Fuente: Télam
Por Florencia Fazio
Un universo de islas y canales, donde confluyen la historia, el arte, los deportes náuticos, un variado polo gastronómico, paisajes que inspiraron a escritores y sets de filmación de grandes relatos, son algunos de los atractivos que ofrece Tigre, a unos 33 kilómetros del centro de la Ciudad de Buenos Aires.
Recostado sobre el río Luján, rodeado de casonas coloniales convertidas en cálidos restaurantes e imponentes clubes de remo, Tigre se caracteriza por amalgamar lo autóctono de la vida isleña del Delta del río Paraná con las costumbres citadinas, producto del rápido crecimiento urbano.
Este delta, el único de agua dulce y uno de los cinco más extensos del planeta, ofrece una experiencia única para las infancias y amantes de la naturaleza y actividades al aire libre.
El punto de acceso es la terminal fluvial de Tigre que, además, presta servicios a la isla Martín García o a la ciudad uruguaya de Carmelo.
Son más de 5.000 islas, creadas por la acumulación de los sedimentos que el río Paraná arrastra desde su cuenca superior hasta su desembocadura en el Río de la Plata, y que son recorridas por unos 350 canales y pequeños ríos.
La región bonaerense del Delta contempla cinco secciones de islas, pero solo la primera, que es la más habitada y cuenta con una amplia variedad de hospedajes, pertenece a Tigre, un destino codiciado por quienes necesitan desconectarse de la rutina en una escapada de un día, un fin de semana, o más, y sumergirse de lleno en la naturaleza de paisajes ribereños.
Las diferentes gamas de verdes y marrones se confunden en agrestes y exuberantes selvas en galería que nacen a los costados de los arroyos, donde árboles nativos, como sauces criollos, alisos de río, ceibos, coronillos y palmeras pindó, parecen abovedarse en el horizonte, extendiendo una invitación a atravesarlos.
La vegetación nativa convive con casuarinas, cipreses calvos -cuyas hojas en otoño viran al rojo y en primavera se visten de verde limón-, álamos, cítricos, magnolias y plantas florales, como jazmines, malvas anaranjadas, celestes y rosadas; hortensias, achiras rojas y amarillas, que ornamentan vastos espacios verdes donde se distribuyen casas típicas edificadas en madera sobre palafitos y otras más modernas.
Si la idea es relajarse y descubrir los colores y aromas que regalan las islas, dos alternativas que ofrecen asientos en primera fila son el senderismo y los paseos en bicicleta por caminos que bordean los ríos.
Otra manera de experimentar en piel propia la belleza natural del delta es a remo, entre juncales y plantas acuáticas, a través de los pequeños canales y arroyos en canoa, bote y kayak, una actividad que permite apreciar los sonidos de la naturaleza, sin la intervención humana.
Para introducirse en estos ambientes, una tercera opción son los paseos turísticos en catamaranes por los ríos anchos y también por arroyos a bordo de las tradicionales lanchas colectivas, construidas generalmente en caoba y utilizadas por los isleños en sus traslados habituales.
La geografía de humedal, hábitat de serpientes, coipos, carpinchos, ranas y cangrejos de río, hace del Delta un lugar exclusivo para quienes disfrutan de la observación de aves, ya que, más de 170 especies sobrevuelan la región.
Una de las más llamativas por su tamaño y vuelo torpe es la pava de monte, que se deja ver al atardecer en los matorrales, mientras que entre las más coloridas se destacan el fueguero macho, con su rojo brillante; el tachurí siete colores, un pájaro huidizo más chico que la palma de una mano; y varias especies de colibríes, cotorras y loros.
Con un paisaje en otoño y otro completamente diferente en primavera, Tigre sedujo a escritores como Roberto Arlt, que pidió que sus cenizas fueran esparcidas en el río Sarmiento y el arroyo Abra Vieja, o Haroldo Conti, cuya casa escondida en la vegetación, que ahora es museo, fue punto de encuentro con Rodolfo Walsh, ambos desaparecidos en la última dictadura cívico-militar.
En las islas, también es posible visitar los museos de Sarmiento, una simple construcción de madera y techo de tejas donde vivió el principal impulsor de la reconversión de Tigre como zona de esparcimiento y que minó con mimbres y nueces pecán, o el de César Bruto, la casa de estilo tirolés que habitó el guionista de Tato Bores y a quien Julio Cortázar comparó con Macedonio Fernández.
Para quienes aman la arquitectura, una parada obligada es la Casa Masllorens, con su cautivador ventanal semicircular, construido en 1922 por Josep Llimona i Brugera, uno de los principales escultores del modernismo catalán y colaborador de Antonio Gaudí, o el Convento de San Francisco, diseñado en 1910 por Virgilio Cestari, exponente del realismo italiano.
Este versátil oasis natural fue preferido por ídolos populares como Tita Merello para protagonizar el clásico “Los isleros” (1951), y por Sandro en “Muchacho” (1970), además de ser sets de rodaje de filmes de suspenso, como “Todos tenemos un plan” (2012), con Viggo Mortensen, y comedias, como “Voley” (2014), de Martín Piroyansky, entre una infinidad de películas.
