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Entre el ruido y el silencio, la salud de los carlospacenses

Por Valeria Flesia

En los últimos años, la ciudad ha mostrado la mejor cara de su crecimiento en infraestructura y espacios compartidos y también, sigue mostrando evidencias de la otra, la del crecimiento poblacional exponencial que suma usos y costumbres, actividades hasta ahora poco conocidas en horarios ampliados, controversias de derechos y deberes en nombre de la actividad económica tan mentada: el “turismo”.

Años pasados y no necesariamente en temporada se comenzaron a hacer públicas denuncias relacionadas con distintas contaminaciones, entre ellas, la sonora. La contaminación acústica se refiere a la presencia de ruido que pueda ocasionar efectos fisiológicos y psicológicos nocivos sobre las personas; ruido es, por otra parte, aquel sonido molesto e indeseable que interfiere en la actividad habitual o el descanso.

Así entonces se han denunciado colectivos de gran porte con motores en marcha en altas horas de la madrugada sobre calles de barrios residenciales, alto tránsito del mismo tipo de vehículos en calles alternativas que ocasionan no sólo ruido sino destrozo del mobiliario urbano, canchas de alquiler para la práctica de fútbol ubicadas en lugares impensados, en el corazón mismo de los barrios, que interfieren con las actividades habituales de los vecinos impidiendo el sueño, el descanso y la relajación, bares, boliches, pubs sin el debido tratamiento insonorizante de sus muros con lo que la música y la diversión se traslada a quienes intentan descansar, vehículos de propaganda que han ido mejorando su capacidad de propalación y que resultan muy coloridos visualmente y simpáticos salvo para aquellos que los escuchan todos juntos una y otra vez por las mismas calles y avenidas sin detenerse ni siquiera en horarios de supuesto “descanso”.

Uno de los eventos que marcó el verano del 2015 fue la “siesta de furia” de un vecino de calle La Rioja que, según su defensa, alterado por el volumen de la música con la que se solazaban en la pileta de un hotel lindero los integrantes del cuerpo de baile de la obra Priscilla junto a otros huéspedes, salió a un balcón envuelto en ristras de balas, escopeta en alto y amenazó con matarlos a todos si no cesaba la algarabía. Denuncias y contradenuncias siguieron la noticia que recorrió todos los portales y diarios del país, el “loco” fue allanado y preso por su desmedida reacción, sin embargo, lo interesante es el motivo: el vecino de barrio José Muñoz, uno de los más antiguas plazas residenciales de la Villa se alteró de tal manera ante el súbito cambio de cotidianeidad: del canto de los pájaros en cercanías del cerro pasó a acostarse y levantarse con el estruendo de la marcha y la cumbia sin solución de continuidad y sin atención a sus reclamos que, según él y su familia, realizaron ante quien correspondía. El “loco” fue al extremo, pero el cambio es extremo también.

El verano incipiente de este 2016 también ha tenido su vuelta mediática sobre el tema de la contaminación sonora y sus reacciones inmoderadas. El “turco” Ergün Demir, de todos conocido por sus participaciones en la pantalla chica, eligió denunciar por Twitter que no podía dormir en su habitación de hotel en Carlos Paz por el ruido que llegaba de un boliche vecino. No contento con decirlo, el actor grabó el sonido que lo molestaba en las madrugadas y dejó claro que ante semejante griterío no podría dormir él ni nadie que estuviera en los alrededores. Mucho fue criticado por su actitud de hacerlo público en lugar de manejarse con sus productores para que mejorara su descanso sin dejar mal a la plaza que lo está cobijando para trabajar, sin embargo, eso no deslegitima la denuncia ni hace menos fuerte el griterío, cánticos, música y alteración que emanan de un boliche en contravención con todas las Ordenanzas sobre el tema en la ciudad que indican que la diversión y sus necesarias expansiones sonoras deben quedar adentro del  local sin perjuicio para los que quieran dormir en las casas linderas.

 

El ruido y la salud humana

La Organización Mundial de la Salud junto a otros organismos se expiden sobre los problemas de la contaminación sonora en la salud humana. Si hablamos de niveles,  la medida es en decibeles y se dice que:

Un nivel muy  bajo: 10 y 30 dB (bibliotecas).

Bajo: entre 30 y 55 dB. Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), considera los 50 dB como el límite superior deseable.

