la comunicación.

Por eso, el cierre de la feria no pudo ser mejor pensado: un homenaje al poeta, narrador y dramaturgo Cesar “León” Vargas. Nació en Canals, vivió algunos años en Bell Ville y desde 1974 reside en Córdoba. Gritó poemas en calles, plazas, sindicatos y escuelas. Es narrador oral y miembro de “El caldero de los cuenteros” y del grupo “VeniqueTecuento”. Publicó en diarios, revistas, afiches y libros.

También padeció la dictadura cívico militar. En ocasión de la lectura de la sentencia de la megacausa La Perla y campo de la Ribera (de la cual se cumplieron tres años el pasado 25 de agosto), Vargas expresó: “No voy por revancha ni venganza, he curado de eso mi vida. Voy a la sentencia para curar el recuerdo del dolor de todos los que conocí en los Centros Clandestinos de Detención por los que pasé”.

Visiblemente emocionado, el poeta compartió con las personas presentes un momento muy íntimo de su encierro y detención donde –según dijo- escribió el poema más breve pero significativo de su vida. Era una letra, la inicial del nombre de su madre y de su novia de entonces, que alcanzó a escribir en la pared de su celda de encierro con la punta de un fósforo quemado.

Escribir una letra, la inicial de dos personas amadas, luego de ser torturado… es un halo de humanidad ante el horror. Es la ternura que emerge de los lugares más oscuros y se hace presente para hacernos sentir que aún estamos vivos y que no nos han vencido.

“El derecho a la palabra es algo que no nos van quitar de ninguna manera”, concluyó.

Nota correspondiente a la edición n° 544 del periódico La Jornada, del 28 de agosto de 2019.

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