Las propuestas del Delta se complementan a la perfección con la pluralidad de opciones que ofrece la parte continental de Tigre, entre las que despuntan los museos, como la casa del pintor Xul Solar, el de Arte de Tigre, ubicado en el imponente palacio del exTigre Club; el Museo Naval de la Nación, con un acervo único en Latinoamérica; o el de la Reconquista, que relata más de 200 años de historia.
Otro de los principales atractivos es el puerto de frutos, una feria artesanal y centro comercial ahora diversificados, que se asentaron en la antigua zona de desembarque de la producción de manzanas, naranjas y mandarinas de las islas.
Este sitio, donde ahora se pueden encontrar muebles y artesanías en madera, cestos de mimbre y hasta un vivero con especies nativas, fue décadas atrás un mercado de frutas de estación exhibidas en cesterías de 20 kilos que se apilaban en forma piramidal en las calles.
A escasas cuadras de la feria, atractivos como el Parque de la Costa, el más grande de Argentina, y otro acuático con piletas y toboganes a la vera del río Tigre, convocan tanto a mayores como a las niñeces.
Las opciones continúan alrededor, con un casino, el teatro Niní Marshal y un serpentario educativo, que funciona como centro de rescate y tránsito de reptiles, anfibios y arácnidos; además, entre las ofertas de los fines de semana, se ofrecen tours a pie y a la gorra.
Un poco más alejado, a una media hora del Puerto de Frutos, se localiza el tercer parque de atracciones de Tigre, uno con juegos en altura, como tirolesas, actividades con cuerdas y escaladas con arnés.
Para facilitar la experiencia de turistas, el municipio de Tigre lanzó una aplicación para celulares móviles y un asistente virtual, que proporcionan información útil sobre hospedajes, operadores turísticos, locales gastronómicos, cartelera de espectáculos y otras actividades.
Para más información, acceder a www.tigre.gob.ar.
MAT: el tesoro cultural de Tigre que mira al río Luján
Emplazado en un imponente palacio francés de finales de siglo XIX, el Museo de Arte Tigre (MAT) alberga una valiosa colección de arte argentino, con obras de reconocidos artistas como Benito Quinquela Martín, Eduardo Sívori, Fernando Fader, y exposiciones temporales que contemplan diversas disciplinas artísticas.
El edificio ya es en sí mismo una obra de arte, un ejemplo de la grandilocuencia arquitectónica neoclásica francesa, con elementos de estilo veneciano, creado por los arquitectos Pablo Pater y Louis Dubois, los mismos que diseñaron la sede de la Embajada de Francia.
La disposición de los salones de esta mansión inaugurada en 1912 como el Club de Tigre fue pensada en función de la recreación social y deportiva, con dos espaciosos salones en planta baja, uno de los cuales funcionó como casino entre 1927 y 1933, hasta que se prohibieron los juegos de azar, y otra con balcones en el primer piso, donde supieron reunirse bailarines y presentarse orquestas musicales.
Los detalles cautivan en cada paso, desde los enormes portones de hierro que cercan el MAT, el mármol de carrara en las escaleras, el roble de Eslovenia en los pisos, hasta la elegante araña con caireles de cristal que cuelga del techo oval abovedado del primer piso, donde ninfas del pintor español Julio Vila Prades tocan instrumentos musicales. Alrededor de los salones principales, detalles en cobre se reproducen en salas satélite.
Este edificio que observa al río Luján fue expropiado al Tigre Club en 1974, declarado de interés histórico nacional por su valor arquitectónico cinco años más tarde, restaurado para destinarlo a un museo de arte a partir de 1998 y reinaugurado como MAT en 2006.
En la planta alta del museo se encuentran exposiciones permanentes, entre las que se destacan un recorrido fotográfico sobre la historia de Tigre y una colección de óleos y acuarelas que remite a los comienzos del arte en Argentina con firmas de Juan Mauricio Rugendas, Carlos Enrique Pellegrini y Graciano Mendilaharzu.
El museo destina otro de sus espacios a “La primera metáfora es el río”, una exhibición en la que tapices y acuarelas de tiempos pasados y presentes de reconocidos artistas como Mariano Sapa, Horacio Butler, Fermín Eguía o Larco Jorge retratan el río desde diferentes perspectivas.
Las obras creadas con técnicas de grabado también tienen su lugar en el tercer salón municipal bajo el nombre “El devenir de la copia”, una muestra recientemente inaugurada y de entrada gratuita, con creaciones de una veintena de incipientes artistas que comparten paredes con aguafuertes de Quinquela Martín, litografías de Antonio Berni y Guillermo Roux, y xilopinturas de Eduardo Iglesias Brickles.
Además de las salas de exposición, el museo cuenta con un auditorio, una biblioteca especializada en arte y una cafetería, y organiza visitas guiadas de miércoles a viernes a las 16.30 y sábados, domingos y feriados a las 13.30 y 16.30.
Las salas del MAT se pueden visitar de miércoles a viernes, de 13 a 18; y sábados, domingos y feriados, de 12 a 18. Los feriados y fines de semana también se pueden recorrer sus jardines de 8 a 20.