Ruidoso: a partir de 55 dB y hasta los 75 dB, el nivel se considera ruidoso. Los 65 dB se consiguen con un aspirador, un televisor con volumen alto o un radio despertador. Un camión de la basura provoca 75 dB.

Los últimos estudios consideran como peligrosa para la salud la exposición a sonidos que oscilen entre 50 y 60 decibeles, y como muy nociva a partir de los 60 dB.

Los efectos que produce la contaminación acústica sobre la salud humana están en función de la intensidad, las frecuencias emitidas y el tiempo de exposición al que se es sometido. Los efectos van desde la pérdida progresiva de audición, cuestión que no se detecta hasta que ya el daño está hecho y otros efectos en forma de trastornos psicológicos como conductas de irritabilidad y agresividad, estrés; fisiológicos (aumento de la frecuencia cardiaca, la presión arterial y la frecuencia respiratoria); alteraciones del sueño y del descanso lo que conduce a la falta de atención y aprendizaje, somnolencia diurna, cansancio y bajo rendimiento. La perturbación del sueño con sus consecuencias notables en la actividad diaria es una de las principales consecuencias de este problema.

Por otra parte, la Justicia en sus consideraciones a la cuestión realiza la siguiente distinción en tres “figuras jurídicas”: Ruidos molestos: Aquellos capaces de ocasionar molestias a personas de normal tolerancia; Ruidos excesivos: Los que, -siendo un subproducto inevitable de una actividad considerada “necesaria” para la vida normal-, exceden cierto nivel sonoro estipulado para cada clase de ruido; Ruidos innecesarios: Ruidos cuya sola producción es censurable, ya sea en todo momento o en horarios especificados (por ejemplo, en horas de descanso).

Para cada una de estas tipificaciones existe una extensa jurisprudencia que se ha ido aplicando para la elaboración de las leyes internas de cada localidad, atento a lo anteriormente explicitado en torno a las necesidades de una mejor calidad de vida de los ciudadanos en cuanto a su salud.

En Villa Carlos Paz, la ordenanza que rige es la 960 que data del año ´80 y ha tenido algunas modificaciones y agregados referidos a cuestiones como los horarios de funcionamiento de diferentes emprendimientos comerciales. La norma refiere para su cumplimiento al Tribunal Municipal de Faltas mediante la Ordenanza nº3868 que prevé para los infractores desde multas dinerarias hasta secuestro de elementos que hayan intervenido en la infracción, el ámbito de detección de infractores es Inspectoría Municipal que dispone de los elementos para medir ruidos así como de los instrumentos legales correspondientes, por ejemplo, los que fijan horarios de cierre de distintos emprendimientos comerciales.

En resumidas cuentas, no es poco el material regulatorio con el que se cuenta para ordenar la contaminación sonora en Villa Carlos Paz, cabe preguntarse, entonces, porqué son tantas las quejas que han alcanzado de acuerdo a los ejemplos anteriormente citados el ámbito nacional pasando por presentaciones ante el Concejo de Representantes, en los medios locales y escraches en las calles.

No fue posible conocer cuántas actas de Constatación, el instrumento de Inspectoría que registra la infracción, se efectúan realmente y cuántas multas en cash se han efectivizado. Según los vecinos, Inspectoría recurre reiteradamente a la advertencia verbal, casi al ruego, para que el infractor baje o cese en el ruido molesto y en escasísimas ocasiones utilizan los medidores de decibeles o, ante el incumplimiento de los horarios de cierre,  amenazan pero no ejecutan.

Asimismo, vecinos que han comenzado a sufrir consecuencias en su salud de las alteraciones medioambientales producto del ruido molesto, excesivo e innecesario, de acuerdo a la tipificación legal anteriormente citada, dicen ya estar en condiciones de realizar denuncias concretas a la Justicia usando como prueba testigo su propio estado corporal y psicológico y la falta de reacción por parte de los que deberían cuidar de sus derechos.

Villa Carlos Paz se presenta ante sus visitantes como la perfecta simbiosis entre la fiesta nocturna y la pacífica naturaleza diurna, la fiesta de los sentidos que nunca duerme y la tranquilidad del descanso para retomar el duro trajín del trabajo de cada día.

Tanto los ciudadanos que la eligieron para vivir como los visitantes deberían hallar lo que buscan en ese difícil equilibrio que hoy, como derecho, parece no encontrarse.

 

Nota correspondiente a la edición n° 399 del semanario La Jornada, del 10 de enero de 2015.

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