Con casi 92 años y una descendencia que abarca cinco generaciones, Ignacia Noemí Sosa dejó este mundo rodeada del amor de los suyos y el reconocimiento de una comunidad que la hizo propia.
Este sábado por la mañana, en silencio y sin estridencias, partió Ignacia Noemí Sosa, o como todos la conocían con afecto profundo: “La Abuela Mimí”.
Había nacido en Falda del Carmen un 31 de julio de 1933, y estaba a días de celebrar sus 92 años. La historia de su vida se entreteje con la de Villa Carlos Paz, donde formó una familia extensa y profundamente arraigada. Dejó un legado que pocos pueden igualar: 14 hijos, 40 nietos, 59 bisnietos y 11 tataranietos. Su figura representa a esas mujeres anónimas que, sin pedir nada, lo dan todo.
Crió a sus hijos en la zona del Matadero, por aquellos años una zona rural, camino a lo que hoy conocemos como barrio Colinas. Lo hizo con esfuerzo, con coraje, enfrentando ausencias dolorosas y pérdidas irreparables. Pero nunca se rindió. Como escribió su nieta Yani Viva, Mimí fue “el más claro ejemplo de resiliencia, aunque tal vez nunca haya escuchado esa palabra”.
La historia de su familia es parte también de la memoria viva de la ciudad. Algunos de sus hijos y nietos hicieron camino en la gastronomía, otros en el deporte, como el inolvidable Falucho Laciar, tricampeón del mundo y yerno de Mimí, a quien ella apoyó con la entereza silenciosa de las grandes mujeres.
“Dios le dio y le quitó en igual medida, pero jamás la vimos rendirse, la vimos levantarse, juntar sus partes rotas y volver a armarse”, escribió su nieta en un mensaje que es, también, una promesa: “Ahora nosotros somos su legado y juramos honrar su paso por esta vida”.
Con su partida se va una presencia que marcó a generaciones, pero queda una estirpe —la suya— que continúa, crece y honra su nombre con cada gesto cotidiano. En cada plato servido, en cada abrazo de madre, en cada nieto que camina por las calles de La Villa, Mimí sigue estando.
Fuente: publicación de Luis Tórtolo en EncuentroS en la Villa.